Pensar la política no puede estar desvinculado del rol de la mujer en ella. En la Argentina, el derecho a votar fue una conquista llevada adelante nada menos que por una mujer. Sin embargo, la posibilidad de formar parte de órganos de decisión sigue siendo aún un privilegio masculino. Incluso, es característico que aquellas mujeres que llegan a formar parte de los procesos de toma de decisión sufran algún tipo de violencia, institucional o simbólica.
La presencia de mujeres en política incomoda y sorprende porque desafía al status quo y avanza sobre la redistribución del poder entre los géneros.
Presencia. En la Argentina, a nivel nacional, se aplica una cuota del 30%, obligando a que de cada tres lugares en la lista uno de ellos sea, al menos, ocupado por una mujer. En la Cámara de Diputados el 38,5% de las bancas están ocupadas por mujeres, mientras que en la Cámara de Senadores el procentaje es de un 41,7%. Los números están por encima del 30% que impone la ley, sí. Sin embargo, no superan demasiado lo que establece la norma, lo cual implica que las cuotas representan un techo de cristal para las mujeres. Esto significa que existen barreras implícitas, informales y difíciles de detectar que dificultan el crecimiento de las mujeres en sus respectivos ámbitos profesionales. En este caso, en la política partidaria y representativa.
En territorios provinciales los porcentajes varían entre el 20 y el 50% porque no todas las leyes de cuotas son iguales e, incluso, algunas provincias sancionaron la paridad (Córdoba, Santiago del Estero, Río Negro, Buenos Aires, Salta, Chubut y Neuquén). Aunque las modificaciones en las leyes electorales son incentivos necesarios, pero no suficientes, para trasladar los cambios que se generan desde las cámaras legislativas a la sociedad. Como advierte la doctora en Ciencias Sociales, Nélida Archenti, la aplicación de cuotas o medidas de paridad no significa alcanzar una igualdad real, ya que dichas políticas se encuentran con numerosas dificultades a la hora de aplicarse en un sistema electoral previo ya configurado y con intereses políticos que se les enfrentan. Asimismo, esta perspectiva crítica realizada desde la academia debe estar presente en la aplicación de cualquier política pública de género, porque la existencia de herramientas jurídicas no garantizan por sí sola el ejercicio práctico; el diálogo con los espacios políticos y sociales es necesario para una revisión de los conceptos teóricos y nuevas herramientas políticas.
Además de las dificultades sistémicas, a la paridad y las cuotas se le suelen presentar otras oposiciones, como la meritocracia. Este argumento es usado a favor del género masculino ya que no se lo aplica para los hombres que llegan a su cargo por lógicas o necesidades partidarias en detrimento de cuadros femeninos con más carrera y preparación. No obstante, las mujeres también critican dicha legislación: el principal desafío que reconocen consistiría en que aquellas que se incorporan a las instituciones no tienen perspectiva de género y no contribuyen a la implementación de políticas de igualdad en este aspecto, como lo expresan algunas funcionarias como Lorena Pokoik del Frente para la Victoria, Soledad Sosa del Partido Obrero, y Micaela Ferraro Medina del Frente Renovador.
Participación. La Universidad de Buenos Aires es uno de los espacios donde es urgente y necesario reflexionar sobre la participación y el lugar de las mujeres. Por una parte, cabe preguntarse sobre los cargos que ellas ocupan. La Directora de Capacitación y Desarrollo de la Universidad de Buenos Aires, Sara Zeigner, aportó datos que muestran que el porcentaje de mujeres en el Consejo Superior de la Universidad de Buenos Aires es del 13% cuando, en comparación con otros espacios –como cargos docentes, no docentes y decanatos– suele mantenerse una paridad o una distribución del 40/60%. Nuevamente, ¿techo de cristal? Así pareciera. Sin embargo, ésta no es una explicación suficiente. Dicho techo de cristal puede mantenerse por distintas cuestiones: un conjunto de prácticas académicas y/o partidarias informales que prioricen de alguna forma la incorporación de cuadros masculinos; sistemas electorales que no sean efectivos en la inclusión de mujeres; o roles y estereotipos de género que alejan a las mujeres de los cargos de decisión hacia otros de menor función.
En esta reflexión se vuelven relevantes los aportes de Carolina Mera, Directora del Instituto de Investigaciones Gino Germani, con respecto a su paso por la Universidad como estudiante, graduada, docente, militante e investigadora. ¿Cómo transitan las mujeres el espacio universitario desde sus distintas formas de intervención? ¿Cómo repasar estas experiencias para una teorización que nos permita entender dónde nos encontramos y por qué el sistema funciona excluyéndonos? ¿Cuál es la posición y la situación actual de la comunidad académica ante los reclamos y reivindicaciones de los movimientos de mujeres? ¿Debemos darnos como mujeres un debate con respecto a nuestras estrategias políticas? Estos interrogantes conllevan una cantidad de problemas para la práctica política académica de los cuales debemos responsabilizarnos si buscamos una universidad más democrática e igualitaria.
La generación de ámbitos donde se abra el debate es una importante contribución para que estos temas se implanten en la agenda. La Universidad de Buenos Aires debe consagrarse como protagonista en esta lucha por el compromiso político y social que la caracteriza.
*Politólogas (UBA).