Romina Del Plá participó de una conferencia de prensa organizada por estudiantes de Periodismo de la Escuela de Comunicación del Grupo Perfil, donde habló sobre el rol de Máximo Kirchner y los intentos del kirchnerismo de acercarse a un discurso de izquierda. “El kirchnerismo no es de izquierda, aunque quieran presentarse de ese modo. Una cosa es que traten de tomar un discurso para presentarse como un ala izquierda del peronismo, pero otra cosa es que tengan algún programa real para las y los trabajadores”, sostuvo.
La diputada del Frente de Izquierda también apuntó contra Horacio Rodríguez Larreta, por la “actitud represiva” frente a las protestas y movilizaciones populares. “La idea de que haya un marchódromo para no manifestarse en la vía pública o de que la gente marche por la vereda, tiene los limites insalvables que las víctimas del ajuste no entran en la vereda. Todo ese tipo de limitaciones chocan con la realidad”, aseveró Del Plá en el Ciclo de Entrevistas a cargo de Rodrigo Lloret, director de Perfil Educación.
—¿Qué opina sobre la renuncia de Roberto Feletti a la Secretaria de Comercio Interior?
—Es uno de los datos de la feroz interna que atraviesa el Frente de Todos. Pero también demuestra el fracaso rotundo de la orientación del gobierno, por más que el kirchnerismo intente colocarse como oposición. La negociación con el FMI o el paquete general de medidas económicas fueron compartidas desde el inicio del gobierno. Después que un sector diga que no esté de acuerdo o que llevaron mal adelante la negociación, es solo un mero intento de despegarse y presentarse como opositores dentro del propio gobierno: con esto jugarían el rol de contención electoral de las bases descontentas. Personalmente, me tocó participar como presidenta de bloque con Alberto Fernández, Guzmán, Massa y Máximo Kirchner y cuestioné las negociaciones con el Fondo y acreedores privadores, mientras ellos respondían al unísono que no entendía nada sobre esas negociaciones. Un año y medio más tarde, Máximo Kirchner suscribiría a todos mis planteos, pero estuvo sentado y sabía perfectamente todo lo que se discutía.
—Acaba de mencionar a Máximo Kirchner sobre su posición con el FMI. ¿Máximo Kirchner es un líder de izquierda, como parece presentarse?
—Hay que hacer una diferenciación. El kirchnerismo no es de izquierda, aunque quieran presentarse de ese modo. Una cosa es que traten de tomar un discurso para presentarse como un ala izquierda del peronismo, pero otra cosa es que tengan algún programa real para las y los trabajadores. Máximo Kirchner es el presidente del Partido Justicialista en la provincia de Buenos Aires, con todos los barones del Conurbano y los métodos conocidos de patotas. Entonces ahí, la izquierda no tiene nada que hacer. El sometimiento y la conciliación de clases no es el planteo de la izquierda y de ninguna que pueda tener ese nombre. Una cosa es que coqueteen o traten de tomar un discurso para presentarse como un ala izquierda del peronismo, pero otra cosa es que tengan algún programa real de emancipación por la explotación de las y los trabajadores.
—¿Por qué cree que algunos representantes del kirchnerismo coquetean con la izquierda?
—Es claro que hay una preocupación enorme del FDT, del peronismo y el kirchnerismo en relación a la disputa de una base social. En mi caso, vivo y milito en La Matanza: conozco a fondo el desarrollo del Partido Obrero y del Polo Obrero en más de 60 barrios del distrito y lo mismo pasa en José C. Paz, en Merlo, en Moreno. En gran parte del Conurbano, hoy ya no existe los punteros históricos del peronismo como única vía para llevar adelante algún reclamo o mejora. Los funcionarios municipales no pueden ir a presentar nada: han prometido y fracasado tanto que la organización en los barrios está siendo reemplazada por diversas organizaciones, entre ellas nosotros. Entonces, la disputa de esa base social hace que mucha gente diga: “En 2019 vote a Alberto y a Cristina pensando que iba a ser un límite al ajuste macrista, y hoy me encuentro igual o peor en algunos casos”. Por lo tanto, no es casual que hayamos ingresado con concejales en estos municipios que mencioné. No es un fenómeno de estos distritos, sino el desarrollo de un movimiento organizado alrededor de un programa de independencia política. Por eso han tenido que llenar las paredes de pintadas. Si uno pasa distraído y no ve la firma, diría: “Acá estuvo el FIT”. Pero resulta que son pintadas de La Cámpora. Sin embargo, hay un límite en el nivel de disimulo de las orientaciones y ahí aparece que no han hecho una acción, una movilización y no han abierto la boca en el Congreso, sino que han dejado pasar el acuerdo con el FMI sin dificultades.
