Fuera de la burbuja del brexit solo importa una cosa. No es quién votó de qué manera en el último debate parlamentario o si habrá acuerdo, eliminación o enmienda acerca del backstop irlandés para mantener abierta la frontera. Tampoco es cuántos convenios comerciales se han suscrito ni si el electorado tendrá la oportunidad de votar otra vez. Estos son detalles.
La pregunta es si Gran Bretaña saldrá de la Unión Europea el 29 de marzo sin acuerdo. Las votaciones de anoche en el Parlamento, un ejercicio más que nada simbólico ya que ninguna fue vinculante, no fueron más que proxies para esta interrogante. ¿Por qué no podemos decir de una forma o de otra con seguridad?
El mes pasado, los parlamentarios aprobaron una enmienda no vinculante para decir que el país no saldrá sin acuerdo. El jueves, el gobierno aclaró que la ausencia de un pacto sigue siendo una opción.
Ni los que están a favor ni los que están en contra del brexit están convencidos de haber ganado. Un bando teme que la primera ministra Theresa May esté suficientemente loca para llevar a Gran Bretaña al borde de un divorcio sin acuerdo y al otro le inquieta que no tenga el coraje para hacerlo y haga demasiadas concesiones para evitar un resultado que piensan sería al menos tolerable.
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Este último grupo es más pequeño en cantidad pero mejor organizado. Están en el partido gobernante, al que le gustaría mucho seguir siendo el partido gobernante. El primer bando, una coalición multipartidista poco definida, está determinado a detenerlos.
La amenaza de una salida sin acuerdo tiene fuerza más que nada porque sigue siendo el desenlace legal por defecto si no ocurre nada para prevenirlo. Hay una buena posibilidad de que el Parlamento vote el 27 de febrero por impedir que el gobierno concrete un divorcio sin trato, pero eso aún no sucede, así que el tiempo se acaba y el riesgo crece.
Todavía hay muchas cosas por resolver. Si en el Parlamento hay trabas, el gobierno podría verse obligado o elegiría solicitar una extensión del artículo 50 para que Gran Bretaña no abandone sin acuerdo el próximo mes. La creencia popular sostiene que la UE concedería esa petición, ¿pero qué pasaría si un Estado miembro la veta o exige concesiones? ¿Y qué pasa si el bloque dice que solo otorgará una prórroga para un referendo o elecciones generales, a las cuales el gobierno declina convocar? Son cosas que pasan.
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Aún así, las posibilidades de un brexit sin acuerdo se reducen con el pasar de los días. Ya vimos la oferta de Jeremy Corbyn, líder del opositor Partido Laborista, para aceptar un trato que incluya una unión aduanera permanente. Puede que la primera ministra no quiera eso, pero al menos crea una mayoría parlamentaria para algún tipo de acuerdo.
Si los comentarios emitidos en un bar de Bruselas por Olly Robbins, principal asesor sobre el brexit de May, fueran un reflejo verdadero de la posición de la mandataria, entonces no tiene intención de hacer caer por un precipicio a Gran Bretaña.
De hecho, si se ve obligada a pedir un aplazamiento y crece el respaldo para un segundo referendo, los probrexit de línea dura probablemente intentarían someter a votación una salida sin acuerdo, como su siguiente mejor oportunidad de garantizar un brexit más duro de lo que le gustaría a May. Nadie debería descartar sus posibilidades: la campaña sería feroz y si tomamos como referencia el referendo de 2016 también sería imposible de predecir.
La mejor manera de acabar con la amenaza de una salida sin acuerdo es aceptar algún tipo de trato. Aquello depende de que los miembros de línea dura del partido de May, o al menos una parte de ellos, cedan y voten a favor de lo que sea que presente la mandataria, ya sea su acuerdo actual (con modificaciones) o un giro hacia una unión aduanera permanente. Lo más probable es que no pase de eso.
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Ciertamente hay partidarios del brexit que no pueden tolerar algo que no sea una salida purista que saque a Gran Bretaña del mercado único y la unión aduanera, pero más allá de que su discurso la convierta en una opción tentadora, es importante no confundir a los tories de línea dura con los movimientos nacionalistas populistas que se observan en toda Europa.
En su base son thatcheristas, creyentes en un gobierno pequeño cuya desconfianza racional de la integración europea ha sido llevada a extremos irracionales. Sus diferencias con buena parte del resto del partido son más de magnitud que de tipo. Al final, muy pocos están dispuestos a sacrificar sus carreras políticas por ese objetivo.
Lo más importante es que el divorcio sin acuerdo no es el premio real y los probrexit lo saben. Además son reticentes a hacerse cargo de las alteraciones que aquello causaría, pero una vez se firme un acuerdo, la UE y el Reino Unido inmediatamente iniciarían negociaciones para resolver su futura relación comercial, desde aranceles a barreras no arancelarias como estándares normativos, licenciamiento y certificaciones. En ese punto los euroescépticos estacionarán sus tanques.
"Aún hay mucho por lo cual luchar en el período de transición, posbrexit", declara Timothy Bale, profesor de política de la Queen Mary University of London, quien escribió un libro sobre el Partido Conservador moderno. "No imagino que haya muchos miembros del ERG [European Research Group] que estén preparados para ceder posibles influencias o ventajas sobre eso".
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Así que el temor de que May genere división en su partido al no conseguir que se renegocie su acuerdo o ceda a las demandas del Partido Laborista sobre una unión aduanera podría ser exagerado. El Partido de la Independencia del Reino Unido de Nigel Farage, grupo político en contra de la UE, solo consiguió la elección de un miembro del Parlamento en 2015 pese a obtener el 13 por ciento de los votos. El sistema electoral británico simplemente no facilita la aparición de nuevos partidos.
"En este momento estamos en una posición muy complicada porque tenemos un sistema de partidos que no representa realmente las preferencias del electorado de manera precisa y además tenemos un sistema electoral que no permitirá que nazca un sistema de partidos que refleje mejor las preferencias del electorado", afirma Bale.
Ese sistema es el pegamento que probablemente mantendrá unida a la infeliz familia conservadora y posiblemente lleve a los más recalcitrantes a respaldar un acuerdo. Solo le pido que no me haga garantizarlo.
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