SOCIEDAD

Piden ayuda para rehabilitar a un exesquiador accidentado en Bariloche

Está postrado desde hace 13 años, luego de ser agredido a la salida de un boliche. En qué consiste la iniciativa de sus amigos. Galería de fotos

Ayer. Michel Jurvillier, a los 25, en la nieve. Enseñaba snowboard.
| Gentileza Jurvillier

Michel Jurvillier tenía 25 años y, según sus propias palabras, “creía que nada ni nadie podía ponerme límites: era joven, deportista, el consentido de mis padres y tenía todo por delante”. Era instructor de snowboard y acababa de empezar una nueva temporada en Bariloche. Pero una noche, en un episodio que él no recuerda y que quedó sin esclarecer, fue agredido –o atropellado, según reconstruyeron después quienes lo atendieron– a la salida de un boliche y pasó toda la noche inconsciente, en la nieve. Trece años más tarde, esas lesiones neurológicas, más los efectos de la hipotermia y las convulsiones que sufrió, lo tienen en una silla de ruedas sin posibilidades de hablar ni caminar. El drama de Jurvillier es aún más grande, porque su padre se suicidó unos años después de lo sucedido y su madre murió de cáncer apenas un año más tarde. Pero a pesar de esas circunstancias, quienes lo rodean aseguran que su entusiasmo sobrepasa cualquier límite y por eso piden que alguna institución idónea lo beque para poder iniciar un tratamiento que podría derivar en su recuperación casi total.

“En el momento del accidente, Michel no tenía obra social: no había sacado todavía un seguro y su padre había ofrecido pagárselo, pero en el momento del accidente no estaba cubierto. Luego, no logramos que ninguna obra social o prepaga lo aceptara con esos antecedentes. Y hoy sólo recibe una ayuda mínima del Estado, más lo que el alquiler de la casa familiar en Tigre aporta para sus cuidados básicos”, cuenta Diego Hoter, uno de sus amigos de toda la vida, que organiza eventos para promover la venta del libro No todo está perdido, que el mismo Jurvillier escribió junto con Sonia, la persona que lo asiste y con quien incluso debió mudarse a su casa, en Ciudad Evita, porque a ella se le hacía imposible llegar a la casa de Tigre donde él vivía.

“Ese traslado, que ocurrió hace unos cuatro años, también fue traumático para él. Nosotros tratamos de asistirlo en lo que necesite: con un desfile que apadrinó Maru Botana pudimos comprar una silla de ruedas nueva, y ahora estamos juntando fondos como podemos para comprar un auto que pueda ser utilizado para sus traslados a rehabilitación y demás necesidades”, agrega Hoter.

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Pero el verdadero objetivo de dar a conocer la historia de vida de su amigo Michel es “conseguir que se le financie un tratamiento de rehabilitación adecuado, en alguna institución especializada en neurología, porque los médicos que lo han atendido durante todos estos años aseguran que él podría recuperar su movilidad e, incluso, su capacidad de hablar”, dice.

Motivar desde el ejemplo.  “Nosotros siempre le dijimos que tenía que escribir su historia porque de la tragedia que él vive hay mucho para sacar”, asegura Hoter. Pero Michel se les adelantó: cuando se mudó con Sonia, decidió que quería que ella lo ayude a escribir sus vivencias, dictándole y contándole como podía los recuerdos de su vida hasta entonces. “El resultado es un libro muy bello: terrible pero esperanzador”, agrega su amigo.

Para lograr que la historia llegue a la mayor cantidad de gente posible, el libro No todo está perdido se distribuye a través de Mercado Libre y reciben consultas y mensajes en la página de Facebook. Allí, Jurvillier agradece a quienes le dejan palabras de aliento y cuenta su día a día, siempre “con una sonrisa a cuestas”, según aseguran quienes lo conocen.