Lo primero que llama la atención en la Escuela 28 de La Boca son las ventanas: a casi todas les faltan vidrios. Las maestras más imaginativas tapan los huecos con carteles o láminas del cuerpo humano. Los otros son cubiertos por madera, cartón o plástico. Los tres padres que ofician de guías a la visita de PERFIL señalan lo que no se ve a simple vista: la cámara séptica, a dónde van a parar los residuos de los baños, comparte la habitación con el depósito de agua potable, y también con varios tubos de electricidad húmedos.
El agua es un problema constante. Debido a las goteras en el comedor, que salpican los artefactos de luz, cuando llueve tienen que cortar la electricidad en varios sectores. Esos días, es muy difícil para los chicos tener clase de gimnasia porque el agua forma charcos en el patio cubierto, que tiene un agujero en la pared de alrededor de cuarenta centímetros de diámetro desde donde, según recuerdan los padres, se colaban ratas de los depósitos aledaños. “Vino el personal de infraestructura y lo tapó con un adoquín”, muestra Ramona Torres, mamá de un nene de primer grado y nueva tesorera de la cooperadora.
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