Existen realidades que resultan ignoradas por quienes las vivimos y/o sufrimos: una de ellas es que la mayoría de las enfermedades
se curan solas, o sea sin utilizar medicamentos. Ya lo dijo Voltaire: "El arte de la medicina consiste en entretener al paciente mientras la Naturaleza cura la enfermedad".
Un viejo axioma de la medicina indica que se deben tratar enfermos y no enfermedades. La enfermedad ha sido y es el objeto más
importante de estudio de la medicina (aunque debiera serlo el sujeto y su entorno), pero no es más que una construcción que permite
operar mejor sobre la realidad.
De allí que sea difícil ponerse de acuerdo en qué significa estar enfermo o sano. Lo que para muchos es enfermedad, para otros son sólo factores de riesgo o simples sensaciones. La medicina y sus actores, los médicos, resultamos "intérpretes" de esas sensaciones o problemas. Nuestra actuación consiste en comprenderlos y aliviarlos, la mayoría de las veces, sin medicamentos.
Hoy, lamentablemente, nos encontramos ante una medicina que se regocija en la enfermedad, y si no la encuentra, la busca. Y cada
vez que la encuentra, mágicamente aparece una solución, a través de un método diagnóstico o terapéutico, o un medicamento, que
paradójicamente suele ayudar más a las grandes corporaciones farmaceúticas o de tecnología médica que al propio paciente. Y estas
decisiones, suelen ignorar la lógica de nuestra esencia como personas sociales, seres naturales y culturales.
Así, lo que antes eran sensaciones o factores de riesgo, como el colesterol alto, la timidez o la menopausia, hoy se transformaron
en enfermedades. La propia sucesión del binomio enfermedad-medicamento se ha trastocado: muchas veces se le busca al medicamento
la enfermedad que permita utilizarlo.
* Médico Sanitarista y Magister en Sociología. Consultor de la OPS.