Yevgeny Prigozhin, el líder del Grupo Wagner fue noticia hace unas semanas, cuando parecía ser el único hombre capaz de plantársele a Vladimir Putin y cambiar el rumbo de la Guerra en Ucrania. Prigozhin vuelve a ser noticia hoy.
Prigozhin, nueve años menor que Putin pero de San Petersburgo igual que el presidente ruso, tiene una mansión de € 3,5 millones en una de las zonas costeras más aristocráticas del Mediterráneo europeo, Versilia, en la Toscana italiana.
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Villa Arina, tal el nombre del solar veraniego que se encuentra en Forte dei Marmi, en la zona de Versilia, se compone de dos plantas, 400 metros cuadrados y 16 hectáreas de jardín. Pero lo más llamativo es que se encuentra a tan solo 45 kilómetros de la Torre de Pisa y 108 kilómetros del David de Miguel Angel y de El nacimiento de Venus, de Sandro Botticelli. ¿Pueden haber dos pinturas más representativas de Occidente?
Villa Arina es una propiedad del suegro de Prigozhin, al menos según la última revelación de la Fundación Anticorrupción (FBK), creada en 2011 por el disidente ruso Alexei Navalny, que en este momento está encerrado en una cárcel de máxima seguridad y atraviesa el juicio ruso más resonante del siglo XXI, acusado de siete delitos que probablemente lo condenen a 30 años de prisión.
Prigozhin y Putin, millones y mansiones
Perdido por perdido, el actual enemigo número uno de Putin, Alexei Navalny, prendió el ventilador y aun aislado, se encarga de no llevarse a la oscuridad de su celda todo lo que dice saber.
Por eso, FBK puso a rodar por las redes fotos e información que muestran las instalaciones de Villa Arina. Del mismo modo, en enero de 2021 Alexei Navalny también había revelado que Vladimir Putin era el dueño del “palacio más caro del mundo (US$ 1.400 millones) en las afueras de Guelendzhik, entre la ciudad de Sochi y la península ucraniana de Crimea, región del Mar Negro que ocupó Rusia en 2014.
Si hay que dar crédito a las afirmaciones de Alexei Navalny, Putin sería uno de los hombres más ricos del mundo, “con 43 aviones, 7.000 vehículos y 15 helicópteros”, una fortuna que excedería a la de Elon Musk y Donald Trump.
Los investigadores de FBK sostienen que la riqueza patrimonial de Prigozhin, el líder del grupo Wagner, suma US$ 20 mil millones. Agregaron también que la mansión de Villa Arina fue comprada por el restaurador de San Petersburgo, Sergey Inkina, con cuya hija -Ekaterina- está casado Pavel, hijo del líder wagneriano que mete miedo internacional amenazando a Putin mientras muestra sus pocas pulgas en los videos que hace circular.
Parece que Sergey Inkina compró la villa en 2017, pero lo que no dijo Navalny es a nombre de quién figura la escritura. Como nadie –ni siquiera la Casa Blanca- tiene la más mínima idea de dónde está Prigozhin, varios abrieron los ojitos pensando que tal vez esté recluido en Forte dei Marmi aprendiendo italiano.
Vida secreta rusa en Versilia, Italia
Versilia, en la provincia de Lucca, al noroeste de la Toscana, es una de las zonas de veraneo más buscadas por la aristocracia italiana y mundial. Se puso de moda a fines del 1800 y desde entonces su standard de brillo internacional nunca decayó.
Alrededor de un centenar de “baños” (playas) con mucha infraestructura y servicios se distribuyen sobre las costas de Forte dei Marmi, Pietrasante y Viareggio, que dan la espalda a hermosos pueblos montaña: Massarosa, Camaiore, Seravezza y Stazzema).
Para acceder a la zona, el aeropuerto más próximo es el de Pisa y Viareggio, Forte dei Marmi y Pietrasanta son accesibles en tren.
De todos los poblados mencionados, Forte dei Marmi, el elegido de la familia Prigozhin, es el más exquisito. A pocos kilómetros de él se encuentran las canteras del mundialmente célebre mármol de Carrara que dio su nombre a la fortaleza céntrica del 1700.
Además de Renacimiento, mármoles blancos y música exquisita, Versilia tiene para ofrecer muchas de las típicas callecitas italianas, locales de aromas exquisitos, vida nocturna y varias maisons de alta costura.
No sólo Prigozhin, su suegro y sus respectivos hijos se dejaron tentar por las bellezas italianas. Según también denunció FBK, la central de inteligencia del preso Alexei Navalny, en esa bellísima región de la toscana italiana, perla del arte europeo, también tienen masiones y villas de lujo otros oligarcas, pese a que combaten el capital: Roman Abramovich (ex duelo del equipo de fútbol británcio Chelsea) y su socio Oleg Deripaska (para Forbes, uno de los “billonarios” rusos 2022), hombres de negocios ambos, que hicieron fortunas con la industria del aluminio; y Alexander Khloponin (2010- 2018), que nació en Sri Lanka y fue gobernador de Krasnoyarsk Krai, en Siberia (2002 – 2008) y también ex viceprimer ministro de Rusia.
FBK también comenta que Inkina no está sujeta a sanciones ni políticas ni económicas, pero que su esposo Pavel Prigozhin, hijo del miliciano wagneriano, sí.
Prigozhin, el líder del Grupo Wagner
Los relatos urbanos de San Petersburgo dicen que Prigozhin, que se hizo conocido en Rusia como “el chef de Putin” empezó bien de abajo con un puesto de venta de salchichas. Sin embargo, su quiosco habría sido tan próspero que se hizo rico con servicio de comidas y abriendo dos restaurantes: La Vecchia Dogana, primero, y New Island, un restaurante flotante sobre un barco, después.
A pesar de que a los 14 años, Prigozhin ya tenía varias noches en prisión por robo y estafas, su empresa de catering gustó en el Kremlin y de ahí a convertirse en el brazo armado de Putin, miliciano, paramilitar off Ejército Rojo, e ideólogo de la temible brigada Wagner, no pasó mucho tiempo. La camaradería todo lo vence.
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En defensa del partido y de Putin, Prigozhin invadió Siria, África y finalmente Ucrania. Sin embargo, algo motivó su cambio de planes y de bando y, de ser su guardaespaldas, repentinamente se transformó en su enemigo público número uno, la sombra al acecho de una temible guerra civil en el país de las cúpulas con forma de cebolla.
Para minar más el campo, el presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko, dijo ayer que no sabía dónde estaba Prigozhin, pero que seguramente estaba en Rusia (motivo suficiente para creer que sucedía lo contrario) aunque habían conversado telefónicamente y que el rebelde le había asegurado que seguiría "trabajando para Rusia".