A cien años del descubrimiento de la tumba de Tutankamón en el Valle de los Reyes, un nuevo análisis académico volvió a poner en el centro de la escena una de las excavaciones más famosas de la historia y reveló que la momia del faraón fue decapitada y mutilada por el equipo dirigido por el arqueólogo británico Howard Carter. La investigación retoma documentación, fotografías y registros preservados durante un siglo que muestran los métodos usados para retirar el cuerpo del sarcófago.
Las conclusiones fueron difundidas por la investigadora Eleanor Dobson, de la Universidad de Birmingham, Reino Unidos, quien explicó que la momia había quedado completamente adherida a una gruesa capa de resina funeraria solidificada, vertida sobre el rey en el año 1323 a. C.. Esta mezcla, endurecida durante más de 3300 años, convirtió la extracción en un desafío que los arqueólogos de 1925 resolvieron con procedimientos hoy considerados violentos.
Aunque Carter escribió tres libros sobre la excavación, jamás incluyó los detalles del desmembramiento. Dobson señaló que aquel silencio habría buscado evitar el rechazo público frente al tratamiento del cuerpo: “La autopsia posterior fue devastadora. Tutankamón quedó decapitado, con los brazos separados a la altura de los hombros, codos y manos, las piernas a la altura de las caderas, rodillas y tobillos, y el torso cortado desde la pelvis a la altura de la cresta ilíaca”.
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Las revelaciones no solo reabren la discusión sobre las prácticas arqueológicas del siglo XX, sino que también reavivan una de las leyendas más persistentes del hallazgo, como la supuesta “maldición del faraón”, que habría desencadenado muertes extrañas entre quienes participaron de la excavación, incluido Lord Carnarvon, el ayudante de Carter.
Los hallazgos de la investigación: qué ocultó Howard Carter
Los investigadores explican que el cuerpo de Tutankamón estaba tan firmemente adherido al fondo del ataúd que, según los registros de Carter, la momia parecía estar “completamente pegada” por las enormes cantidades de aceites negros y resinas espesas vertidas durante el ritual funerario. Aquella sustancia, endurecida hasta volverse “similar a una roca”, resistió todos los intentos iniciales por separarla sin daños.
Durante varios días, el equipo expuso el sarcófago al sol del desierto, alcanzando temperaturas cercanas a los 65 grados. También utilizaron lámparas para intentar ablandar la resina. Pero nada funcionó. Frente a esa imposibilidad, Carter y los anatomistas Douglas Derry y Saleh Bey Hamdi recurrieron a medidas extremas y calentaron cuchillos comunes al rojo vivo para cortar la sustancia adherida al cuerpo del faraón.

De acuerdo con la documentación preservada en el Instituto Griffith de la Universidad de Oxford, el proceso derivó en el desmembramiento de la momia. Primero retiraron la máscara dorada, luego cortaron la cabeza, serraron el torso en dos e incluso rompieron brazos y piernas en cada articulación. El objetivo era liberar tanto el cuerpo como el valioso ataúd y las joyas incrustadas en él.
Una vez concluida la autopsia, los arqueólogos reunieron las partes desmembradas. Según Dobson, “sus restos fueron posteriormente pegados para simular un cuerpo intacto, una macabra reconstrucción que ocultaba la violencia del proceso”. Para ello, recubrieron cada segmento con cera de parafina caliente y volvieron a unirlos con resina.
Las imágenes del procedimiento,que Carter nunca describió públicamente, permanecieron archivadas durante décadas. Fueron tomadas por el equipo entre 1925 y 1926 y hoy se consideran evidencia clave para entender lo ocurrido dentro de la tumba.
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Aunque la crudeza del método despierta críticas actuales, muchos especialistas sostienen que Carter no tenía alternativas técnicas disponibles. En 2022, el reconocido egiptólogo Aidan Dodson afirmó: “Yo habría hecho todo lo que hizo Carter ese día; estaba muy adelantado a su tiempo como arqueólogo de campo”.
La maldición del faraón: muertes extrañas, leyendas y revisiones éticas
El hallazgo de la tumba en 1922 desató fascinación mundial, pero también alimentó una de las leyendas más persistentes del siglo XX, la "maldición del faraón". Según la tradición popular, cualquier persona que perturbara el descanso de un faraón sufriría mala suerte, enfermedad o muerte. Y la serie de fallecimientos vinculados a la expedición de Carter en 1925 reforzó esa narrativa.
El caso más emblemático fue el de Lord Carnarvon, quien murió poco después del descubrimiento por una infección provocada por la picadura de un insecto. Para muchos, su muerte fue la prueba definitiva de la supuesta maldición. Carter, sin embargo, siempre negó su existencia. Curiosamente, él mismo falleció años después por linfoma de Hodgkin, lo que reavivó el mito.

Las nuevas revelaciones reforzaron el interés público por esa leyenda. Para Dobson, el ocultamiento de Carter sobre el desmembramiento contribuyó a que la “historia heroica” de la excavación se impusiera sobre las prácticas reales empleadas en la tumba. “La mutilación del cuerpo de Tutankamón, oculta en los relatos oficiales, nos invita a cuestionar las narrativas de triunfo arqueológico y a mirar al pasado con una mirada más crítica”, señaló.
Sin embargo, quienes defienden la labor de Carter destacan que sin su intervención la tumba podría haber sido saqueada o destruida, y que su documentación sigue siendo fundamental para la egiptología moderna. Por su parte, Dodson aclaró que Carter fue “el único capaz de lograr una excavación tan completa en esas condiciones”.