SOCIEDAD
Sinsentido común

Xenofobia del lenguaje: cuando las palabras discriminan

Sin darnos cuenta (y a veces no tanto), solemos utilizar términos que atentan contra la integridad de los otros. <strong>¿Se puede ser un discriminador inconsciente?</strong>

| CEDOC.
El humor negro es aquel que conlleva cierto “mal gusto”; en las fiestas negras abundan la promiscuidad, las drogas, y el alcohol -hábitos que la sociedad condena -; cruzarse con un gato negro puede ser un terrible designio; los trabajadores que están “en negro” son aquellos que no aportan al sistema y deben ser “blanqueados”; la magia negra es un “arte supersticioso que pretende obrar cosas extraordinarias con ayuda del demonio”; las transacciones comerciales ilegales se realizan en el “mercado negro”

Aunque muchas veces no nos demos cuenta, las palabras que pronunciamos a diario poseen un claro sesgo discriminatorio. Su utilización se encuentra tan naturalizada que las repetimos casi sin pensar, incurriendo en una suerte de “xenofobia del lenguaje”. Pero, ¿se puede ser un discriminador inconsciente?

Para María José Lubertino, titular del Instituto Nacional contra la Xenofobia, la Discriminación y el Racismo (INADI), sí. Por eso, días atrás lanzó la campaña “Las palabras discriminan, no discrimines”, que tiene el fin de remarcar cómo a veces se utilizan sistemáticamente y casi de forma “natural” frases descalificadoras.

“Las palabras propiamente dichas no discriminan, es una manera de expresarlo”, aclara Lubertino, para quien lo más importante es “hacer reflexionar a la gente sobre estereotipos y prejuicios de la vida cotidiana” y aquellos términos que “repetimos sin conciencia y terminan generando violencia concreta”.

“Y qué querés, son bolitas…”, “¡Gordo, al arco!”, “Es un negro villero”, “¡Dale, mogólica!”, “¡No llores, maricón!”, “¡Andá a lavar los platos!”, son algunas de las frases que se pueden ver en laterales de colectivos y andenes de subtes como parte de la campaña del INADI.

Por supuesto, a veces aquel que discrimina recurre a estos términos en forma voluntaria con el objetivo de afectar a un tercero. “Lo hacen para insultar a alguien, pero en realidad no son conscientes de lo que le ocurre a las personas que están aludiendo”, explica Lubertino a Perfil.com. “A veces no tienen conciencia de lo que hay detrás de cada palabra”, asegura.

El caso de la palabra “negro” es especialmente simbólico. Su uso discriminatorio está tan arraigado que parece algo natural, lo que lleva a esa suerte de repetición “inconsciente”. A lo largo de la historia, se ha ido instalando como una forma de descalificar y denostar, dotando de un sentido peyorativo a personas, cosas, prácticas y sucesos de diversa índole.

Por eso, no extraña que el “crack” de Wall Street en 1929 sea recordado como el “jueves negro”, o que Bartolomé Mitre haya escrito alguna vez que una cuenta secreta de dudoso origen que el General Don José de San Martín habría abierto junto a Bernardo O’Higgins en un banco de Londres, era sólo un “punto negro” en la ejemplar existencia del más grande héroe que tuvo nuestra patria. Ni hablar de la denominación de "listas negras" que en las más diversas latitudes han recibido los "inventarios" de aquellos que se pretende censurar o directamente aniquilar.

La literatura, el cine y la televisión también abundan en ejemplos. Quién no recuerda al “Pulpo Negro”, ese macabro personaje de Narciso Ibañez Menta; o esos relatos medievales en los que siempre había un caballero negro dispuesto a infundir el terror y propenso al derramamiento de sangre (por supuesto, siempre era derrotado por un caballero blanco). El periodismo tampoco está exento: aún pueden leerse titulares que hablan de una “jornada negra” (muy negativa) en la Bolsa o la “tarde negra” de un equipo o un jugador de fútbol que ha caído en desgracia.

Lo negro, en todos los casos, aparece como sinónimo de ruin, infeliz, desafortunado, y hasta peligroso. Los diccionarios se refieren a “lo mínimo de cualquier cosa”, o aquello que no tiene blancura o “el color que le corresponde”. En contraposición, lo blanco designa la pureza, la inocencia, lo bueno, lo transparente, la luz opuesta a la oscuridad.

No parece fácil luchar contra esta forma tan bien disfrazada de xenofobia. Sin embargo, existe la posibilidad de ir resignificando las palabras que utilizamos y no sería extraño que a lo largo de los años fuéramos asistiendo a una paulatina desaparición de estos usos de la palabra “negro”. Es más, quizás algún día hasta haya que cambiar la notación musical actual y la “negra”, por fin, deje de ser “la mitad de una blanca”.

(*) editor de Perfil.com