Con el fin de atraer a los cada vez menos turistas que visitan el país (ver aparte), la viveza criolla brotó a flor de piel: clases de asado, técnica de fileteado, preparación de empanadas y alfajores, recorridas por bodegones desconocidos y hasta una mateada son algunas de las propuestas de los porteños para los visitantes que llegan del mundo a la Ciudad.
Un japonés, un colombiano y un venezolano aguardan las instrucciones de Carlos López, director de la Escuela Argentina de Parrilleros. Se sorprenden por cómo se manipulan las carnes y el carbón. López dicta cursos de parrilla, una actividad original para atraer a turistas y “que no les representa un monto significativo”, según dice.
El curso consta de cuatro clases o sólo una, acelerada, de varias horas. Tiene un costo de 1.200 pesos y López explica que “se les enseñan las herramientas necesarias, la preparación del fuego y el manejo de las carnes”. “Me interesa aprender sobre parrilla porque en mi país no hay mucho”, cuenta Edward, un japonés de viaje por Argentina hace ocho meses.
Las clases duran unas tres horas y asisten entre tres y seis personas. Los turistas con más presencia son latinoamericanos, aunque también llegan orientales y europeos. Además de la práctica, los alumnos tienen un examen teórico donde vuelcan los conocimientos y se les otorga un diploma.
Fileteado. Para el fileteador Alfredo Genovese, “el fileteado porteño es como el tango, pero en una versión iconográfica”. El artista dicta clases individuales o grupales para turistas de todo el mundo, aunque principalmente europeos, que en general son los que más encantados quedan con Caminito, donde el fileteado es la marca registrada.
Los cursos intensivos tienen un costo de cien dólares e incluyen los materiales. También hay clases más económicas, de entre 25 y 30 dólares. Sobre el éxito que tienen sus talleres, Genovese sostiene que el fileteado es muy valorizado en el mundo: “Está de moda”, define. Según cuenta, tiene alumnos de entre 20 y 70 años.
Tour parrillero. Si de algo se acuerda el turista que llega de visita al país, es de la carne argentina. Por eso otra herramienta atractiva consiste en visitar tres bodegones, “saliendo de los clásicos del turismo”, explica Santiago Palermo, uno de los fundadores de la empresa. El tour dura cuatro días: los primeros tres incluyen cena y el cuarto visita a una heladería.
El paseo dura entre dos y tres horas y cuesta 69 dólares. Ahora, dicen, están en temporada alta y reciben a unas 15 personas por semana.
Empanadas. “The Argentine Experience” es una iniciativa de José Valdivia por la que un grupo de turistas asiste a su restaurante de Palermo para aprender a cocinar empanadas y alfajores de maicena. La realizan extranjeros de distintas partes del mundo, aunque Valdivia destaca la gran cantidad de brasileños.
Cuesta 89 dólares por cena y se prolonga por tres horas. Valdivia explica que en el último año observó una baja importante en la cantidad de turistas que recibe desde Europa.
La velada incluye un concurso donde deben hacer empanadas con formas extrañas. “Lo más curioso fue una pareja que hizo empanadas con formas de posiciones sexuales”, se ríe Valdivia. “Disfruté mucho, es una experiencia más que una clase”, definió Aleina, una brasileña encantada con la gastronomía nacional.
Mateada. Como no podía faltar algo tan típico, también se ofrecen reuniones donde el mate es el epicentro: en un hotel del centro porteño dictan una charla donde enseñan a preparar y tomar la infusión. Además de ser un espacio donde aprenden, los turistas aprovechan para conocerse y opinar sobre la ciudad