La población mundial crece a un ritmo sostenido y las proyecciones indican que de los 7.300 millones de habitantes pasaremos a 8.400 millones en el año 2030 y a 9 mil millones hacia el año 2050.
El aumento de la población implica un aumento proporcional del consumo de bienes y servicios básicos por el cual en el año 2030 se deberá atender un crecimiento en la demanda de alimentos del 50%, en energía del 45% y en recursos hídricos disponibles del 30%. En consecuencia, el mundo deberá incrementar la producción de cereales y oleaginosas en mil millones de toneladas por año. Esto significa que sólo en los próximos cuarenta años tendremos que producir la misma cantidad de alimentos que en los últimos 10 mil años.
La soja, alimento base de la producción de proteínas, ocupará el centro de la escena alimentaria y quien controle su flujo ocupará un rol determinante en un mercado internacional de gran complejidad.
Situación del país. ¿Cuál es la perspectiva de nuestro país? Argentina es uno de los pocos territorios del planeta donde existe tierra fértil no utilizada, agua dulce en cantidad y disponibilidad de producción alimentaria y, por lo tanto, el crecimiento de la demanda mundial es una gran
oportunidad para protagonizar dicha expansión. En números concretos, y solamente para los próximos quince años, el crecimiento implicará pasar de los 100/110 millones de toneladas de producción agraria actual a unos 150/160 millones de toneladas hacia el año 2030. ¿Cómo lo haremos?
Si bien las condiciones naturales nos acompañan, el mundo actual requiere algo más que el viejo modelo agroexportador sobre el cual se fundó y desarrolló el país. La participación del sistema de educación superior en los procesos de innovación y desarrollo hará la diferencia.
Nuestra capacidad de respuesta dependerá del desarrollo que alcancemos en ciencia y tecnología a fin de lograr sistemas productivos con alto valor agregado en origen, con métodos ambientalmente sustentables y garantizando un trabajo de calidad. ¿Cuáles son las herramientas que permiten a la Universidad hacer frente a los requerimientos de esta nueva realidad?
En la última década, la tasa de doctores de posgrado cada millón de la población económicamente activa en nuestro país ha llegado a más de cien, consolidándose como una de las mayores tasas de Iberoamérica, y hemos duplicado el número de investigadores que se encuentran vinculados directa o indirectamente a las Universidades Nacionales.
No obstante, existe una bajísima tasa de transferencia de ciencia y tecnología desde el sistema universitario al sector productivo, y lo mismo ocurre con las licencias y patentes. Mientras que el sistema de innovación y desarrollo de Brasil inscribe cada año más de mil nuevas patentes generadas por el sistema universitario de investigación, en la Argentina las patentes desarrolladas desde el sistema de educación superior sólo llegan a 25.
A esto se suma que más del 50% de la producción científica se concentra en sólo tres universidades nacionales, afectando esencialmente la diversificación y la expansión territorial de los modelos productivos regionales.
Respecto de las áreas de desarrollo de investigación, si bien podemos ver un marcado crecimiento de tesinas y trabajos en las disciplinas que resultan más proclives a la transferencia de tecnología (ciencias naturales, ingenierías, informáticas y ciencias agrarias), lo cierto es que el impacto en el sistema productivo continúa siendo muy bajo.
Mirada hacia adentro. Las Universidades Nacionales debemos trabajar en propuestas que optimicen el impacto en la comunidad a través de unidades de vinculación tecnológica, jerarquización de las incubadoras empresariales y creación de parques científico-tecnológicos, y debemos propiciar, junto con los poderes políticos, legislación que explicite los beneficios e incentivos para la investigación aplicada y fomente una cultura de la innovación en el ámbito de las pymes.
La tarea consiste en enlazar los diversos sectores a fin de alentar la incorporación de tecnología, la creación de escalas de producción cooperativas, la incorporación de diseño, el desarrollo de nuevas formas de producción y comercialización y el establecimiento de sistemas de certificación de calidad.
Trabajo en conjunto. No partimos de cero: las Universidades venimos desarrollando una serie de acciones que ponen a disposición del sector productivo actividades de investigación aplicada en nuevos conocimientos, productos, procesos y tecnologías, y estamos en condiciones de ofrecer nuestra capacidad de asistencia técnica a los distintos actores del proceso productivo.
En tal sentido, se ha desarrollado en los últimos años un importante conjunto de iniciativas que señalan un camino concreto de encuentro y proyección de la relación entre las universidades, el gobierno y las empresas. Se trata de iniciativas impulsadas principalmente por el Conicet, la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, los organismos provinciales de ciencia y tecnología y múltiples programas de las Universidades Nacionales, entre los que cabe mencionar la existencia de varios fondos creados para apoyar la investigación y generación de nuevos conocimientos científicos y tecnológicos y mejorar la productividad del sector privado a través de la innovación tecnológica (Foncyt, Fonsoft y Fonarsec, entre otros, cuyo objetivo es desarrollar capacidades críticas en áreas de alto impacto potencial).
En conclusión, el gran desafío será profundizar la relación del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología con las instancias productivas y trabajar prioritariamente desde las Universidades como motores y líderes regionales del proceso de cambio a través del conocimiento, la ciencia, la tecnología y la relación con la comunidad.
*Rector de la Universidad Nacional del Noroeste de de Buenos Aires (Unnoba).