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Berlusconi, el hombre de la providencia

La inestabilidad política y económica de Italia es alarmante. Emerge, a simple vista, y es consecuencia de la profunda crisis por la que atraviesa el sistema político e institucional italiano. Sin embargo, esto es sólo un síntoma; la verdadera causa de la crisis debe buscarse en la grave, sistemática y generalizada falta de cultura democrática en la península.

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La inestabilidad política y económica de Italia es alarmante. Emerge, a simple vista, y es consecuencia de la profunda crisis por la que atraviesa el sistema político e institucional italiano. Sin embargo, esto es sólo un síntoma; la verdadera causa de la crisis debe buscarse en la grave, sistemática y generalizada falta de cultura democrática en la península.
Se pensó que la “revolución” provocada por “tangentopolis”, que terminaba con la Primera República Italiana (sistema democrático  cerrado y concentrado en cinco partidos, que liderados por la Democracia Cristiana y el Partido Socialista gobernaron Italia por más de 40 años), daría  lugar al nacimiento de una Segunda República: más democrática, más moderna, con equilibrio entre poderes, con valores éticos reconocidos por todos. 
Nada de eso ocurrió.
De la confusión que generaban los doce partidos con representación parlamentaria en la Primera República, se pasó a más de veintidós en la Segunda. El sistema democrático italiano se desconcentró bajo la idea del aperturismo, pero pronto se tornó inmanejable.
La fragmentación, inmadurez  y egoísmo de los partidos dentro de la misma coalición de centroizquierda impidieron nuevamente aprobar una reforma político-institucional durante el último gobierno Prodi.
El reciente resultado electoral era inevitable. El fracaso del gobierno Prodi, su incapacidad para ejecutar las reformas prometidas, consignaron por tercera vez el poder político a  “Il Popolo Della Liberta”, el partido político personal creado por Silvio Berlusconi.
Partido político personal, dado que no se trata de una asociación de personas que ha creado un líder o jefe, sino que es un líder quien crea y financia la organización y le imprime una ideología: la ideología del anti-Estado en nombre del mercado.
Berlusconi identifica el estatismo con el comunismo: su cruzada declarada es liberar a Italia del comunismo, para lo cual es necesario terminar con el estatismo italiano.
Pese a que su partido se define como “Il Popolo della Liberta”, éste no responde a la tradición liberal italiana, ni tiene las características de un clásico partido conservador. Se trata de una organización de estructura verticalista, porque es un partido basado en la lealtad incondicional al jefe por encima de la idea, proyecto o utopía, como entidad que trasciende a los líderes.
Más aún, además de haberlo fundado, Berlusconi hace todo lo posible para acentuar el carácter personal de su partido. Donde es posible aparece su cara, siempre sonriente, eternamente seguro de sí, “el hombre bendecido por Dios”, como se ha autoproclamado en uno de sus últimos discursos de campaña.
Pero, sin ninguna duda, Silvio Berlusconi genera mucho entusiasmo entre los electores italianos; no se trata de un simple cazador de votos, basta verlo cuando se presenta en los actos: el ceremonial, los gestos de sus manos, la sonrisa perpetua, son los de un jefe carismático. Sabe reírse de sí y tiene una seguridad sin límites.
Si deseáramos resumir  las características principales del “fenómeno Berlusconi”, podríamos decir que estamos frente a un fenómeno político que compendia una serie de elementos casi nunca reunidos en una misma persona: la concentración de los medios de comunicación; una estructura de partido eficiente y radicada en el territorio; un movimiento basado en la lealtad a su jefe, al cual hasta se le reconoce un espíritu profético; y dinero.
Dinero, que se ha convertido en uno de los factores esenciales para ganar elecciones y obtener consensos. Los votos, como cualquier mercadería, se pueden comprar; pero en Italia la situación es más grave: se ha creado una alianza entre el poder financiero y el poder político. La misma persona que en Italia dispone de ingentes recursos financieros, gracias a los cuales pudo irrumpir en el escenario político a través de sus medios de comunicación masivos, utiliza un fuerte basamento ideológico. Estos dos poderes, en el pasado, estaban en distintas manos, hoy se unen en una sola. Tal circunstancia es un dato, al menos, preocupante para cualquier sistema democrático.
Pero los males de la República Italiana son todavía más graves y numerosos: crisis de credibilidad de la clase política en su conjunto, nacimiento de partidos personales, sistema económico paralizado, deuda pública descontrolada, problemas ambientales, crisis del sistema energético, aumento de la tasa de desocupación, aumento de la diferencia de la distribución del ingreso entre Norte y Sur, exceso de poder de la  burocracia... hay etcéteras a piacere.
¿Podrá el “hombre de la providencia” darle estabilidad al sistema político italiano y resolver estos problemas?
Millones de italianos (17) quieren creer que sí, al acompañarlo con su voto. Los (16) millones que se opusieron a su regreso al poder, seguramente (aun habiendo muchos agnósticos) rezarán para que Dios  acompañe al “hombre de la providencia”.

*Discípulo y colaborador de Romano Prodi, autor de Democracia a la italiana. Historias y miserias de las elecciones italianas en Latinoamérica.