Aunque la relación del hombre con las máquinas nació hace tres siglos, con la Revolución Industrial, en el último tiempo la situación se fue volviendo más “íntima”. A punto tal que a fines del año pasado, la Universidad de Londres fue sede del II Congreso Internacional “Amor y sexo con robots”, donde académicos debatieron el futuro de esta relación. “El sexo con humanoide está a la vuelta de la esquina, y los primeros ‘sexbots’ llegarán el año que viene”, dijo el experto en inteligencia artificial (AI) David Levy en el Congreso. Levy, autor de Amor y sexo con robots, estimó que el matrimonio con estos humanoides podría hacerse realidad en 2050. “A medida que el sexo con robots sea más y más corriente, confrontaremos la posibilidad real del matrimonio. Y, ¿por qué no? Se trataría de maridos/esposas pacientes, amables, protectores, cariñosos, nunca celosos o groseros... a menos que quieras que lo sean”, afirmó risueño.
Julie Wosk, autora del libro Female Robots, Androids, and Other Artificial Eves y profesora en la Universidad de Nueva York, consideró que es muy posible que se desarrollen robots capaces de servir de compañeros sexuales. Pero en diálogo con PERFIL advirtió que pensar en una amistad real entre humanos y robots es complejo: “Hay elementos como la empatía que en términos de desarrollo tecnológico aún parecen estar muy lejanos, aunque hay investigadores trabajando en esa temática”.
Uno de los mayores estímulos para el desarrollo de “sexbots” está en la industria del entretenimiento adulto. En el Congreso participaron empresas como Abyss Creations, que anunciaron los primeros robots sexuales con la capacidad de moverse y hablar como humanos. El objetivo de estas “realdolls” de tamaño real y piel de silicona, según sus creadores, es potenciar el deseo y conseguir una simulación del sexo muy próxima a la realidad.
Para Beatriz Literat, sexóloga clínica del Instituto Médico Halitus, si lo que se pretende es estimular con fines comerciales el consumo de juguetes eróticos para adultos, ni siquiera hace falta un robot. “En las personas lo que incita la respuesta sexual es la imaginación y cualquier objeto puede servir para autoestimularse y lograr un clímax. Ni siquiera necesita tener forma humana”, consideró. “Pero esto funciona sólo si consideramos la respuesta sexual como una descarga física. El amor es otra cosa”, apuntó.
Los “sexbots” son un tema recurrente de la ciencia ficción, presente por ejemplo en las películas como Her, Ex-Machina, Lars and the Real Girl y la más reciente serie de HBO Westworld.
Complejidad. ¿Qué tipo de relaciones es posible pensar entre seres humanos y autómatas inteligentes? Para Guillermo Simari, profesor en la Universidad Nacional del Sur y uno de los más destacados investigadores argentinos en AI, el sexo con robots tiene dos perfiles para considerar: la parte estrictamente “mecánica” de la relación sexual, “que sería algo bastante fácil de resolver para la industria robótica, en menos de cincuenta años”, y la parte mental y psicológica de una relación, con un ida y vuelta entre dos personas. “Eso, para la IA y la computación sería de muchísima complejidad y está mucho más lejos en el futuro”.
A pesar de este problema, “las personas tenemos tendencia a antropoformizar a las máquinas, como cuando se insulta a una PC cuando se cuelga. Esta capacidad nos es muy útil para interactuar con dispositivos complejos. Y, en cierto modo, puede compensar la falta de inteligencia de un robot”. Según Simari, hoy hay un gran auge de la IA, pero funciona en un espacio estrecho, para tareas repetitivas, en las que se cuentan con muchos datos. “Estamos lejos de tener una IA ‘general’. Y que un robot pueda actuar como un gran amante es mucho más difícil que resolver la parte mecánica. El ida y vuelta de la parte cognitiva y mental hoy no es posible y no creo que lo sea por unos cuantos años más”, concluyó.
Cibersex: llega la telelengua
El congreso internacional de amor y sexo con robots, organizado por la Universidad de Londres, sirvió para presentar los últimos avances en sexo cibernético. Entre ellos, el “Kissenger”, un dispositivo que permite a las parejas besarse aunque estén lejos. El gadget se conecta a un smartphone y por éste a internet. La persona besa el dispositivo que registra los labios, su posición, duración y fuerza, usando sensores. Y luego reproduce el mismo movimiento en el receptor que tiene el destinatario del afectuoso gesto. Pese a que aún es un prototipo, la japonesa Emma Yann Zhang –una de las creadores del servicio– afirmó que el Kissenger emplea una serie de sensores de alta precisión que están instalados debajo de un molde que emula ser unos labios artificiales. En su sitio, los creadores aseguran que “el Kissenger podrá ser utilizado por parejas en forma remota; familias, e inclusive como recurso de marketing. No es el único proyecto. La “Teletongue” es otro desarrollo que está siendo impulsado por investigadores de la Keio University de Japón. Intenta que dos “amantes” puedan reproducir sensaciones en la boca, aun estando a distancia, por medio de una especie de chupetín interactivo.
Una idea que genera controversia
La posibilidad de amar o tener sexo con robots despierta controversias. La antropóloga Katleen Richardson, de la Universidad de Montfort, en Leicester, junto al investigador especializado en Robótica Erik Billing, lideran una verdadera contienda contra los robots sexuales. Con el hashtag en Twitter #CampaignAgainstSexRobots, se han propuesto frenar el fenómeno. “Recurrir a robots con forma de mujeres o niños para ser usados como objetos sexuales es algo potencialmente peligroso porque ayuda a cosificar a las personas más vulnerables y pueden contribuir a ampliar, aún más, las injusticias sociales y el mundo de la prostitución”, sostienen. Para la sexóloga Beatriz Literat, es completamente descabellado hablar de amor con robots. “Quien diga esto, nunca se sintió amado o amó a otra persona. Es que una de las características de la condición humana es la capacidad de amar completamente a otra persona y establecer un vínculo donde se juegan elementos emocionales y espirituales, además de físicos. Cuando decimos: ‘te amo con el alma’, es algo muy profundo que no puede reproducirse fuera del género humano”, opinó.