Posiblemente, con sólo releer la historia y desde la década del noventa, en especial, el título de empresario siempre fue relacionado con la falta de escrúpulos, la especulación, la explotación y la corrupción; atributos con los que se lo ha vinculado a Omar Chabán, al sindicarlo como tal. Sucesivamente, en todas y cada una de las entrevistas realizadas para este trabajo, surge el inconformismo de quienes se relacionaron con él por el rótulo impuesto desde los medios y por el hecho de haber transformado el nombre de Omar Chabán en un sinónimo de empresario.
Cristian Aldana tenía 19 o 20 años y vivía en Temperley; desde allí se tomó el tren hasta Constitución; era un domingo del año 1987. Nunca había ido a Cemento y esa noche sería la primera vez que vería un recital de punk. “Ahí mismo, en la puerta, ya estaba Chabán gritando: Ya empieza la banda, ya empieza la banda, negociando con todos a ver quién iba a entrar y quién no; hinchando las bolas para que todos entren”, recuerda Cristian.
Para el que luego sería el líder de El Otro Yo, no era fácil juntar el dinero para entrar. “En esa época me costaba mucho laburo acceder al valor de la entrada, por lo que siempre me veía en la obligación de acercarme a la ventanilla y si salía 8 mangos, una suposición, yo tenía 6; entonces le decía: Mirá, tengo 6; y él me contestaba: Juntá un peso más que ya entrás, dale, dale. Yo seguía por ahí diciendo la concha de la lora, porque tampoco me daba para andar pidiendo; hasta que cuando la banda empezaba a tocar y volvía a hablar con él: Loco, tengo 6 mangos, él me decía: Bueno dale, dale, dale, pasá”.
La imagen que se había llevado de Omar Chabán era de alguien accesible, contraria a la que suele tenerse de quienes manejan las puertas de una disco, en donde no se acostumbra contemplar razones, salvo la orden de que todos deben pagar su entrada. “Lo que yo veía era que él, de alguna manera, era accesible como para poder entender que había muchos chicos que tal vez no accedían al valor total de la entrada, entonces se podía hablar, se podía negociar”, dice Aldana. “En esa época yo me enteraba de que había un show, tocaba Sumo y me excitaba en mi casa, decía: Quiero ir, la puta madre; le voy a decir a mi viejo si tiene unos mangos, y conseguía lo que podía. Me daban algo, tenía para el pasaje del tren, pero me colaba para no gastar, llegaba a la puerta y decía tengo tanto y después camino hasta Constitución y me vuelvo colado; y siempre estaba la posibilidad de hablar con Chabán. En esa época, Sumo metía cuatrocientas personas y yo estaba ahí saltando con la gente y todo gracias a Cemento y gracias a Chabán”.
En una de esas tantas noches, en la calle Estados Unidos, los chicos se agolpaban en la puerta intentando convencer a Chabán de que les rebajara el precio de las entradas. Uno de esos chicos se acercó y le dijo si no podía dejarlo pasar por un peso, cuando el costo de la entrada era de dos. “Acompañame”, le pidió Chabán y lo llevó adentro de Cemento. “¿Ves? –le dijo– yo le tengo que pagar a ése, a ése, a aquél... –enumeraba, mientras señalaba al sonidista, al iluminador y al resto de la gente que trabajaba en el lugar. De vuelta en la calle, decidió pagarle los dos pesos. Años más tarde ese chico se convertiría en un periodista de radio y televisión y nunca olvidaría aquella lección.
Cristian Aldana recuerda que una de las tantas veces que fue a Cemento, como público, le sucedió una cosa que le llamó la atención y que, según cuenta, lo marcó mucho y fue la primera vez que sintió aprecio extra por Chabán sin conocerlo. “Fue la vez que se armó quilombo en la puerta con la cana. En esa época la policía estaba más dura, entonces venía a romper las bolas, se quería llevar a un par que se resistían y entonces Chabán abrió la puerta y nos dijo: Entren, entren, entren, y nos hizo entrar a todos gratis no habríamos muchos, seríamos quince personas, pendejitos, yo estaba entre ellos y nos hizo entrar gratis al lugar, porque nos quiso cuidar de que la policía nos pegara y nos llevara”.
