OPINIóN
OPINION/REPLICA

Del beso de Vaccaro a “apólogo del terrorismo de Estado”

Feria del Libro
Feria del Libro | Marcelo Escayola

La escena me llamó la atención: Alejandro Vaccaro, el vicepresidente de la Fundación El Libro, se me acercó nervioso y me saludó con un beso. Lo conozco de otros tiempos, más gratos, cuando no había tanta grieta y se podía hablar de Borges, Perón y otros temas amenos. Me dijo que él estaba allí junto a sus colaboradores para impedir desórdenes. Pensé que exageraba, pero me puso contento verlo.

Era el jueves a las 20, 30 y la sala Carlos Gorostiza ya estaba repleta de la llamada “familia militar” para asistir a la presentación de una cronología de tres tomos de la violencia política reciente, escrita por un ex teniente coronel condenado por delitos de Lesa Humanidad. Yo llevaba un ejemplar de Sinceramente, el libro de la ex presidente Cristina Kirchner, que me habían regalado en el stand de Sudamericana, que también edita mis libros.

La presentación fue muy tranquila y cada uno dijo lo suyo. Hubo disidencias con el autor, Jorge Di Pasquale, sobre el marco teórico aunque no acerca de la cronología, que, en mi opinión, está muy bien hecha. El público se estaba portando tan bien que elogié esa actitud. “Seguro que si yo les muestro el libro que tengo acá, el de Cristina, por ahí se ponen un poco nerviosos”, les dije.

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Pero no: se rieron y siguieron muy atentos. Hablé también de las víctimas de la violencia política, de todas las víctimas; en mi opinión, el respeto a todas las víctimas debería ayudarnos a abandonar la comodidad de la grieta, que será funcional para algunos pocos pero nos mantiene inmovilizados en el odio y el atraso.

Todo terminó en calma; a Vaccaro ya no lo ví y parecía un acto más dentro de la Feria hasta que al día siguiente la Fundación El Libro emitió un comunicado criticando la presentación del libro y, de paso, (des)calificándome como “apólogo del terrorismo de Estado”.

El sábado, en mi Facebook publiqué una nota en la que rechacé la  (des)calificación, “que me ofende como persona y pretende difamar mi trabajo como periodista y escritor. Siempre estuve en contra de la violación de los derechos humanos cometida por cualquier grupo —en especial, desde el aparato estatal—, y bajo cualquier causa, ideal, argumento o pretexto”.

En esa nota, agregué lo siguiente:

Me parece una (des)calificación peligrosa, militante, sectaria, autoritaria; máxime proviniendo de una organización que debería estar por encima de la grieta y propiciar la libertad de expresión en un evento tan importante como la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

Salvando la distancia, que es mucha, es como si a la Fundación El Libro se le ocurriera (des)calificar como apólogos de la corrupción pública a los presentadores del libro Sinceramente, de la ex presidenta Cristina Kirchner, quien está multiprocesada por diversos delitos de corrupción durante el kirchnerismo, en varias de esas causas con pedidos de prisión preventiva que no se han pedido efectivizar por sus fueros como senadora. Incluso, en los próximos días comenzará el primero de los juicios orales que deberá enfrentar.

Reitero: es solo una comparación que intenta mostrar lo absurdo del comunicado de la Fundación El Libro.

Tal como dije en la cuestionada presentación del libro, creo que la empatía y el respeto por las víctimas de la violencia política deberían sacarnos de la comodidad de la grieta, de esa división entre “nosotros” contra “ellos”, que es el mecanismo básico de todos los autoritarismos. Citaba el conocido libro de Jason Stanley: “Cómo funciona el fascismo. La política del Nosotros y Ellos”.

En ese sentido, como persona y como periodista, me importan las víctimas y los hechos; todas las víctimas y todos los hechos. Desde Laura Carlotto y su bebé hasta el soldado Hermindo Luna, acribillado a los 21 años durante el ataque de Montoneros a un cuartel del Ejército, mientras cumplía con el servicio militar obligatorio, en 1975, seis meses antes del golpe de Estado, en pleno gobierno constitucional del peronismo.

