Cuando llegó al hospital, la mujer se encontraba entre desconcertada, dolorida y angustiada. El yeso que le colocaron en su brazo era el símbolo de una extraña paradoja: la persona que debía encargarse de cuidar y curar su salud psíquica era la misma que la había agredido. En plena sesión, su psicólogo se violentó, le gritó, la empujó contra una pared y le causó una fractura. Cuando el caso llegó hasta el tribunal de ética de una asociación de psicólogos, la excusa del agresor fue, al menos, singular. El profesional se escudó en una ignota teoría que sostenía que era necesario motorizar e instar al paciente para que reaccione. La respuesta fue contundente: ninguna teoría sostiene una mala praxis, ni la violencia, ni el abuso de poder.
Este es sólo un ejemplo de los casos de denuncias de prácticas incorrectas que llegan a las
comisiones de ética de los colegios o asociaciones que nuclean a los psicólogos. En los últimos
años a esto se suma que algunas personas están empezando a hacer llegar su reclamo también a la
Justicia. Aunque menos conocida y visible que en medicina, la mala praxis en psicología también
existe.
Todo esto importa aún más si se considera que Argentina ocupa el podio de los países con más
cantidad de terapeutas. Según datos de los ministerios de Salud y Educación, hay alrededor de 60
mil psicólogos egresados, de los cuales se calcula que hoy son 35mil los que están en ejercicio.
Según estimaciones de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires (APBA), sólo en la Ciudad de
Buenos Aires viven y trabajan 20 mil.
Información confidencial. La Ley Nº 23.277, que reglamenta el ejercicio de la
psicología desde 1985, es clara: “
Los profesionales están obligados a guardar el más riguroso secreto
profesional”. Mario Molina, presidente de APBA y vocal de la Junta Ejecutiva de la
Federación de Psicólogos de la República Argentina (FEPRA) describe: “
Aproximadamente el 70% de las denuncias que reciben los colegios es por violación del
secreto profesional”. También, los casos de abusos de transferencia (por ejemplo
mantener relaciones amorosas con pacientes, entre otras situaciones) ocuparon en los últimos años
las primeras planas.
Es paradigmático el caso de una mujer que asiste a la presentación de un libro de su ex
psicóloga. A medida que escuchaba la lectura se veía más y más reflejada en los ejemplos clínicos.
Hasta que no le quedó ninguna duda: aunque había cambiado su nombre, cada dato era inequívoco y la
señalaba. “
En situaciones como éstas, los psicólogos necesitamos el consentimiento de las personas
para hacer referencia a lo acontecido en una relación de tratamiento que ha finalizado; de lo
contrario, seguro que el profesional pierde la demanda judicial además de cometer una falta
ética”, afirma Molina.
La otra cara. Así como rige la prohibición de revelar datos íntimos y reservados,
también existe mala praxis por su contrario. “
Existe abuso de secreto cuando el profesional calla el delito del que ha sido víctima su
paciente. Distintas leyes de violencia familiar estipulan la obligación de denunciar, pero uno
encuentra que algunos psicólogos la incumplen”, aclara
Juan Pablo Viar, abogado especialista en violencia familiar.
Sin ir más lejos, Viar está patrocinando una denuncia por este tema ante un Juzgado Nacional
de Primera Instancia en lo Civil de la Ciudad. Alejandra (que pidió no develar su identidad y usar
un nombre ficticio) está denunciando a la ex psicóloga de su hija por mala praxis. Todo comenzó en
el año 2000. Su hija, de cinco años, tenía continuas pesadillas, se despertaba llorando
desconsolada y manifestaba conductas autoagresivas. “
La empecé a llevar a terapia –detalla Alejandra–
y la psicóloga me dijo que había ciertos indicios de que algo la estaba poniendo mal. Pero
no me decía nada más, sino que siguiéramos adelante con el trabajo.”
Los meses pasaban y su hija no mejoraba. “
De repente, yo veo un dibujo de la familia que hizo en el jardín. Eran todas mujeres
vestidas de novia, con un agujero a la altura genital y rayado con lapiz fuerte. Vi algo raro y lo
llevé a la psicóloga, que me dijo que estaba bien que ella supiera que tenemos esas partes del
cuerpo.” Así, en repetidas ocasiones Alejandra transmitió sus dudas y posibles
indicios sin obtener nada a cambio. Hasta que poco a poco fue descubriendo por sí sola que su ex
marido estaba abusando de su hija.
“
La ginecóloga confirmó el abuso, pero la terapeuta me dijo que lo mejor sería resolver esto
entre nosotros porque ir a juicio era muy difícil. Ahí corté toda relación con
ella”, recuerda Alejandra con la fuerza que le dieron estos siete años de lucha,
acompañada de otros psicólogos que sí la contuvieron y trataron a su hija. De todas maneras, nada
ni nadie le saca el desconsuelo de saber que, de haber contado antes con la ayuda de un profesional
responsable, el abuso sexual no se habría prolongado tanto en el tiempo.
