José Luis Alesina tiene 54 años y vivió la época de esplendor del cine-teatro Aconcagua, que alguna vez fue el corazón cultural de Devoto y Villa Pueyrredón. Su abuelo, José Patti, un inmigrante italiano dedicado a la construcción, puso en marcha aquel edificio en 1945. Tenía 1.200 butacas de cuero, telón rojo y pisos de parquet. “Había que venir bien vestido, en jean y zapatillas no te dejaban entrar,” recuerda José Luis.
El Aconcagua cerró en 1988 y desde entonces, José Luis no dejó de pensar cómo recuperarlo. El año pasado se contactó a través de Facebook con otras personas que compartían el mismo sueño y formaron la Asociación Civil Aconcagua.
“Hace veinte años me fui del barrio, pero cómo olvidar el primer cine que pisé en mi vida, no nos pueden robar la historia”, escribió Graciela Gazzano en el muro de Facebook, que reúne a 3.172 defensores de ese cine.
Por su parte, unos cuarenta vecinos de La Paternal se reúnen en la puerta del ex cine Taricco para pintar remeras con el lema “Recuperémoslo”. “Su recuperación es el único proyecto en el que todas las generaciones del barrio estamos de acuerdo”, dice Ricardo Flores, miembro del Grupo Taricco y vecino de La Paternal desde hace cincuenta años.
El problema de los cines de barrio es lograr que se sustenten en el tiempo. El auge de la televisión, el avance de los multicines y el consumo hogareño de películas son algunos de los factores que explican su caída. Mientras en 1950 había 2.190 salas en todo el país, hoy no superan las 300. Y sólo en 2011 cerraron 28 en la Ciudad, según datos del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa). El Atlas Santa Fe y el Atlas Lavalle son otros dos casos.
Para Mónica Capano, secretaria de la Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural “la mejor opción es pensar en cines-teatros con oferta múltiple. Es fundamental la autogestión de los vecinos”. Y esa la estrategia de quienes luchan por su reapertura. “Pedimos que Taricco se expropie y que el Ministerio de Cultura se haga cargo”, exige Flores.
“La idea es que se monte un centro cultural a través de una gestión compartida”, describe. El énfasis en la “gestión compartida” busca evitar la experiencia del cine 25 de Mayo de Villa Urquiza: fue reabierto en 2008 y funciona como un anexo del Centro Cultural San Martín, pero los vecinos que lucharon por su recuperación denuncian que el Gobierno porteño no les permite formar parte del espacio.
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