La cooperativa laboral El Ágora que funciona en la Unidad 9 del penal La Plata surge como respuesta a las altas tasas de reincidencia delictiva y demuestra que la reinserción social, la reconstrucción y la educación como objetivos primordiales de una prisión son totalmente factibles.
El Ágora está formada por un grupo de internos universitarios que aprovechando la sanción de la ley 14.272 -que determina que todo comercio del rubro gastronómico deberá tener a disposición de los consumidores un 10% de cartas en sistema braille- transcribe y vende menúes para no videntes. Según establece el artículo 4, el 18 de mayo pasado venció el plazo de cumplimentación de dicha ley.
El valor de los menús varía entre 70 y 180 pesos, dependiendo de la cantidad y modelo que el cliente demande. Se puede optar entre tapa plástica, de cartón y de cuero.
Por otro lado, en el taller también se fabrican switchs – también llamados pulsadores – de tipo sonoro al tacto para personas con discapacidad motriz severa.
De esta forma, desde El Ágora no solo se incentiva y capacita a sus integrantes sino que también se crea un vínculo con el resto de la sociedad, rompiendo de esta manera con el innecesario aislamiento total que solo dificulta una futura reinserción social.
De hecho, según sostienen sus integrantes, el objetivo es que la conformación de la cooperativa sea mixta: intra y extramuros. Al salir en libertad ellos planean continuar colaborando con este proyecto. “Creemos que el éxito de nuestro emprendimiento no proviene de proclamar nuestros valores, sino de ponerlos en práctica consecuentemente día a día”, señalan.
Los miembros de El Ágora explican que la importancia del taller radica en que los dos pilares fundamentales para la reinserción social son el trabajo y el estudio. “Es fundamental adquirir las herramientas necesarias para crear nuestras propias posibilidades para el afuera”, sostienen.
Por otra parte, destacan el hecho de sentirse útiles y capacitados para contribuir con la sociedad, al poder mejorar, desde su lugar, la calidad de vida de las personas con discapacidad.
Como está terminantemente prohibido que ellos realicen transacciones comerciales, la venta de los menús se está realizando a través de las páginas de internet y de los familiares de los internos pero cualquier interesado puede colaborar con la causa a través de financiamiento o generando contactos comerciales para sumar ventas.
Por el momento, los ingresos son reinvertidos en compras e insumos y en nuevos proyectos que se están organizando paralelamente. También han recibido donaciones del Rotary Club de Olmos y de la Empresa Instrumédica de Quilmes.
Por otra parte, cuentan con un fuerte apoyo oficial tanto del Ministerio de Producción, la Dirección de Trabajo de la Jefatura y el Juzgado de Ejecución Penal Nº2 de La Plata, a cargo del juez Nicolás Villafañe.
Si bien los miembros de El Ágora aseguran no haber tenido grandes problemas, sí admiten que algunos inconvenientes surgen porque el sistema carcelario no está estructurado aún para fomentar y apoyar este tipo de iniciativas. Sostienen, por ejemplo, que es indispensable la agilización de los trámites y el acondicionamiento de las condiciones de este contexto, donde prima más la seguridad que actividades que en sí mismas favorezcan el desarrollo integral de las personas privadas de su libertad.
Carolina Blanco es junto a María Eugenia Carricaburu la coordinadora del taller, ambas en representación de la Asociación Civil Actitud Emprendedora. Según explica Blanco, ellas dos son la cara visible para la gente que “del otro lado del muro” apuesta a esta experiencia. Su rol implica facilitar un espacio de participación y socialización del saber que posibilite la plena apropiación del proyecto que los integrantes de El Ágora han gestado, convocando a las personas necesarias, en el momento pertinente, para que ayuden a favorecer el desarrollo del proyecto.
“Desde nuestra Asociación Civil promovemos a la autogestión como estrategia de inclusión socio productiva. Los productos no tienen antecedentes penales. Acá, no se busca apelar a la lástima ni mucho menos: comercialmente hablando, se apunta a la calidad y a los beneficios que reportan los productos tanto para los clientes como para los usuarios (personas con discapacidad), que son en definitiva la razón de ser de El Ágora”, sostiene Blanco.
(*) Especial para Perfil.com