CULTURA
Festival Internacional de Poesia de Rosario: un balance

Más que puro verso

El domingo pasado se clausuró una nueva edición del festival de poesía más importante del país. Dialogamos con dos de los invitados, quienes comparten sintonía con la idea de archivo y montaje propuesta por escritores tan disímiles como Kenneth Goldsmith y Raúl Zurita.

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El domingo pasado se clausuró una nueva edición del festival de poesía más importante del país. Dialogamos con dos de los invitados, quienes comparten sintonía con la idea de archivo y montaje propuesta por escritores tan disímiles como Kenneth Goldsmith y Raúl Zurita. | FIPR
Cuarenta poetas, 17 países, una ciudad”, fue uno de los eslóganes de la 24ª versión del Festival Internacional de Poesía de Rosario (FIPR). Durante la tercera semana de septiembre, hubo talleres, una feria de editoriales independientes, lecturas y mesas de discusión sobre diversos temas, como la que abordó el panorama de la poesía en los países de habla castellana, y esto fue tal vez lo más sobresaliente del festival ya que, si bien siempre es interesante escuchar y leer a poetas que escriben en otras lenguas, el acceso de primera mano no sólo a lo que se está escribiendo en nuestro idioma, sino a cuáles son algunas de las discusiones en cada una de las tradiciones poéticas que la conforman es algo que se agradece.

La poesía no sólo está cruzada por otras lenguas, sino por otras disciplinas artísticas y por otros lenguajes. El poeta y artista visual estadounidense Kenneth Goldsmith estuvo hace un año en Buenos Aires, presentando su libro de ensayos Escritura no-creativa, donde planteaba el poco valor que tenía hoy la originalidad en cualquier creación artística, en contraposición con el montaje y el archivo. Goldsmith promueve el plagio como motor de la escritura no-creativa y propugna que descargar archivos de la red es hacer poesía. El poeta chileno Raúl Zurita dijo en una entrevista que el gran escritor es aquel que plagia lo que hay que plagiar, mientras que el escritor mediocre es aquel que plagia todo menos aquello que vale la pena plagiar: Zurita, quizás uno de los mejores poetas en lengua castellana, contó además que en las clases que imparte en la universidad promueve, al igual que Goldsmith, el trabajo con el archivo y el plagio; cuando les pedía a sus alumnos que hicieran un trabajo sobre Ezra Pound, exigía que fuera un trabajo de la red de selección, pegado y montaje.

Vale la pena preguntarse entonces el estado de la poesía en castellano. La poeta española María Salgado (1984) parece bastante permeable a las ideas de Goldsmith y Zurita. El año pasado publicó Un mundo aprox., un libro que no lleva ni título ni autor en la tapa ni en la contratapa, el título y la editorial sólo aparecen en los créditos junto a de dónde provienen las frases (versos) del libro, que van desde la oralidad de la calle y textos escuchados en la radio o leídos en redes hasta opiniones de intelectuales y escritores. Salgado admite la influencia de Goldsmith, aunque con cierto matiz: “Goldsmith pone el texto puro, yo en cambio manipulé frases, las repliqué: hay algunas que son mías y están metidas en otras frases que no son de mi autoría. Se notan las costuras y hay, por decirlo así, un trabajo de orfebrería”.

Zurita dijo que los poetas debían subir nuevamente al Olimpo y cantar a la muerte de la poesía que, según él, vive sus últimos estertores. Para esta poeta, en cambio, lo que está muriendo es “una manera de relacionarse con el mundo literario, pero no la poesía como actividad lingüística”, de ahí que le parezca interesante recurrir al archivo, “porque lo que está temblando es una voz que domine, que sea universal para todos los sujetos y que aglutine a las personas en un territorio”. Si las relaciones con el mundo literario están muriendo, trabajar con el archivo, esto es con traducciones buenas o malas, con remakes o versiones de textos, es un camino a seguir. Un mundo aprox. propone la multiplicidad de voces y la anulación de la autoría como en un collage: “El collage es la manera de incluir el mundo y las voces en el texto”.

El poeta chileno Enrique Winter (1982), que acaba de publicar en Argentina De ruidos para construcción y orquesta, tiene una visión distinta a la de Salgado. Para él, la muerte de la poesía se lleva anunciando desde su nacimiento y a partir de ahí se las ha arreglado para sobrevivir y renovarse.
Hace cuarenta años, sin ir más lejos, la poesía se hizo cargo de la crisis del lenguaje, propiciada por la publicidad y la política, y fue afrontada de diversos modos por los languages en Estados Unidos y por los objetivistas y neobarrocos en Argentina. En el caso concreto de la poesía chilena, sumida en su propia tradición y aislamiento, recién hoy se ha vuelto permeable a otras influencias.

Según Winter, Nicanor Parra y Enrique Lihn han sido determinantes en las últimas décadas en su país: “Desde los 80 hasta aquí, buena parte de la poesía en Chile es una metafísica del cotidiano, no asumiendo búsquedas que quedaron en punto muerto: búsquedas sensoriales como las de Gonzalo Rojas, búsquedas en el paisaje como las de Zurita y búsquedas políticas desde la ficción con el lenguaje”. Hoy, en apariencia, existe mayor diversidad de propuestas pero, según él, es sólo una ilusión, ya que se debe más bien a un fenómeno de mercado o, como él dice, a que el capitalismo ha refinado sus gustos. Entonces, hay poetas que hacen sonetos para replicar el Siglo de Oro y tienen su gente, su editorial y sus premios, lo mismo pasa con otras estéticas, pero no existe diálogo.

El FIPR dio pie para estas discusiones y otras más, pero también dio la oportunidad para lecturas de poesía. Entre aquellos a quienes habría que prestar mayor atención se cuentan el brasileño Carlito Azevedo, la portorriqueña Mara Pastor, la argentina Anahí Mallol y, aunque ya tiene el reconocimiento de premios y crítica de su país, la estadounidense Rae Armantrout.