“Chicos: a las 8 de la mañana vengan al juzgado.” Corría el año 1993 y así, sin mucho preámbulo ni explicaciones, el juez Jorge Ballesteros citó a los mellizos. De Tribunales se fueron al Registro Nacional de las Personas. Allí a Matías Angel y a Gonzalo Javier les pidieron su DNI. El mismo en el que en el casillero del apellido se leía Miara, con letra grande y de imprenta. En su lugar, recibieron uno con olor a nuevo, pero donde ahora se llamaban Reggiardo Tolosa. Lo guardaron en el bolsillo, tomaron un café con el juez y se despidieron. Al otro día, en los registros del colegio secundario ya no quedaban ni huellas de aquel antiguo apellido y comenzaba una nueva historia para ambos.
Matías Reggiardo Tolosa tiene hoy 31 años. Sentado en un café del microcentro, repasa con PERFIL esa historia, la restitución de su identidad, la de un raíd periodístico, la de su relación con la familia biológica y la que aún mantiene con sus apropiadores. Después de la aparición del libro "De vuelta a casa", de la periodista Analía Argento, es la primera vez que Matías decide dar una nota a un medio periodístico. Abierto y reflexivo, sólo prefiere el silencio cuando se le pregunta acerca de Samuel Miara, subcomisario de la Policía Federal, hoy preso en el hospital del Penal de Ezeiza.
Pasado. Matías y su hermano nacieron en abril de 1977 en la cárcel de Olmos. María Rosa Ana Tolosa y Juan Enrique Reggiardo, sus padres, habían sido secuestrados en febrero de ese año y aún no sabían que en realidad no era uno sino dos los bebés que Rosa llevaba en su vientre. Nada se supo de los mellizos hasta muchos años después, cuando las Abuelas de Plaza de Mayo comenzaron a sospechar que los niños que corrían y jugaban en la casa de Miara y su mujer, Beatriz Castillo, escondían un pasado oscuro. Ya les había llegado una denuncia de una prima de Beatriz a quien Miara no había ayudado a localizar a su hija de 19 años (que hoy continúa desaparecida). Pero fue en 1984 cuando ataron cabos, aunque en un principio pensaron que Matías y Gonzalo eran en realidad hijos de la familia Rosetti-Ross.
Luego de la denuncia concreta de Abuelas se llegó a ordenar el análisis genético, pero los Miara se fugaron a Paraguay, un país en plena dictadura de Alfredo Stroessner y donde lograron estar sin ser extraditados hasta 1989. Matías ya tenía plena conciencia de todo lo que sucedía a su alrededor. Tenía 12 años y comenzaba a escribirse el capítulo más doloroso de su vida.
Idas y vueltas mediante, los mellizos aún vivieron cuatro años más con Beatriz Castillo, hasta que en 1993 comenzó el proceso de restitución. Matías tenía 16 años y atraía a los medios de comunicación como nunca podría haber imaginado. Previo paso por una familia sustituta, los mellizos armaron la valija y se fueron a la casa de su tío Eduardo, hermano de su madre biológica, y el único familiar que había reclamado en sede judicial su tenencia. Pero la convivencia fue imposible y Eduardo terminó renunciando a la custodia. Los hermanos volvieron a la familia sustituta hasta que cumplieron la mayoría de edad y decidieron regresar al hogar de su infancia (al de los Miara).
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