—Hace unas semanas Jorge Altamira visitó este Ciclo de Entrevistas y sostuvo que no cree que “la rebeldía sea de derecha, pero que tampoco la izquierda lidera la rebeldía”. ¿Usted qué opina al respecto?
—Bueno, no la liderará él. Nosotros estamos a la vanguardia del movimiento de lucha más importante, que es el movimiento piquetero, e intervenimos activamente en los sindicatos clasistas. La rebeldía juvenil está puesta en valor a partir de poner de pie las agrupaciones que otorgan un programa y acciones concretas de reclamo. Después, la crisis aguda tanto en Argentina como a nivel mundial demuestran el fracaso de los centros políticos y económicos. En ese sentido, las salidas clásicas de las ofertas capitalistas entran en crisis. Y ahí, surge el refuerzo de las salidas más extremas que patean el tablero. Por eso, hay que alertar y desnudar las mentiras de los sectores libertarios de Milei y compañía: no se los puede dejar hablando de libertad cuando pregonan todo lo contrario. Pero en Argentina no es la primera vez que hay variantes de derecha populares. Están los casos de la Unión del Centro Democrático (UCD), el militar Antonio Domingo Bussi como Gobernador de Tucumán por el voto popular, el MODIN de Aldo Rico y compañía. Sin embargo, el problema está en las posibilidades de aplicar su programa político y económico. En ese sentido, el planteo de Milei o el ajuste fenomenal de Espert sólo son posibles sacando los tanques a calle. Una cosa es la propaganda y utilizar el hartazgo social, y otra es aplicar esos programas que ya fracasaron, como lo vimos con Menem.
—Hay algunos cuestionamientos sobre cómo el Gobierno de la Ciudad afronta las movilizaciones de las organizaciones sociales con la Policía. ¿Usted considera que Horacio Rodríguez Larreta es un represor?
—El concepto represor tiene que ver con otra cuestión. Sí considero que el Gobierno de la Ciudad tiene una actitud represiva frente a las movilizaciones populares. Ahí coloraría el mote de represores al poner limitaciones en las movilizaciones: la idea de que haya un marchódromo para no manifestar en la vía pública o de que la gente marche por la vereda, tiene los límites insalvables que las víctimas del ajuste no entran en la vereda. Todo ese tipo de limitaciones chocan con la realidad. También diría que tanto Larreta y Juntos por el Cambio como el propio gobierno impulsan una reforma laboral.No directamente como una reforma integral, pero si en la forma “empresa por empresa”: por eso saludaron el acuerdo flexibilizado en Toyota, pero ese planteo es de gobiernos ajustadores. Pueden variar en cuestiones de matices, pero son todos gobiernos ajustadores y sometidos a los acuerdos con el FMI que reclaman ese tipo de ajustes y de reformas estructurales. Han mentido cuando dijeron que el acuerdo con el fondo no implicaba una reforma laboral o provisional. En primer lugar, porque la reforma laboral se viene aplicando sector por sector. Y en segundo lugar, la reforma provisional ya se aplicó bajo el macrismo, bajo el gobierno de Alberto Fernández y porque están insistiendo que se avance sobre los regímenes jubilatorios especiales que no son los de privilegio. Esos son los regímenes jubilatorios de las cajas de aquellas provincias y sectores que defendimos con lucha.
—Hace unas semanas denunció a la lista de Roberto Baradel por fraude en las elecciones de Suteba de La Matanza. ¿Cómo define usted a Baradel?