Corbata de Carajo cuenta que esa situación era normal y que Chabán respondía de la misma manera. “En Cemento siempre había drama con la yuta, el estar en la puerta ya era un drama; él era como un rockero más, porque se le replantaba a la yuta y decía: Loco, métanse rápido por favor, si es por plata no importa, ahora arreglamos, y nos hacía quedar adelante en el saloncito; decía: Los van a meter presos, los van a revisar, mirá vos como estás todo borracho, te van a llevar preso, metete acá; sabía de qué se trataba la gente o el medio en el que estaba, quizá nunca terminó de ser el empresario”.
Calcado a lo que cuentan Aldana y Corbata fue la declaración que Mariano, de Attaque 77, hiciera a la revista La Mano en julio de 2005, donde describió una situación similar. En aquella entrevista dijo: “Chabán me cuidó más que mi mamá y mi papá”.
La policía de esos años aún conservaba algunas prácticas de la dictadura militar, por eso la importancia extra que Cristian le da. “Esa era una época de violencia, muy dura, donde la policía sentía que tenía poder sobre todos y realmente uno tenía temor cuando se cruzaba con ellos, no era como hoy en día que podés caminar por la calle, cruzarte con un policía y hasta preguntarle por una dirección”. Y vuelve sobre el cuidado: “Abrir la puerta y hacernos pasar en forma gratuita, era una manera realmente de cuidarnos, donde yo digo: no pagué la entrada, pero porque había quilombo y el chabón nos dejó entrar, le chupó un huevo la guita y nos dejó entrar porque nos cuidó de que nos cagara a palos la policía. A partir de ahí yo empecé a sentir un cariño especial por Chabán, dije: ‘Este tipo tiene algo más que solamente lo que transo para poder entrar’”.
El actor Guillermo Angelelli reconoce en Chabán a alguien preocupado por el cuidado del público de sus locales. “Era una cultura que empezaba a generarse y que sufría de los problemas de la adolescencia; como todo momento de ebullición, no había mucho control sobre las cosas, pero dentro de esto él siempre trataba de mantener un cuidado, de hacerse cargo de esa gente que era muy joven y que iba a ese lugar”.
Alguna vez la madre de Angelelli fue a Cemento para ver a su hijo y en la actualidad le recuerda lo que vio. “Ella misma el día de hoy, me dice: Yo ví a Omar sacar él mismo gente del lugar porque estaba borracha o porque hacía algún lío. Era un tipo cuidadoso, por supuesto”.
Con el tiempo, como con muchos artistas, la relación entre Cristian Aldana y Chabán cambió de organizador y público a organizador y músico. Luego de una de las presentaciones que su banda hizo en Die Schule, oportunidad en la que la recaudación no llegó a cubrir los gastos del lugar, “algo así como que teníamos que juntar 3.000 pesos y faltaban 500, y yo venía de una cultura en donde una vez nos había pasado lo mismo en otro lugar y el sonidista al que no le pudimos pagar dijo: Flaco, está bien; me llevo el equipo de guitarra, cuando tengas la guita te lo devuelvo; yo le dije llevátelo, qué voy a hacer, cuando tenga la guita te lo pago en cuotas”, y esa noche en Die Schule, pensó que le sucedería lo mismo.
Cuando las bandas no logran cubrir los gastos de sonido y del lugar, no tienen otra opción que poner el dinero de sus bolsillos, al menos es lo que suele estipularse; pero la banda de Cristian correría otra suerte. “Yo estaba esperando que venga Chabán y me diga: Mirá, vamos a ver cómo hacemos, me llevo la guitarra’. El tipo vino y me dijo: No cubrimos los gastos, pero sabes qué, en la próxima lo recuperamos”.
Más allá de la sorpresa, el cantante de El Otro Yo creyó entender el mensaje que el organizador de Die Schule le estaba dando. “Lo que pensé fue, claro este tipo es recopado, porque para mí era mucha guita y él lo que está haciendo es desarrollando una idea, no es que está haciendo un show puntual para un negocio de mierda, donde quiere chuparle la guita a la gente. El tipo estaba desarrollando cultura, pensaba este grupo tiene algo, hoy les perdono esto y mañana voy a ver, pensaba hasta lo que yo no pensaba y me lo estaba diciendo”; y dice su manager, Gabriel Kaufmann: “Omar creía en lo que vos hacías más que vos mismo. Era un tipo que te daba esperanza. Aparte, te hablaba de igual a igual, estaba todo bien en los recitales de El Otro Yo, nosotros manejábamos todas las entradas, jamás un mínimo de desconfianza, jamás. Más que la postura de empresario, disfrutaba más que yo con el éxito de los chicos. No sé cómo sería esta generación sin Chabán”, concluye.
