Sin lugar a dudas, en los últimos años el sudoku ha sido un juego que ha ganado popularidad de forma notable. Por una cuestión de mecánica de resolución, es un pasatiempo que básicamente pone en funcionamiento dos capacidades cerebrales: la atención y el pensamiento lógico-deductivo.
Presentado en general como una cuadrícula de 9x9 dividida en subsectores de 3x3, ofrece ayudas que permiten dar el puntapié inicial para comenzar la búsqueda de la solución. Diferentes grados de dificultad, otros formatos, variantes interesantísimas, versiones en papel y electrónicas, son parte vital de este apasionante juego.
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Ahora, para desmitificar la cuestión, convengamos que el sudoku no es un juego matemático, como muchos parecen creer. Si bien en la gran mayoría de los sudokus hay que descubrir números, cada juego se puede presentar con letras o los signos que a uno se le ocurran.
Y paradójicamente, su origen está emparentado con el cuadrado mágico: una estructura matemática matricial de rica historia, que incluso aparece en la obra Melancolía I, de Durero.
