Independientemente del indicador que se utilice, el presidente ruso, Vladímir Putin, está ganando en los mercados energéticos. Moscú obtiene cientos de millones de dólares todos los días del petróleo para financiar la invasión a Ucrania y comprar apoyo interno para la guerra. Una vez que las sanciones europeas contra las exportaciones de crudo ruso entren en vigor a partir de noviembre, los Gobiernos de la región enfrentarán algunas decisiones difíciles a medida que la crisis energética comience a afectar a los consumidores y las empresas.
Se espera que los costos de la electricidad para los hogares y las empresas se disparen a partir de octubre, ya que el aumento en los ingresos provenientes del petróleo le permite a Putin sacrificar los ingresos del gas y reducir el suministro a Europa. Es probable que los precios en el Reino Unido aumenten un 75%, mientras que en Alemania algunas empresas de servicios públicos municipales ya han advertido que los precios subirán más del 100%. Rusia ha convertido con éxito los suministros de energía en armas. Los Gobiernos occidentales se verán cada vez más presionados para gastar miles de millones, ya sea subsidiando las facturas de los hogares o, como ya ocurre en Francia, tomando el control de las compañías eléctricas.
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El primer indicador que muestra cómo Putin ha cambiado el rumbo del petróleo es la producción de crudo ruso. El mes pasado, la producción del país volvió a subir a niveles cercanos a los previos a la guerra, con un promedio de casi 10,8 millones de barriles por día, solo marginalmente por debajo de los 11 millones bombeados en enero, inmediatamente antes de la invasión a Ucrania. Según las estimaciones de la industria, la producción de petróleo es ligeramente superior en lo que va del mes.
Julio marcó el tercer mes consecutivo de recuperación de la producción de petróleo, con un aumento significativo desde el punto más bajo de este año, de 10 millones de barriles en abril, cuando los compradores europeos comenzaron a evitar el crudo ruso y Moscú se apresuró para encontrar nuevos compradores.
Después de las dificultades iniciales, Rusia ha encontrado nuevos clientes para el millón de barriles diarios que las refinerías de petróleo europeas han dejado de comprar debido a la autosanción. La mayor parte de ese crudo termina en Asia, especialmente en India, pero también en Turquía y en otros lugares de Medio Oriente. Y algo sigue llegando a Europa, debido a aquellos que siguen comprando crudo ruso antes de la introducción prevista de sanciones oficiales a principios de noviembre. Todos los que apostamos a que la producción de petróleo rusa continuaría cayendo, estábamos equivocados.
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El segundo indicador es el precio del petróleo ruso. Inicialmente, Moscú se vio obligado a vender sus tipos de crudo con grandes descuentos frente a otras variedades para atraer a los compradores. En las últimas semanas, sin embargo, el Kremlin ha recuperado el poder de fijación de precios, aprovechando un mercado ajustado.
El crudo ESPO, una categoría de petróleo ruso del Lejano Oriente, es un buen ejemplo de la nueva tendencia. En su punto más bajo a principios de este año, se vendió con un descuento de más de US$20 el barril frente al crudo de Dubái, la referencia petrolera regional para Asia. Recientemente, el crudo ESPO se ha negociado en paridad con el de Dubái. El crudo de los Urales, la principal exportación de petróleo ruso a Europa, no se está beneficiando tanto como el ESPO, ya que sus principales compradores han sido tradicionalmente países como Alemania en lugar de India. Pero también su precio se está recuperando: recientemente se vendía entre US$20 y US$25 por barril más barato que el Brent de referencia, luego de cotizarse con un descuento de casi US$35 a principios de abril.
Moscú está encontrando nuevos operadores de productos básicos —que a menudo operan desde Medio Oriente y Asia, y probablemente financiados con dinero ruso— dispuestos a comprar su crudo y enviarlo a mercados hambrientos. Dado que el crudo Brent ronda los US$100 por barril y la capacidad de Rusia de ofrecer descuentos más pequeños, hay mucho dinero entrando al Kremlin. Al menos por ahora, las sanciones energéticas no están funcionando.
El indicador final del éxito ruso es político, más que relacionado con el mercado. En marzo y abril, Occidente se mostraba optimista de que la Organización de Países Exportadores de Petróleo, encabezada por Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, abandonaría su alianza con Rusia. Sin embargo, ha sido todo lo contrario.
A pesar de un viaje del presidente de Estados Unidos, Joseph Biden, a Riad, Putin ha conservado su influencia dentro de la alianza OPEP+. Poco después de que Biden partiera de Arabia Saudita, el viceprimer ministro ruso, Alexander Novak, la persona clave de la nación en la relación con la OPEP, voló a Arabia Saudita. Unos días después, la OPEP+ anunció un minúsculo aumento de la producción de petróleo, manteniendo la presión sobre los mercados energéticos mundiales.
La victoria en el mercado petrolero significa que Putin puede darse el lujo de renunciar a los ingresos restringiendo las ventas de gas natural a Europa, ejerciendo presión sobre Berlín, París y Londres, que se preparan para aumentos masivos en los precios minoristas de la energía y una posible escasez que puede conducir al racionamiento este invierno. Moscú está ganando tanto dinero vendiendo petróleo que también puede permitirse el lujo de restringir el suministro de crudo a las naciones de Europa del Este, como lo hizo previamente esta semana.
Una combinación de clima frío, aumento de la demanda de electricidad y un incremento de los precios a finales de este año presenta el riesgo de socavar el apoyo occidental a Ucrania. Los políticos europeos que han estado ansiosos por ganar prestigio internacional haciendo alarde de su apoyo a Kiev pueden estar menos dispuestos a pagar las consecuencias políticas de la pobreza energética ante sus propios votantes.
En público, los Gobiernos europeos siguen firmes en su determinación de alejarse de la energía rusa. En privado, deben estar reconociendo las dificultades que esa postura amenaza con infligir en sus economías. Putin está ganando la batalla energética; esperemos que el apalancamiento no sea lo suficientemente poderoso como para incitar a los políticos occidentales a suavizar su postura ante la guerra real.