SOCIEDAD
crecer a partir de los errores

“Yo aprendí del aplazo”

A raíz del debate por la eliminación de las notas 1, 2 y 3 de los boletines, PERFIL convocó a reconocidas personalidades para que cuenten sus experiencias al desaprobar materias.

Alberto Cormillot
| Cedoc Perfil

La polémica por los aplazos se instaló luego de que la provincia de Buenos Aires anunciara el Nuevo Régimen Académico del Nivel Primario, donde se modifica el sistema de evaluaciones (se elimina el 1, 2 y 3 y la desaprobación va del 4 al 6); y permiten que los alumnos pasen de grado hasta con una materia reprobada (ver aparte). En ese contexto, el debate que se abrió permite pensar, más allá del decreto provincial, en la importancia del estudio en los años que duran tanto la primaria como la secundaria, y lo que un aplazo significa en la vida de los estudiantes. Consultados por PERFIL, referentes de distintas áreas recordaron sus experiencias a partir de los aplazos durante su escolaridad.
“Yo me crié con la cultura del aplazo, que era un indicativo de que algo iba mal. Pero en mi caso me enseñaron el valor de los límites, no me generaron un trauma; de hecho en la universidad estudié mucho y terminé antes de tiempo, porque dediqué muchas horas al estudio”, dice el médico Alberto Cormillot, al que además echaron de dos colegios por mala conducta. “Era un rebelde”, agrega. Como él, muchos sufrieron aplazos, en su mayoría en la secundaria. “El secundario es un momento para socializar y fortalecer la personalidad, yo me llevé muchas materias, siete en primer año, pero no me generaron ningún estigma o problema con mis compañeros. Al revés, a los que cargábamos era a los más nerds”, dice el periodista Alfredo Leuco, para quien haber rendido materias en diciembre le sirvió para fortalecerse frente a los exámenes. “Llevarse una materia es tropezar y ponerle más esfuerzo”, sostiene.

En el caso de la actriz y productora Teresa Costantini, haber tenido un aplazo durante la primaria la marcó: “Me arruinó mi boletín que tenía diez en todas las materias. Fue en segundo grado y no me olvido más; me mandé una macana y las monjas fueron tajantes. Aprendí la lección y me sentí pésimo con la marca roja. Además me perdí el cuadro de honor. En la secundaria no me llevé ninguna materia”, recuerda. Esa marca en sus boletines les hizo redoblar los esfuerzos. Tal es el caso del vicepresidente de la Legislatura porteña, Cristian Ritondo, quien cuenta que “tuve un 3 en Francés y un 1 en Caligrafía, no me olvido más. A partir de eso me obligué a hacer todo lo posible para que no me volviera a pasar”. Lo mismo le sucedió al diseñador Martín Churba, que rindió en diciembre Geografía de cuarto año. “Después de esa experiencia no me llevé nunca más materias”, agrega.
Matemática, Física y Química son algunas de las materias que más problemas trajeron a los consultados. “Siempre tenía aplazos en Matemática y en Física. Me costó muchísimo porque no entendía que A más B es igual a C, y no me gustaba estudiar de memoria. Pero viví esas notas bajas con normalidad y rendí esas materias las veces necesarias para pasar de año y recibirme sabiendo que a futuro no serían troncales en mi profesión. Eso me estimuló para estudiar más”, dice la abogada Ana Rosenfeld, que cursó la secundaria en el Carlos Pellegrini. Allí también estudió el asesor de emprendedores Andy Freire, que tuvo que rendir Matemática en cuarto año. “En el examen me saqué 10 y en quinto año no me llevé ninguna”.

Matemática también fue un problema para los legisladores porteños Aníbal Ibarra, Gabriel Fuks y Carmen Polledo. Para esta última “no era lo mismo sacarse un 10 que un uno”, explica, y agrega: “yo hice un bachillerato en Letras, y Latín y Matemática me costaron mucho, pero con esfuerzo pude mejorar”. Ibarra recuerda que era un alumno “regular”, y que también desaprobó Química en cuarto año. “El aplazo me sirvió para repasar la materia y rendirla bien en diciembre, y para no llevarme más materias en los años siguientes”, dice el legislador que asistió al Colegio Nacional Buenos Aires. Allí también estudió Fuks, que además de Matemática y Física debió rendir más de una vez Dibujo. Aquí el aplazo no fue muy rendidor. “No recuerdo que haber tenido que reiterar exámenes me haya transformado en un Miguel Ángel. Más bien todo lo contrario”, recuerda. Algo similar vivió el filósofo Tomás Abraham, quien asegura que “no me sirvió para nada el aplazo. Me aplazaron en tercer o cuarto año en la secundaria, y me molestó mucho porque fue lo único rojo en la libreta. Soy una bestia dibujando”.

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Tener que estudiar durante las vacaciones de verano, mientras los alumnos que no se llevaron materias pueden disfrutar de los días libres es una de las cosas que más recuerdan quienes sufrieron un aplazo. “Me llevé Matemática en tercer año y me quedé todo el verano estudiando en la casa de mi abuela, mientras mi familia estaba de vacaciones en Mar del Plata. Por suerte la rendí bien y después no me llevé más materias. Fue una lección que nunca olvidé”, dice el empresario inmobiliario Rodrigo Fernández Prieto, que fue al Instituto French de Avellaneda. Lo mismo le pasó a Martín Cabrales, empresario de la firma que lleva su apellido, quien cursó sus estudios en Mar del Plata, y a partir de segundo año de la secundaria tuvo aplazos en Matemática, Física y Química. “Por un lado es un embole porque tenés que estudiar mientras otros están en la playa; pero por otro lado es una forma de que los chicos aprendan que conseguir las cosas requieren un esfuerzo. Esa frustración te prepara un poco para lo que viene después”, dice. También el senador del PRO Diego Santilli, recuerda esos veranos donde los demás descansaban y él estudiaba. “Decidí ponerle más polenta durante el año para poder disfrutar y que no volviera a sucederme. Me enseñó el sentido de la responsabilidad y el orden en mis tiempos”, dice.

“¡Es mejor que no hable de mis aplazos! Pero sin duda me enseñaron y me hicieron más responsable”, agrega por su parte Gustavo Yankelevich. Y la filósofa Diana Cohen Agrest, que tuvo sólo dos aplazos en la secundaria (Biología y Matemática) dice que “más allá de lo anecdótico, de cuántos aplazos sufrimos, la vida es una cadena de aplazos y gracias a ellos y a las derrotas y las frustaciones, crecemos. El `éxito´, en cambio, es apenas un impostor”.

Informe: Patricio Navarra, Claudio Corsalini, Gisela Nicosia, Nadia Galán y Silvina Márquez.