Más de un millón y medio de niños en la Argentina no recibirán hoy un regalo ni saldrán a pasear. No jugarán con el resto de los niños de la familia, no se sentirán especiales ni serán consentidos porque hoy es su día. Quizá, no sonrían en todo el día porque alguien, aprovechándose de su pobreza, les robó su infancia y los puso a trabajar.
Según un informe global realizado por el Ministerio de Trabajo y la OIT-IPEC hay en el país más de un millón y medio de niños que trabajan. El relevamiento data de 2002. Desde entonces, las cifras no se han actualizado.
En 2004, el Observatorio de Trabajo Infantil y Adolescente realizó la Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes en el marco, también, de la cartera laboral. De allí se desprende, por ejemplo, que del total de niños y niñas de cinco a trece años que trabajan el 27 por ciento lo hace en un negocio, una oficina, un taller o una finca. Entre cartoneros y vendedores ambulantes suman, por su parte, el 24,5 por ciento.
Igualdad, trabajo y educación. Hoy en día, pese al trabajo de organismos independientes o la acción de espacios como La Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil, el trabajo infantil sigue existiendo. “Hay una política pública en contra del trabajo infantil que produce algunas acciones y algunos programas, pero no hay una solución de fondo del problema”, explica la licenciada Daniela Zulcovsky, miembro de la conducción directiva del Comité Argentino de Seguimiento y Aplicación de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño (CASACIDN).
“La solución de fondo pasa porque los padres tengan trabajo, porque haya un ingreso ciudadano para la niñez, porque los chicos puedan ir a la escuela, que los padres no los exploten. Tienen que cambiar muchísimo las políticas públicas como para que el número de chicos explotados descienda”, agregó la profesional.
Entre la tierra y el sol. Las actividades a las cuales son sometidos los niños son diversas. Las más comunes se dan en la industria textil, la del calzado, en la construcción, la minería y en la fabricación de ladrillos. Además, miles de niños trabajan en la vía pública o son explotados sexualmente. Más de la mitad de los niños que trabajan lo hacen en el sector rural. Allí se los utiliza para la recolección de zanahoria, tomate, arándano, vid y calabaza, entre otros productos.
“En el caso de la recolección de ajo y cebolla, los chicos son mejores que las máquinas, que marcan los frutos y después se complica exportarlos. Lo mismo pasa con la recolección de huevos”, cuenta Gustavo Vera, presidente de la Cooperativa La Alameda. Los miembros de esta ONG, que busca combatir el trabajo esclavo, saben del tema.
Tras una investigación realizada en las plantaciones de ajo en Mendoza pudieron demostrar la terrible situación que atraviesan los chicos. Además, trabajaron en conjunto con otras agrupaciones para desenmascarar el estado en que viven familias enteras en las granjas avícolas Nuestra Huella SA, ubicadas en Exaltación de la Cruz. Allí, “el trabajo infantil en masa está constatado”. La denuncia por “trabajo infantil”, “reducción a la servidumbre” y “fraude al fisco” ya está realizada y se esperan novedades para dentro de un mes.
Carta al Gobierno y a la Mesa de Enlace. El 11 de junio, pocos días antes de las elecciones, integrantes de La Alameda y del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) le pidieron a la Mesa de Enlace que expulse a las empresas que explotan a los niños de sus filas. En una nota entregada a los ruralistas figuraba una lista de 22 empresas comprometidas.
El 31 de julio, cuando comenzó el diálogo entre el Gobierno y las autoridades rurales, se repitió el pedido y se solicitó que el tema del trabajo infantil sea tratado en la reunión. En esa ocasión, representantes de la Sociedad Rural Argentina les informaron que no había empresas explotadoras bajo su ala, pero que denunciarían a las que tengan chicos explotados. Hasta ahora, no se han mostrado avances, y el tema no fue todavía tratado, pese a la importancia central que merece.
(*) Redactora de Perfil.com