“
Hoy esta psicóloga puede estar haciendo lo mismo. Hasta me enteré de que da charlas a
docentes donde les insiste en la no conveniencia de hacer la denuncia en estos casos. Una criatura
no puede defenderse, al menos me tenía que decir a mí lo que estaba pasando”,
denuncia. El padre ya fue condenado por la Justicia Penal a tres años de prisión en suspenso.
Seguros. La ecuación es simple: a medida que aumentaron las demandas por mala
praxis, los psicólogos comenzaron a buscar una forma de resguardo. Así, en los últimos años cada
vez es más común que los profesionales contraten pólizas de seguro ya sea por propia voluntad o
porque las prepagas, obras sociales o instituciones se lo exigen. Para
Hugo Pisanelli, presidente de Psicólogos y Psiquiatras de Buenos Aires, esto
“
ya se convirtió en un trámite, como tener un matafuego”.
“
Todos los miembros del equipo al cuidado de la salud de las personas pueden obtener su
cobertura de seguro, para mantener indemne su patrimonio, hasta el límite de la suma asegurada
contratada”, indica Fernando G. Mariona, abogado y director del Departamento Legal y
Técnico de la aseguradora especializada TPC, que ya tiene una cartera de 600 psicólogos.
Muchos terapeutas descreen de estos seguros y manifiestan sentirse desprotegidos porque están
pensados para médicos y no para ellos. Empujados por esta vulnerabilidad, desde la FEPRA decidieron
armar un subsidio para sus asociados para ayudar económicamente en caso de demandas.
Abuso de transferencia. Uno de los pocos casos judicializados y con sentencia es
el de una psicóloga que mantenía relaciones sexuales con un paciente de 19 años. El se había
acercado al consultorio por un problema de drogas. Cuando todo finalizó y ella lo dejó, el
adolescente había desmejorado en forma notable. En la pericia psicológica que ordenaron los jueces,
se relevó que
el chico “perdió las esperanzas de ser ayudado profesionalmente, lo cual significa un
riesgo actual de quedar estancado en su desarrollo psíquico y recaer en conductas
adictivas”.
Este caso es sólo un ejemplo de lo que los especialistas califican como abuso de la
transferencia analítica. “
El psicoanálisis es una práctica terapéutica muy particular donde lo importante es la
transferencia: una serie de artefactos que se intercambian entre el analizado y el analista, con lo
cual se descubre la historia afectiva del paciente y se da lugar a la cura”, explicaAlejandro Arbiser, coordinador de la comisión de ética de la Asociación
Psicoanalítica Argentina (APA). “
Dentro de las normas técnicas inherentes al tratamiento no está permitido tener relaciones
sexuales con pacientes ni el intercambio comercial”, asegura Molina.
Pisanelli describe otra forma de mala práctica específica de la escuela psicoanalítica:
“
No se puede bajar línea a los pacientes de lo que deben o no deben hacer. No nos arrogamos
el lugar del saber o de Dios, y existe una abstención de la opinión y el parecer
personal".
Regulación. Hoy en Argentina hay una situación disímil en cuanto a normativa.
“
En todo el país hay colegios de psicólogos, excepto en Formosa, Corrientes, Mendoza, Río
Negro, Santiago del Estero y Ciudad de Buenos Aires”, enumera Molina, presidente de
APBA y uno de los mentores de un proyecto de ley para crear un colegio porteño. La idea fundamental
es subsanar el gran hueco que hay de la falta de regulación. Hoy sólo está dada por la Ley 23.277,
que delimita el ejercicio de la psicología a quienes tienen el título sin ocuparse de otras
cuestiones regulatorias como la ética profesional
.” La matriculación de los profesionales porteños corre por cuenta del Ministerio de
Salud de la Nación, “entidad que no tiene los recursos ni los medios para cumplir esos
aspectos”.
En otros casos,
las condiciones socioeconómicas y la precarización laboral pueden causar una mala
praxis. Muchas veces los honorarios que pagan las obras sociales son tan bajos que el
terapeuta no encuentra otra opción que sumar pacientes y horas de trabajo a su agenda. Por otra
parte, la mayoría de los egresados no tiene otra opción que formarse como concurrentes en uno de
los 33 hospitales y 35 centros de salud de la Ciudad en forma totalmente ad honórem.
Algunos otros ejemplos ilustran más áreas donde también puede incurrirse en mala praxis. Como
el del chico que fue mal diagnosticado de síndrome de hiperactividad (ADD), el terapeuta que obtuvo
un crédito bancario con mejores condiciones gracias a su paciente y hasta la psicóloga que, una vez
terminada la sesión, aprovechaba para vender ropa en su consultorio a sus analizados. Como en toda
profesión, hay quienes trabajan bien y quienes no. Pero lo que sí es cierto es que cada caso de
mala praxis tiene atrás una historia y una persona que, en vez de encontrar la anhelada ayuda, se
enfrenta a lo opuesto.