Aquí podemos hacerlo
María Ucedo, que en los noventa comenzaba a presentarse junto a El Descueve, relata la sensación de apoyo que sentía de parte de Chabán. “Él no era manager, pero tenía toda la cosa esta del apoyo, por eso es raro, porque no se adecuaba según la cantidad de gente que trajeras, te decía: Si hacemos otra fecha seguramente va a venir más gente. Y poníamos el pecho porque seguramente iba a venir más gente”, y cuando el público crecía, ellos eran los primeros en sorprenderse. “Hasta nosotros mismos decíamos: Che qué raro, era en Cemento, la tarde de un jueves frío, de invierno; mirá qué bien”, recuerda María su entusiasmo de esos años.
“Es que Cemento era un lugar anárquico pero con alguien que sabías era tu padrino, tu mecenas, tu tutor, el maestro de ceremonia, si se quiere”, dice Divina Gloria, y completa: “Porque Omar hacía eso, presentaba o quería participar, o no participaba desde el escenario, sino en las luces o en el sonido; es que él no es un empresario, yo cuando escucho el empresario digo pero si no es Fassi Lavalle, es un término que no le va. ¿Quién le puso este título del empresario?”. Juan Acosta dice haberse sorprendido con los conceptos esbozados en los medios. “Después de todo esto que pasó... las barbaridades que he escuchado decir de Omar, yo no lo puedo creer; porque hasta el Presidente de la Nación habló en su contra, claro, como los políticos en algún momento dado quieren salvarse. Todos decían disparates, escuché periodistas decir barbaridades”.
A todos quienes pasaron por los espacios de Chabán les es dificultoso identificarlo con el término empresario, sino que prefieren señalarlo como un par o alguien que los ayudó a crecer. María dice: “Yo era chica y uno se deslumbra muchísimo, pero cuando lo conocí, veía en él realmente un gran interés, para mí Chabán no tenía un costado empresarial. Te abría la puerta, eh pasá, y si vos habías trabajado, más aún; porque él mismo tenía un interés y una búsqueda por el lado del teatro, porque hacía sus cosas. Para mí era un tipo supergeneroso. Es como una frase hecha, pero yo estaba súper agradecida, totalmente agradecida”. Juan Acosta agrega: “Era así, vos ibas y le proponías, mirá quiero hacer esto, y él decía tenés el lugar, se organizaba y se hacía, no había muchas vueltas, es un tipo muy abierto a esas cosas”. [...]
Cuando se organizan festivales con varias bandas chicas, para evitar que cada una de ellas arme y desarme, se estipula que cada banda ponga un equipo, con la finalidad de facilitar el traslado, el armado y la organización del sonidísta. En este contexto es que El Otro Yo, en sus comienzos, fue invitado para tocar en un festival con otras bandas, organizado por Chabán. “Había bandas que no tenían equipo, entonces Chabán me preguntó si podía poner el amplificador de guitarra, y le dije que sí; yo tenía uno solo en esa época que era un Pevy 112”. Lo que Cristian no esperaba, era que mientras una de las bandas tocaba, su equipo se rompiera. “Yo para comprármelo, tuve que laburar cuatro meses, juntar la guita en esa época que no era uno a uno. Me senté con Chabán y le comenté”.
En la práctica, cuando algo así sucede, los músicos deben costear el gasto, pero no fue de ese modo, continúa Aldana. “Me acompañó él personalmente a Blues a comprar un parlante, ni siquiera me dio la plata, vino él conmigo y dijo: a ver, ¿cúal es?, yo necesitaba uno de doce pulgadas, preguntó cuanto salía, ta - ta - ta y me lo compró.
El músico, además, cuenta cómo era el trato a la hora de programar un concierto, “Omar es un tipo de palabra, un tipo en quien se podía confiar, porque yo nunca firmé un contrato con Chabán para hacer ningún arreglo, lo digo de verdad, siempre fue de palabra y nunca hubo quilombo y si lo hubo se resolvió. Y hoy en día se nota la falta de él, se nota la falta de Cemento... es que la cosa se monopolizó”.
¿Cuánto tenés, cuánto tenés?