—Baradel es un representante de la burocracia sindical y de una dirección sindical sometida a los gobiernos de turno. Esto es claro, ya que Baradel está en todos los actos oficiales del Frente de Todos. En lugar de defender los derechos de la docencia y la educación, terminan siendo una correa de transmisión de las políticas de esos gobiernos. Nosotros somos oposición y, en forma previa a las elecciones, veníamos alertando desde la lista multicolor sobre estas maniobras fraudulentas ante el Ministerio de Trabajo. Denunciamos que no se entregaban los padrones y que había gente que no podíamos verificar su condición de docente o afiliado. Por lo tanto, denunciamos que el resultado que arrojó la junta electoral no es el correcto y por eso nos movilizamos al Ministerio de Trabajo.
—¿Por qué apoya el proyecto de ley de la creación de una boleta única de papel?
—Voté a favor de habilitar el debate de boleta única. En primer lugar, porque el sistema electoral actual no anda a mil maravillas. Incluso, una funcionaria del ministro del Interior dijo que no entendía porque se debatía esto si anda todo maravilloso. Realmente mejor no la hubieran enviado: fue tan poco sólida su intervención que dio lugar a que le digan de todo. Hubo muchísimos cuestionamientos del proceso electoral desde el robo de boleta hasta los resultados, la quema de urnas en lugares como Catamarca o Tucumán. Está claro también que el sistema de boleta partidaria son la ley de lemas en algunas provincias, al igual que los acoples, las colectoras y los distintos mecanismos de manipulación que no consideramos que anden bárbaros. Por eso, hay que buscar mecanismos que eviten estar sometidos a los grandes aparatos que tienen como financiamiento y, a la vez, respondan a los grandes intereses económicos concentrados. Esto lo sufrimos en carne propia: mientras decían que no pasaba nada, en las escuelas de González Catán nuestras boletas no estaban y las de contingencia estaban en una bolsa de residuo debajo de una escalera, porque el puntero de turno lo había decidido. Todo eso es moneda corriente, entonces no podemos decir que anda bárbaro. Pero habilitar el debate no quiere decir apoyar cualquier tipo de mecanismo de boleta única, porque puede haber algunas que simplifiquen y otras que lo complejicen. Habrá que ver a que conclusión llegamos. Por eso, desmentimos que el Partido Obrero forme parte de una negociación de un dictamen común con los sectores que hoy están empeñados en este debate. Esperaremos a ver qué tipo de dictamen arriban para definir nuestro voto.
—En el caso de que haya un proyecto de boleta única, ¿lo verían mejor que la boleta sabana?
—Depende. Hay 21 proyectos de boleta única, el problema es que a qué dictamen arriba y a qué acuerdos llegan los que tienen posibilidad de firmar dictamen, porque nosotros no somos parte de esas comisiones.
—¿Por qué el resto de los diputados del Frente de Izquierda no comparte la misma posición sobre la boleta única?
—Los compañeros del PTS entienden que el debate de boleta única va a complejizar más la situación. Nosotros no compartimos, no podemos avalar que el régimen actual funciona bien. Ellos plantean que no hay que avanzar y nosotros que si, por lo menos en la habilitación del debate. En eso nos hemos diferenciado.
—Agradecemos su participación en este Ciclo de Entrevistas de Perfil Educación y le damos la posibilidad de cerrar con un comentario final que quiera hacer.
—No dejo de ver con mucha preocupación la situación económica y social de nuestro país, con el agravamiento de la pobreza, la precarización laboral, las condiciones de vida y la crisis habitacional. Esto nos plantea la necesidad de desenvolver una tarea de organización. Se abre un terreno de una intervención independiente de las y los trabajadores y la juventud, en ese camino estamos desde el Partido Obrero y el Frente de Izquierda de los Trabajadores Unidos. Agradezco mucho la invitación.
Por Julieta Morales, Narella Arienzo Macchioni y Francisco Prado.
Estudiantes de Periodismo Perfil Educación
Escuela de Comunicación