En agosto del año pasado, cuando Brasil apareció como uno de los países más golpeados por el covid, Pfizer Inc. ofreció al ministerio de Salud reservar hasta 70 millones de dosis de la vacuna que estaba desarrollando. Pero no obtuvo respuesta, por lo que reiteró el ofrecimiento, y luego una tercera vez.
El presidente de la compañía para América Latina, Carlos Murillo, dijo al Congreso que, al mes siguiente, el director global de Pfizer había enviado la oferta por escrito al presidente Jair Bolsonaro, con copias al vicepresidente, el jefe de gabinete, los ministros de Salud y Economía y el embajador en Estados Unidos.
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Nunca recibió respuesta
La gravedad del covid en Brasil, con 16 millones de casos y 450.000 víctimas fatales, a menudo se ha atribuido a Bolsonaro, quien todavía se pierde entre las multitudes sin haberse vacunado y sin mascarilla. Sin embargo, una investigación del Congreso está dejando en claro que su negligencia ha estado acompañada de incompetencia en procesos clave en casi todos los niveles del Gobierno: negociaciones con farmacéuticas, relaciones con otros países y gestión de las cadenas de suministro.
“Podríamos estar vacunando a dos millones de personas al día”, dijo Carla Domingues, quien dirigió el programa nacional de inmunización de Brasil durante la mayor parte de la última década. “Si Brasil hubiera firmado acuerdos el año pasado, podríamos haber estado en una posición privilegiada, como EE.UU. o el Reino Unido”.
En cambio, mientras algunas partes del mundo están dejando atrás la pandemia, en Brasil todavía mueren 2.000 personas al día. Aunque se están administrando vacunas, la vital producción local se interrumpe cada ciertas semanas a medida que se agotan los ingredientes. Ahora que se avecina el invierno en el hemisferio sur y que cada vez hay menos distanciamiento social, las autoridades de salud temen una tercera ola.
Las audiencias en el Congreso están dejando al descubierto una serie de fallas, comenzando con los esfuerzos de Pfizer. Fueron necesarios otros tres ofrecimientos y seis meses más para que Brasil cerrara un acuerdo. Las vacunas recién comenzaron a llegar poco a poco a fines de abril, y esperan recibir lotes más grandes después de julio.
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Las negociaciones con Pfizer estuvieron lejos de ser el único paso en falso en las vacunaciones: cargamentos aéreos de vacunas se retrasaron; refuerzos traspapelados permanecieron en una bodega mientras las ciudades detenían las vacunaciones después de utilizar como primeras dosis todo lo que había disponible; y un importante asesor de Bolsonaro se vacunó en secreto.
El Gobierno señala que ha administrado decenas de millones de vacunas, lo que lo coloca entre los países con más vacunas entregadas a nivel mundial. Pero eso cubre solo al 10% de sus 212 millones de habitantes con ambas dosis, en comparación con el 36% en el Reino Unido, el siguiente país en el ranking.
En las audiencias del Congreso, el testimonio del exministro de Salud Eduardo Pazuello no ha hecho más que aumentar la sensación de desconcierto. Negó haber desatendido las negociaciones con Pfizer y dijo que “siempre” intentó comprar vacunas, pero que la normativa se lo impidió.
También negó que Bolsonaro le ordenara detener la compra de vacunas chinas CoronaVac en octubre, diciendo que nunca recibió una orden formal para hacerlo. En ese momento, Bolsonaro escribió en las redes sociales, “El pueblo brasileño NO SERÁ EL CONEJILLO DE INDIAS DE NADIE”, y agregó que no compraría la vacuna. Pazuello, un general del Ejército, respondió días después diciendo “uno manda, el otro obedece”.
Dimas Covas, director del Instituto Butantan, que produce la vacuna localmente, contó una historia diferente. El jueves, mientras testificaba en las audiencias, Covas dijo que su oferta inicial –60 millones de dosis, presentada en julio– tampoco recibió respuesta. Las conversaciones avanzaron tras reuniones en agosto y un acuerdo estuvo listo para firmarse en octubre, hasta que Bolsonaro intervino y suspendió cualquier acuerdo.
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La vacuna CoronaVac ha sido fuente de división política debido a sus orígenes, pero a medida que disminuyeron las opciones, el Gobierno se vio obligado a comprarla. Para entonces, ya era enero. El daño al propuesto cronograma ya estaba hecho, y una nueva variante más agresiva estaba surgiendo en el país.
Tanto Butantan como Fiocruz, que se asoció con AstraZeneca Plc, han enfrentado retrasos en la obtención de ingredientes activos y dosis listas para usar. Se ha culpado al resurgimiento del virus en India, la burocracia en el país y en el extranjero y disparates diplomáticos, como cuando Bolsonaro sugirió, semanas atrás, que los chinos habían creado el virus como “armamento biológico”. El ministerio ha recortado en reiteradas ocasiones los pronósticos de cuántas vacunas estarán disponibles y obligó a Fiocruz y Butantan a detener la producción.
“Las estimaciones iniciales se hicieron sin mucha información técnica”, dijo Mauricio Zuma, quien dirige la unidad de Fiocruz responsable de la investigación y producción de vacunas. “La realidad resultó un poco diferente de lo que habíamos planeado”.
“Brasil podría haber liderado las vacunaciones a nivel mundial”, dijo Covas, del Instituto Butantan. “El Gobierno simplemente no comprendió la importancia”.