En referencia a la supuesta obsesión que Omar Chabán tenía por recaudar, Mundy Epifanio dice que “lo de cuánto tenés, cuánto tenés, es que Chabán siempre decía lo mismo, si la entrada costaba 10 pesos, él pretendía que toda la gente que podía pagar 10 pesos pagara 10 pesos y que la gente que tuviese tres pagara 3, pero no por sacarle toda la plata, sino por el hecho de que él consideraba que el arte tenía que ser accesible a toda la gente y entonces si un tipo tenía 3 pesos y entendía que para él el valor de la entrada eran 3 pesos, Chabán prefería dejarlo entrar y no echarlo”. [...]
Años después, Roberto Pettinato junto a Guillermo Piccolini formarían Pachuco Cadáver. La nueva banda comenzó a tocar en Die Schule y luego en Cemento. Piccolini recuerda: “A Omar le gustábamos, o eso creo... él no es un cholulo, es más bien tacaño en el elogio, pero siempre estaba dispuesto a que tocáramos nosotros”. La nueva banda, aunque contaba con un ex Sumo, no tenía mucho público que los siguiera. “Con cualquier festival de 6 grupitos berretas, juntaba más gente que con nosotros y obviamente ganaba más guita; me tomo eso como un gran elogio”, señala Piccolini.
Aunque, claro está, Chabán tenía un negocio que debía mantener. Mundy dice: “También pensaba como comerciante, por supuesto, por algo tenía un negocio, pero hay que pensar que la ganancia de la barra en los recitales de rock es casi nula, la gente gasta un promedio de dos pesos por persona en la barra, no existe, no existe; Chabán nunca vivió de la barra, siempre lo hizo de las entradas”.
En relación con que hayan señalado a Chabán como avaro, Gaby Kerpel remarca que “alguien por ahí dijo que Omar era amarrete, tal vez con la plata, porque en lo demás era muy generoso; él tenía una visión de la plata que a nosotros nos llevó a hacer un montón de cosas y, después de 15 años, seguía habiendo movida cultural”.
Manejar un espacio de rock no es nada fácil, ésa tal vez sea la razón por la que lugares como Cemento no abundan. Por esto es que Cristian Merchot se pregunta: “¿Quién quiere tener un lugar de rock, que no le deja un peso, que tiene muchos problemas? Me parece que no son redituables. El artista de rock por lo general no tiene esponsor, al artista de rock no le importa ponerse la remera de una bebida energizante, ni le interesa que la chica linda le dé la latita; entonces no es difícil, el sonido vale muy caro y las bandas, no todas convocan”, explica. [...]
Cuando Mundy comenzó a manejar a Attaque 77, entendió que era necesaria una acción comercial en relación con las funciones que podía hacer la banda en Cemento. “Nosotros le dijimos: Omar, vamos a vender menos entradas en Cemento. Y él decía: No, pero no seas boludo, mirá que tal grupo vendió más. Porque claro, él también siempre quiso ganar dinero, por supuesto, porque tenía que mantener la estructura, la gente que laburaba ahí y todo.”
Entonces le contó cuáles eran las razones de su decisión: “Yo quiero vender menos entradas, porque quiero desarrollar el grupo y prefiero hacer la segunda función el día siguiente, y generar una acción de marketing, apoyada en las localidades agotadas. Un truco de representante de artistas, como aquel de Los Beatles que había comprado los cien mil primeros discos para que llegara a los rankings, bueno, es un truco similar; por localidades agotadas, generar imagen de éxito. Entonces Chabán me decía: Está bien eso, está bueno eso. Lo entendía y no tenía ningún problema, además yo le decía: Omar, con menos personas la gente se puede acercar más a la barra, tenés más chance de vender un mango más”.
Referente a los arreglos y gastos de los shows que organizaba con Chabán, el manager da detalles sobre la manera de ponerse de acuerdo. “Si él me decía metamos tanto y yo le decía no, metamos más, él me iba a decir que sí, porque en definitiva laburaba al 20 por ciento 25, 30; dependiendo de qué artista y de qué manager, o sea que en última instancia, éramos nosotros los que teníamos el control del negocio.” Y cuenta que la ganancia del organizador era sobre lo que quedaba. “A mí Chabán nunca me dijo vamos a poner menos esto, menos lo otro, más aquello, no; él laburaba al 25 por ciento del neto, quedase lo que quedase, nosotros poníamos el precio de la entrada, nosotros decíamos qué hacer de marketing, nosotros decidíamos todo.”
Esa confianza es remarcada también por el manager de Bersuit, Cristian Merchot. “La relación comercial era muy sana, tenía mucha confianza en mí y de hecho no me controlaba la puerta, ni los tickets, ni la seguridad; si yo quería cuarenta era un problema mío y si quería gastar más en sonido, porque al sonido de él por ahí le faltaba, yo ponía más y él no tenía problemas.”
