Reiteradamente los cuentos de hadas, nos relatan historias de princesas y príncipes que ansían conocerse, encontrarse, reunirse y que por no desanimarse y porque el deseo de lograrlo es una intensidad perentoria, finalmente lo logran. Nada en esto ya nos sorprende, por eso ¿por qué podemos leer las miles de variantes que se han hecho sobre este mismo esquema (y han pasado al cine y las telenovelas) y no aburrirnos? Propongo analizar por qué estas historias, tan conocidas universalmente, lejos de aburrirnos continúan resultándonos irresistiblemente atractivas.
Veamos, la princesa del cuento de hadas es una joven inocente, tan buena e ingenua que es incapaz de hacerle daño a nadie, sólo tiene buenos sentimientos para todos. Lo único que ambiciona es enamorarse y vivir su amor junto al príncipe que el destino le tiene reservado. El príncipe sale al mundo a probar y demostrar su valor, lealtad, inteligencia, perspicacia, para hacerlo debe vencer los escollos que lo separan de su princesa.