El nivel de odio y resentimiento que manifiesta un adolescente al matar a su padre se relaciona con la imposibilidad de ese hijo de expresar lo que le sucede y con la existencia en esa familia de problemáticas severas, afirmaron especialistas.
El hecho que se conoció hoy de un joven de 17 años que mató a su padre en Santa Fe, aparentemente por los "tratos inhumados" que el hombre tenía con él y su hermano, se suma al caso del joven de la misma edad, que mató a su padre, su mujer y el bebé de ambos el domingo último en Concordia, Entre Ríos.
Los especialistas analizaron ambas situaciones en términos generales ya que advirtieron que "cada caso es particular y tiene características y antecedentes propios".
"En general, si no hay una problemática previa de orden psicótico, y se da el caso de que un adolescente vive profundas agresiones que le generan un nivel muy alto de resentimiento, y no tiene un espacio donde verbalizar ese sentimiento, entonces al no existir la palabra aparece el acto", aseguró la psicóloga especializada en adolescencia Hebe Perrone, del Centro de Investigación y Asistencia Psicológica.
La especialista añadió que "este tipo de conductas tan terminales, tan terribles, se producen en general en familias que tienen problemáticas severas".
Perrone advirtió que "tanto las conductas agresivas como las represivas generan violencia, resentimiento y la expresión de ese resentimiento a veces son actos violentos".
En este marco, destacó que "la vida de ese chico que mató a su padre queda prácticamente destruida, es muy difícil la recuperación".
Por su parte, Jorge Garaventa, especialista en temas de abuso y violencia contra la niñez y la adolescencia, enmarcó ambas situaciones en un contexto social y familiar.
"Tanto como el daño irreparable que significa matar al padre en la psiquis de cualquier humano, debería preocupar la actitud de la sociedad incapaz de escuchar las señales que los niños golpeados, abusados y violentados, dan constantemente", dijo.
Garaventa expresó que los niños y los adolescentes "dan señales y si éstas no son advertidas van elaborando la certeza de que el único destino posible es la degradación constante y natural que les produce la violencia doméstica, o la muerte de su agresor".
La profesional caracterizó al parricidio, el asesinato del padre, como una construcción larga y compleja a la que se apela cuando ya todas las esperanzas están agotadas y no queda nada por perder; en el camino se disolvió la paternidad.
El psicoanalista remarcó que "al observar estas historias trágicas y corrernos del horror y la condena volvemos a encontrarnos con niños, apenas adolescentes que en su desesperación y encierro encontraron la premeditada eliminación del otro".
Esa eliminación, enfatizó "como el único camino para librarse del calvario de la violencia familiar, que es la única forma de trato que han conocido y que, por ende, les parece destino ineludible".
Expresó que "la sociedad debe hacerse cargo a tiempo de que no condena el maltrato en sus distintos grados hacia la niñez, que lo tolera como potestad privada de los padres y sobre todo que no hay una actitud de respeto hacia las señales y las palabras de los niños y adolescentes".
Fuente: Télam