Quien fuera una de sus socias en la peña La Flor, Isabel Noriega, explica el recuerdo que tiene de su otrora socio, en relación con el manejo del dinero. “Nunca controló si vendía más o menos entradas. Lo que yo le decía era suficiente. Y si alguna noche no era buena de público, directamente no nos quería cobrar su porcentaje.” Las cuentas eran manejadas por sus socias y según relata, nunca hubo objeciones de parte de Chabán. “Jamás me pidió cuentas de nada, eso lo manejaba yo y nunca hubo problemas, siempre fue muy respetuoso de mis decisiones.”
En el mismo sentido, Mundy cuenta la despreocupación del gerenciador en el recuento de tickets, cuando se trataba de managers que conocían el trabajo. “Era un tipo que en el 95 por ciento de los casos, con los representantes profesionales, ni tocaba el dinero, es decir que nosotros hacíamos un show en Cemento, donde lo arreglábamos con tres o cuatro meses de anticipación, llegaba el momento del show y nosotros le llevábamos la mosca y él decía: ¿Cuánto vendimos? ¿Cómo anduvimos? ¿Vendimos bien? ¿Vamos a hacer dos funciones? Y le decíamos, bueno sí, mirá, tanto, le hacíamos la cuenta, qué gastamos, tanto pin pum, bueno tomá, ésta es la tuya; nosotros le dábamos la mosca.”
Es Merchot quien explica: “El que vendía las entradas era Raúl [Villarreal], él era el boletero y hacía los números conmigo, como debería ser en cualquier teatro; en el interior los números no los hago con el dueño del teatro, los hago con el boletero, que suele ser el que maneja los números” y cuenta que la aparición de Chabán era fugaz, “él preguntaba: ¿Che, nos fue bien? Qué bueno; pero no hacía los números conmigo”. Además, estaba la organización en los puntos de ventas, “las entradas las manejaba yo, nosotros podíamos vender en Locuras, Lee Chee y La Cueva; y Omar no debe saber ni dónde queda La Cueva. Eso lo hacíamos nosotros, tanto con Bersuit como con Intoxicados”.
Respecto de los acuerdos, Piccolini dice que “en cualquier caso, que yo sepa, el arreglo con las salas siempre fue algo muy parecido a un alquiler del local con la barra para Omar. Nunca entendí por qué se lo acusa de todo lo que pasó a él, y el grupo pareciera ser una víctima de su desaprensión”.
Hay lugar para todos
“Yo lo tengo muy claro, a Chabán le pasó lo que le pasó, porque era tan bueno que permitía a todo el mundo hacer lo que quisiera. Yo se lo dije cien veces ¿para qué haces estas cosas, por qué seguís con todos estos artistas? le decía no te metas con esta gente, ni con éste, ni con el otro, ni con el de más allá”, recuerda Mundy, pero aclara que no quiere que esto parezca sectario, “siempre le dije ¿para qué tanto quilombo? cuando venían los grupos Exploited o GBH, ¿para qué los hacés tocar en Cemento si te van a destrozar todo el barrio veinte cuadras a la redonda?, y él me decía: Y bueno, pero dónde van a tocar, y no sé qué”.
Si hay algo que es innegable, es la disparidad de las propuestas que Chabán presentaba, razón por la cual el punk pudo dar sus primeros pasos en nuestro país. “Nunca dijo esta música, este grupo o esta actitud no tocan, siempre dijo sí, sí, sí; incluso cuando no ganaba un sope, porque cuando hacía esos festi punky de 25 grupos, que eran un desastre total, que rompían todo y no consumían ni agua, por ese simple hecho de que los pobres pibes, si no tocaban ahí ¿dónde iban a tocar?”, remarca Mundy.
* Christian Sánchez: nació en Buenos Aires en 1977. Comenzó a trabajar en radio a los 14 años. Colaboró en la revista TXT, en Hombre y actualmente en La Mano.
* Ariel Panella: nació en Mina Clavero en 1969. Se inició en el periodismo a los 18 años. Fue productor y conductor de radio y televisión. Actualemnte colabora en distintos medios nacionales.
* Miguel A. Sánchez: nació en Buenos Aires en 1948. Comenzó en el diario La Razón. trabajó en Editorial Perfil y en distintos semanarios nacionales. Actualmente realiza periodismo de investigación.