ESPECTACULOS
LAS VERSIONES DE LA NOVELA MONTECRISTO

Las tres caras de la venganza

Argentina, México y Chile poseen algo en común: los tres países tienen, o tendrán pronto, la adaptación de la novela de Alejandro Dumas en su prime time. El exitoso formato de Telefe que protagonizan Pablo Echarri y Paola Krum fue vendido al exterior, en el marco de un negocio en expansión. Para los mexicanos, la cara de Santiago es la del argentino Diego Olivera, y, para los chilenos, la de Gonzalo Valenzuela. En dos semanas, también comienza la grabación de otra versión en Portugal.

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Los Santiago: Pablo Echarri, Diego Olivera y Gonzalo Valenzuela, son los protagonistas de las tres Montecristo. | Cedoc
Toda la sabiduría humana está resumida en dos palabras: ¡Confiar y esperar!”, dice Edmond Dantès. El mismo consejo repite Santiago Díaz Herrera, 162 años después, en la Argentina, México, Chile y Portugal. El primero es el héroe más sufrido del francés Alejandro Dumas padre, autor de la llamada “madre de todas las novelas”, El conde de Montecristo. El segundo es su versión adaptada al mundo actual para el personaje central de la tira Montecristo pero que, por obra y gracia del negocio de la televisión, no tiene una única forma sino tres consumadas y una en gestación, al menos por ahora.

La versión original pertenece a los guionistas Adriana Lorenzón y Marcelo Camaño, los adaptadores del novelón folletinesco del siglo XIX a la telenovela nocturna de Telefe que protagonizan Pablo Echarri, Paola Krum, Joaquín Furriel y Viviana Saccone. Estrenada el martes 25 de abril, sus 150 capítulos estarán en el aire hasta fin de año. Con un promedio de 26 puntos de rating, representa el producto más preciado de este año para el canal, tanto por su repercusión como porque devino en un bien de luxe exportable.

Industria en expansión, los formatos televisivos de canales y productoras independientes se venden al exterior para ser realizados en cada país con variable fidelidad a los libros originales. Con antecedentes como Los Roldán, Amor mío o Amor en custodia, ahora es Montecristo el multiversionado producto de Telefe. “Se venden el formato, es decir la manera de producirse la novela, y los libros. Así es el arreglo con Chile. En el caso de México, se agrega la participación de un equipo de argentinos, entre otros el director Eduardo Ripari y la productora ejecutiva Rita Fusaro”, aclara Lorenzón.

Dumas chamaco. Desde el lunes 14 de agosto, a las 21, casi 4 millones de televidentes mexicanos adultos –representados por unos 7 u 8 puntos de rating que en términos argentinos serían entre 21 y 24– se sientan a ver la Montecristo que más se acomoda al modo local, por el Canal TV azteca.

En este sentido, las dos principales modificaciones al libro original –realizadas por Bethel Flores– apuntan al marco sociopolítico: por un lado, en lugar de hijos de desaparecidos y robo de los chicos nacidos en cautiverio, los malos de la Montecristo mexicana pertenecen a la mafia relacionada con el tráfico de bebés; por otro, no se establece una relación amorosa recíproca entre Leticia y el padre Pedro (en la Argentina, interpretados por María Onetto y Horacio Roca) sino que sólo es ella la que ama pero no es correspondida por el sacerdote. “Acá lo que más pegó fue lo social y el tema de los desaparecidos y las Abuelas de Plaza de Mayo pero allá lo que importa es la historia de amor. Por eso, había que acentuar la rivalidad de Laura y Victoria por Santiago”, dice Lorenzón.

Aunque en un principio se había hablado de los actores argentinos Sebastián Estevanez y Cristián Sancho (será el Padre Coraje de México), el elegido fue Diego Olivera, quien también aparece con mirada llameante y extensiones en el cabello en las promociones de la tira. Su Santiago es menos duro y contenido que el de Echarri, intentando mostrar el lado tierno y lastimado de su personalidad.

Comparada con la argentina, Lorenzón dice que la versión mexicana se acerca más al melodrama: “Las caras, los remates de las escenas la emparentan con la telenovela clásica. El lenguaje mantiene cierta formalidad, no hay malas palabras y las escenas eróticas no ‘muestran’ nada. Es una sociedad más conservadora que la nuestra pero, sin dudas, se trata de una realización atípica para ellos”. En cuanto a la inversión, los medios mexicanos publicaron que se trataría de unos 5 millones de dólares.

Es Santiago, po. Allende los Andes, se calcula que entre mediados de octubre y fin de año se verificará el estreno de la versión que protagoniza el chileno Gonzalo Valenzuela (aquí puede vérselo en la tira del 9 El tiempo no para, además de ser habitué de las revistas chimenteras por su noviazgo con Juanita Viale). “Somos los productores y, junto con Mega –el canal que emitirá la tira–, los cofinanciadores del proyecto”, declara Ignacio Eyzaguirre, el productor ejecutivo de Roos Film, algo así como la Pol-ka trasandina.

La adaptación del libro fue tarea de Mateo Iribarren y León Murillo, quienes tampoco tomaron el tema de los desaparecidos como una de las bases de la trama. “El acento está en la hi storia de amor y venganza. Si bien tuvimos una dictadura, con los bebés aquí no pasó lo mismo que en Argentina”, afirma Eyzaguirre. Igual que en la versión azteca, aparece una clínica que engaña a familias pobres para vender a los recién nacidos.

Temerosos de las reacciones eclesiásticas, el romance de Leticia se concreta pero, en lugar de un cura, con un laico relacionado a la obra social y caritativa de la Iglesia. “También se ambientó según las costumbres locales. Por ejemplo, el Alberto Lombardo argentino es muy ‘italiano’, un elemento que no es común entre nosotros y, por eso, lo hicimos más hispánico”, precisa el productor chileno.

Por último, en unas dos semanas comienzan las grabaciones de la Montecristo portuguesa, con características similares a la chilena más el agregado del terrorismo, el fantasma de los europeos.

¿Más versiones? Es posible, porque las conversaciones con los interesados internacionales continúan. Si Edmond viviera, se llamaría Santiago y a todos sus problemas se les sumaría una enorme confusión sobre su nacionalidad.