SOCIEDAD
Crónicas de una nueva realidad

Un accidente y falta de oportunidades: la historia de 2 mujeres que se reinsertaron laboralmente a los 50 años

Con dificultades diferentes pero en situaciones parecidas, Patricia y Marta salieron adelante buscando empleo con la ayuda de una organización. Viven en hogares para mujeres pero ya sueñan con un lugar propio. Dos casos significativos de la Fundación Cultura de Trabajo.

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Fundación Cultura de Trabajo | CEDOC

Patricia tiene 56 años y Marta, 49. A pesar de haber transitado distintas dificultades, su situación es similar a la de cientos de personas en situación de vulnerabilidad que aunque intentan conseguir trabajo se sienten “expulsadas” del mercado laboral por varias razones. Más allá de la falta de oportunidades y sus realidades familiares, hoy en día ambas están en una etapa donde desarrollan actividades y se animan a volver a soñar con sus proyectos. 

"Primordialmente, es querer", señala Patricia a la hora de definir la perseverancia en la búsqueda de trabajo. "Si no se quiere, no se sale adelante. Toqué mil puertas, pedí empleo a personas famosas, nada se dio pero seguí", agrega. En ese sentido, afirmó: "Me ofrecieron plata, planes sociales, pero yo no quiero eso para mí, porque significa meterse en un mundo oscuro".

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Marta concuerda con ella. Asegura que si se encuentra con una persona que ha padecido su misma situación, la ayudaría "hasta donde pueda" porque "nunca hay que cerrarle la puerta a nadie". Entre las dos arriban a una misma conclusión: si pedís dinero y te lo dan "en 5 minutos se acabó" pero si tenés un trabajo y "lo cuidás, es una posibilidad de crecer en él y en tu vida".

Además, agradecen haberse contactado con la Fundación Cultura de Trabajo, que básicamente representa un "puente" que iguala las chances para quienes desean y necesitan trabajar.

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Una de las participantes de la Fundación Cultura de Trabajo.

Patricia es oriunda de la Ciudad de Buenos Aires. De muy chica comenzó a trabajar en el comercio de su familia. Estudió para ser maestra jardinera y aunque nunca fue docente se dedicó mayormente a cuidar niños. Comenzó a estudiar Contabilidad pero en la facultad se sentía "sapo de otro pozo", y se recibió durante la pandemia de Covid. Las vueltas de la vida hicieron que se alejara de su entorno y en los últimos años residió en distintos refugios para mujeres solas.

Antes del lugar actual en el que se encuentra, vivió algunos episodios complicados. "Estaba en un hogar que era una porquería: no tenía asistencia social, médica ni psicólogos. La dueña es una señora que le dieron un predio, mete gente ahí y la maltrata", recuerda.

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Marta también es porteña, está divorciada hace 20 años y tiene tres hijos. Todos ellos son mayores y el más chico, de 20 años, fue papá. Ella estudió hasta segundo año de la secundaria, quiso ser modelo y se inició en el mundo de diseño de moda, pero su ex esposo "la celaba por todo" y no pudo progresar con sus estudios y trabajo. 

Su experiencia laboral se dio especialmente como trabajadora de limpieza, pero algunas de las actividades que realizaba se vieron limitadas luego de haber sufrido un accidente en la pierna por el que debió ser internada. No le impide trabajar, pero sí hacer grandes esfuerzos.

Actualmente vive en un hogar en el partido de Vicente López, y a pesar de su problema, es una mujer a la que le gusta estar siempre en movimiento. "El accidente me frenó un poco pero siempre seguí adelante por mis hijos", dice.

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Otro de los participantes de la fundación en uno de sus trabajos.

Un mundo de oportunidades laborales

Sin embargo, las dos expresan que transitan un cambio positivo desde que se contactaron con los chicos de Cultura. De manifestar sentirse "protegidas" a recibir un "espaldarazo" para seguir un camino distinto en el mundo laboral. ¿Quiénes son los chicos de Cultura? Voluntarios y asistentes de la Fundación, un programa de intermediación laboral destinado a personas en situación de vulnerabilidad socio-habitacional.

Una de ellas cuenta que las coordinadoras del hogar advirtieron su experiencia y ganas de trabajar y la derivaron a esta ONG. La fundación le confeccionó un Currículum, consiguiéndole entrevistas y cargándole la tarjeta SUBE para trasladarse hasta que cobró su primer sueldo. También le consiguieron un celular, herramienta que para quienes no pueden acceder a esta tecnología hace que queden prácticamente fuera del mercado.

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Además de un "banco de celulares", la fundación, que cuenta con sponsors y recibe donaciones, tiene un "banco de ropa" para darle prendas a los participantes que las necesiten a la hora de presentarse a las entrevistas. Esto se suma a un acompañamiento más integral, donde se mantienen comunicados con ellos y los empleadores para seguir su evolución

La otra mujer llegó a la Fundación de una manera distinta. Luego de ser echada de la pensión, servía el desayuno en una asociación sin fines de lucro cuando les pidió ayuda a las autoridades del lugar. La pusieron en contacto y desde allí la asistieron para "simplificar y hacer más práctico" su CV y contactarla con potenciales empleadores.

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Fundación Cultura de Trabajo.

Hoy en día Patricia tiene un empleo en una fábrica de rulemanes y es la "única chica" entre varones. "Me tratan muy bien y me siento muy cómoda", afirma. También trabaja como asistente de un contador de manera temporal, para realizar algo más cercano a lo que estudió y que tanto le gusta. En tanto, continúa sirviendo el desayuno en la organización, una faceta de su vida que quiere mucho.

Con ese panorama se anima a soñar: para ella, "dar el batacazo" sería poner su propia consultora como contadora y a raíz de ello pensar en otros proyectos, como una casa propia.

Marta, por su parte, sigue desempeñándose como personal de limpieza y está muy contenta con el trato que recibe por parte de sus empleadores. Su máximo deseo es dejar el hogar y poder alquilar su lugar propio, pero antes está comprando con sus ahorros electrodomésticos y otras cosas que precisa para equiparse.

FP / MCP