Me importan todas las víctimas más allá de que los crímenes de las guerrillas hayan prescripto por el mero paso del tiempo. No las igualo; por el contrario, respeto a cada una de ellas en su particularidad, y en mis libros destaco la sevicia de la represión ilegal de la dictadura representada, no exclusivamente, en la figura estremecedora de los detenidos desaparecidos.

Comprendo perfectamente que mis libros sobre los 70 me han convertido en blanco de algunos políticos e intelectuales; por ejemplo, de un par de miembros de la Fundación El Libro, que están tan enojados que ni siquiera quieren exhibirlos en sus librerías.

¿Por qué están tan enojados? Me reprochan que haya entrevistado al ex dictador Jorge Rafael Videla para mi libro “Disposición Final”. Pero, no se dan cuenta de que en ese libro Videla confesó por primera y última vez que él fue el vértice de un plan sistemático para “eliminar a un conjunto grande de personas” (página 74). Tanto es así que ese libro fue adjuntado como prueba en varios de los juicios de Lesa Humanidad. Y tanto es así que varios integrantes de la llamada “familia militar” siguen molestos conmigo.

También los enoja que en mis libros giren en torno a las violaciones de los derechos humanos cometidos por la guerrilla de origen peronista, en especial entre 1973 y 1976, durante la democracia peronista. Por ejemplo, el asesinato del sindicalista José Ignacio Rucci y el ataque de Montoneros al cuartel de Formosa. Entiendo que eso les arruinó el relato que buscaba presentar a los guerrilleros como defensores de la democracia y los derechos humanos.

Otro tema que los fastidia es que me haya puesto a contar el número de desaparecidos y asesinados durante la dictadura. Pero, mi trabajo como periodista es buscar la verdad en todo, aún en cifras tan simbólicas como la de los 30 mil desaparecidos. Para eso, utilicé los registros oficiales, en especial los dos anexos del Nunca Más, que fueron presentados en 2006, precisamente en la Feria del Libro, por el gobierno del ex presidente Néstor Kirchner. La cifra no da 30 mil (son 6.415 desaparecidos y 743 víctimas de “ejecución sumaria”) pero yo acá no tengo ninguna responsabilidad, afortunadamente; solo los conté. Fue una verdadera matanza, aunque siempre me sorprende que haya gente que desea un número de víctimas aún mayor.

Volviendo a la presentación, allí señalé que no conocía al autor del libro, el ex teniente coronel Jorge Di Pasquale, pero que la obra me parecía muy útil para cualquier interesado en la violencia política reciente; de hecho, yo comienzo mis investigaciones con una cronología lo más amplia posible, por lo cual sé que es un trabajo aburrido e ingrato, que demanda muchísimo tiempo. Cronologías y recopilación de documentos son elementos indispensables y por eso rescaté las obras de otros escritores, como Roberto Baschetti y José D´Angelo.

Coincido sí con los miembros de la Fundación El Libro en que el autor del libro ya ha sido juzgado y condenado por delitos de Lesa Humanidad, decisiones de la Justicia que deben ser respetadas. Agregaría que me parece muy bien que aún esas personas puedan investigar, escribir y presentar libros para que puedan reflexionar sobre sus acciones mientras reparan sus deudas con la sociedad.

No concuerdo, en cambio, con que los organizadores de la Feria no supieran de qué se trataba la presentación, que fue anunciada públicamente. Incluso, yo escribí una nota anticipatoria a pedido de Infobae. Es cierto que los organizadores temían desórdenes, pero no los hubo. El comportamiento del público me pareció realmente ejemplar. Lástima que al día siguiente la Fundación El Libro no hubiera estado a la altura de los acontecimientos.

 

*Periodista y escritor, su último libro es “Salvo que me muera antes”. Es editor ejecutivo de la revista Fortuna.