SOCIEDAD
FERNANDO PARRADO, SU HISTORIA EN LOS ANDES

El milagro en primera persona

Fue uno de los 16 sobrevivientes de la tragedia aérea que conmovió al mundo en 1973. Pero debieron pasar 33 años antes de que el héroe de la historia se atreviera a encarar su desafío pendiente: relatar la epopeya en un libro. “La montaña no te quiere: allá murieron los mejores”, dice Nando hoy empresario de la televisión uruguaya.

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“Una guillotina cayó sobre nuestras cabezas en ese instante”, dice antes de que los pulmones pidan oxígeno porque saben que el remate será implacable: “En ese momento entendimos que estábamos muertos”.

A Fernando Parrado no le tiembla la voz. A sus 54 años, este uruguayo alto, gigante, de frente extensa y ojos chatos, mira fijo y no duda.

A su edad, recuerda la tragedia ocurrida el sábado 21 de octubre de 1973, como si fuese ayer. Con el avión destrozado en la inmensidad de los Andes, en el octavo día de la supervivencia, el anuncio radial taladró sus esperanzas: había finalizado la búsqueda del Fairchild perdido el viernes 13.

De paso por Buenos Aires, Nando deja en claro que ya no es aquel barbudo de pasamontañas rojo que mastica algo sobre los bolsos, eternizado en la contratapa del libro ¡Viven! Tampoco se parece a Ethan Hawke, el actor que lo interpretó en la película que relató el drama. “No vivo pensando en aquello –asegura hoy–. Sí es verdad que mi cerebro es como una computadora y allí está el archivo ‘Andes’ que saco, abro y miro cuando la ocasión lo requiere”.

Ese archivo tardó más de tres décadas en hacerse público. El proceso mental maduró recién ahora y el hombre decidió ponerle su firma a Milagro en los Andes , un fascinante relato en primera persona que acabo de llegar a las librerías.

Comer carne. “No dejes que lo que acabás de vivir sea lo más importante que vaya a pasarte en tu vida”, le dijo su padre el 23 de diciembre, a menos de 24 horas de un reencuentro que demoró 72 días. Parrado le hizo caso. No sólo volvió más de diez veces a la montaña que lo cacheteó durante aquella primavera, también recorrió Europa y América en moto, fundó una empresa de televisión, se hizo documentalista, se casó, tuvo dos hijas e hizo el curso de piloto.

“Mi madre Eugenia y mi hermana Susana murieron en el accidente. Y yo estuve tres días en coma antes de despertar”, recuerda.

“Aquello fue terrible porque la montaña mató a los mejores. Sin embargo, la odisea me permitió entender los verdaderos valores de la vida, que son los que apliqué desde entonces hasta ahora”. A Parrado le llueven las invitaciones de empresas de todo el mundo para ofrecer charlas, pero sólo accede a una docena entre noventa solicitudes. Sus materias de dominio magistral son dos: trabajo en equipo y liderazgo. Lo esperan en Europa y en octubre aterrizará en los Estados Unidos.

“La indecisión te lleva a la muerte”, repite como muletilla. Y recuerda: “Cuando en la radio anunciaron que no nos buscarían más, nos convencimos de que la única manera de sobrevivir era si nos salvávamos a nosotros mismos”. Entonces, por encima de un amarillismo periodístico que durante mucho tiempo lo acobardó, cuenta: “Comerme la carne (de sus compañeros fallecidos) se volvió más fácil a medida que pasaba el tiempo. Para aprovechar los cadáveres, empezamos a comer los riñones, los hígados e incluso el corazón. A esta altura, habíamos hecho oídos sordos al horror de descuartizar a nuestros amigos como si fueran ganado”.

—¿Qué impresión le causa hoy, a la distancia?
—La misma que entonces: si no lo hacíamos, el destino seguro era la muerte por inanición.