SOCIEDAD
Chicas peladas

"Restaurarse es un autocastigo"

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Ya desde los tiempos del rey Salomón, que valoraba el cabello de una hermosa doncella y deja testimonio de eso en el Cantar de los cantares, poema de amor que forma parte del Antiguo Testamento, el tema tenía una carga importante. Incluso la historia de Sansón habla claramente del poder del pelo.

No es casual que posteriormente toda la cultura judeo-cristiana se haya dedicado a ocultarlo. Así, vemos a las monjas con sus tocas, las pelucas en la ortodoxia judía y los velos en el islamismo. Ese poder, indiscutible símbolo de lo femenino (incluso más que las lolas), pasó a ser sinónimo de seducción, atracción, de un diablo con cola y pelo de mujer.

En los campos de concentración, las mujeres eran rasuradas no sólo para prevenir plagas sino para uniformar, denigrar y humillar. ¿Que hace entonces que hoy, en el siglo XXI, alguna elija atacar ese poder simbolizado en el pelo?

Por supuesto que no es lo mismo una cabeza parcial o totalmente rasurada de una adolescente que la de un Hare Krishna o la de Britney Spears. Es decir, hay hechos en el proceso evolutivo que marcan diferencias notables. En el caso de la juventud, tiene que ver con una necesidad de transgredir y con el desequilibrio emocional propio de ese momento de la vida. En edades más adultas, la lectura es diferente. Si no es un acto religioso o ideológico, suele ser un autocastigo, un certero ataque personal que tiene que ver con la fuerte carga emocional que está depositada en el cabello.

Cuando una mujer se hace algo drástico en la parte de afuera de su cabeza, algo está pasando adentro. “ Peligro”, avisaría Maitena. En esos casos, lo mejor es evitar la peluquería.

*Psicóloga