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Los 10 lugares más peligrosos y fascinantes de la Tierra

Recorrer el planeta puede ser una aventura extraordinaria: una isla en Brasil sólo habitada por serpientes, un mar formándose en vivo y en directo, un colchón de cuchillas unidos por las tiritas de puentes colgantes, un lago a 92º C… Y mucho más.

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Destinos tenebrosos y peligrosos. | yotube

El planeta Tierra es sorprendente tanto por su belleza como también por sus peligros. Si se elaborara un ranking de los destinos más temibles, allí debería mencionarse Malstrom, en Noruega

Cerca de la ciudad de Bodo, en los fiordos noruegos de Skjerdstadtfjord, un whirlpool marino se traga todo a su paso, incluso un buque de gran porte. El fenómeno se conoce con el nombre holandés de Malstrom, que significa “corriente trituradora”. La ciudad más próxima es Saltstraumen. Ahí, varios canales estrechos, muchas islas y corrientes marinas intensas se combinan para crear turbulencias en la superficie. 400 millones de toneladas de agua atraviesan un estrecho de dos kilómetros de longitud a 160 km/h y asoman turbulencias que pueden formar el malstromm, con conos de remolinos que nacen a nueve metros de profundidad.

El Jardín Alnwick, en Escocia, es el más mortal del mundo, ya que en él crecen unas 100 plantas asesinas, las más peligrosas que se conocen en el reino vegetal. Desde la amapola hasta la cicuta, la única forma en que se le permite a una planta echar raíces en esta pradera escocesa es que sea letal para los humanos. Ofrece visitas guiadas con escalofríos garantizados: “basta con rozar el acónito, también conocido como ‘matalobos’, para que aparezca un hormigueo en la boca. Si se siente eso, ya es tarde…”, explica el guía. Está inspirado en el jardín que tenía la familia Medici, en Florencia, para encerrar en él a sus enemigos.


También en Inglaterra, Holdge Close es una vieja mina de pizarra en Cumbria. Sólo el ingreso escalofriante da miedo: la cueva recortada contra la roca se refleja en la superficie del agua y compone un cráneo que nos mira amenazante. Sin embargo el mayor peligro lo conforman las aguas heladas de un túnel de 25 metros de longitud y 100 de profundidad, increíble destino de buceadores temerarios. Allí, quien sobrevive al frío puede morir escalando las rocas verticales y nada en la zona está vallado.

La Cueva Gouffre Berger se descubrió en 1956 sobre la cadena montañosa Vercors, en Engins, sudeste de Francia. Varias personas perdieron la vida intentando descender su grieta vertical de 1.220 metros, un auténtico viaje al centro de la Tierra. Quienes lo han logrado, dicen que la recompensa es un hermoso lago prístino en el fondo. Es una de las 12 más profundas del planeta, pero además de ser accesible solo para valientes, está tapizada de estalactitas, estalagmitas y cuando llueve se eleva el nivel del agua subterránea y la cueva se transforma en una trampa mortal. 

El Monte Namfjall, en Islandia es una de las zonas con mayo actividad volcánica del país nórdico. Fumarolas, barro en ebullición y el nauseabundo olor a huevo podrido del sulfuro de hidrógeno se combinan en este paisaje lunar tóxico en donde no se puede permanecer más que unos minutos.

El cráter del Desierto de Karakum es tan tenebroso que bien merecido tiene el apodo de “la puerta del infierno”. A 240 kilómetros de Ashgabat, la capital de Turkmenistán, se trata de una boca en llamas que se abre en este inmenso mar de arena negra que se extiende 284 900 km2 en suelo asiático. En 1971, cuando el país aún integraba la Unión Soviética, se hizo una perforación de 20 metros en busca de petróleo y se encontraron con una caverna de gas metano que se tragó maquinarias y operarios por igual. Los geólogos pensaron que haciéndola explotar, el gas se consumiría, pero todavía hoy es una llama votiva: nunca se extinguió.

En la costa oeste de la isla de Madagascar, existe un colchón de agujas en punta, gargantas, cuevas y desfiladeros intercalados con bosque seco, sabanas, lagos, manglares y tantos hábitats biológicos diversos que se lo llama “el octavo continente”.

Los paisajes de fantasía del Parque Nacional Tsingy de Bemaraha («donde uno no puede caminar descalzo», en lengua malgache) se formaron hace 200 millones de años y ocupan 1.500 km2.

Puede recorrerse atravesando una red de peligrosos puentes colgantes que enlazan las rocas de piedra caliza. Es obligatorio ir con arnés y aunque se tengan buenas condiciones físicas, no sería una buena idea prescindir del guía.

Para llegar al Lago Hirviente de Dominica, en el corazón del volcán Morne Trois Pitons, hay que atravesar el tupido verde valle de la Desolación y le parecerá imposible que dos paisajes tan opuestos pudieran unirse en el Mar Caribe. El lago gris en constante ebullición alcanza temperaturas de 91,5 º C en la orilla y, desde que se descubrió en 1875, nadie pudo medir la temperatura en el centro de esta masa de agua vaporosa de 70 metros de ancho y más de 59 metros de profundidad. El terreno que lo rodea es resbaladizo, peligroso y caerse al agua significaría pelarse como una gallina o algo mucho peor.

En el Cuerno de Oro africano, el Triángulo de Afar, en Etiopía es una depresión geológica en constante movimiento en donde el desplazamiento de las placas tectónicas africana y arábiga hace que una cresta submarina emerja sobre la tierra, una rareza como pocas.

Se cree que aquí, en Africa, un día, se formará un mar que unirá el Mar Rojo con el Océano Indico.

Obviamente es el paraíso de los geólogos dispuestos a soportar veranos de 60º C, geysers escupiendo azufre, terremotos y suelos de sal y algas resbaladizas.

Isla da Queimada Grande, a 33 kilómetros de la costa de San Pablo, es el lugar que jamás pisaría Steven Spielberg, fóbico a las serpientes que aquí se reproducen a una tasa de cinco por metro cuadrado. Igualmente, aunque quisiera, nunca lo lograría ya que ingresar está prohibido excepto para equipos médicos con permisos especiales: buscan sueros antiofídicos. Hace 40 años, se descubrió aquí el captopril, utilizado para combatir la presión arterial. Especies únicas en el mundo, como Bothrops insularis, sólo se encuentran en este hábitat y son cinco veces más venenosas que las del continente. Algunos cazadores furtivos no les tienen miedo y están dispuestos a llevarse alguna para cobrarla us$ 30.000 en el mercado negro.