Llega el momento de hacer lo que a los economistas tanto incomoda y a mí me parece tan útil: el balance anual con sus aciertos y errores. Es lo que hago cada año y que creo necesario para comprender mejor las posibilidades y limitaciones de la ciencia social más importante de nuestras vidas: la economía.
Puede haber dudas de si es esta materia la que condiciona la cultura, la religión y el andamiaje legal de una sociedad, como entiendo yo, o si es una consecuencia de todo ello. Pero, en definitiva, es la economía la herramienta científica con la que contamos para tratar de entender y cuantificar los desafíos de la vida cotidiana y el desarrollo productivo de la humanidad.
Y el problema no es que no sea una ciencia exacta. El problema es cuando se la hace pasar por una ciencia exacta.
Sería magnífico que lo fuera, que en un país como este se pudiera predecir lo que va a pasar en un año con exactitud de decimales. Lástima que la realidad suele ser demasiado compleja.
Hay empresarios y políticos que se ríen de los brujos, pero pagan bien a quienes les prometen proyecciones perfectas a uno, dos y cinco años. Si eso fuera posible habría más empresarios y políticos exitosos de los que hay.
El punto no es que la economía no sea una ciencia exacta. Sino que se la hace pasar por ciencia exacta
Inflación y PBI. El REM es el Relevamiento de Expectativas del Mercado del Banco Central. Mes a mes resume los pronósticos de 39 participantes, entre los que se cuentan 26 consultoras y centros de investigación locales e internacionales y 13 entidades financieras nacionales. Todos ellos tienen una alta reputación y son los que van formando el consenso de lo bien o mal que le va al país.
Hace un año, los promedios de sus proyecciones indicaban que 2022 terminaría con una inflación del 54,8%.
El LatinFocus Consensus Forecast tiene una metodología similar. Registra el promedio de las proyecciones de 200 de los más destacados expertos de la región. En diciembre de 2021, la inflación prevista para la Argentina a diciembre de 2022 fue 49,8%.
Esta semana, el Indec dio a conocer el IPC de noviembre. Las estimaciones privadas habían anticipado entre el 5,5% y el 6%. Finalmente, la cifra fue el 4,9% que hace dos semanas se anticipaba en esta columna como la esperada por el ministro Massa.
Así, el acumulado para los primeros 11 meses del año da 85,3%, con un estimado de más del 90% para el año completo.
El margen de error entre proyección y realidad de los 39 participantes encuestados por el Banco Central alcanzaría el 65%. El de los 200 del LatinFodus, el 80%.
Por desfasajes mucho menores en las previsiones, una empresa privada podría quebrar.
Organismos como el Fondo Monetario o el Banco Mundial ya desistieron de pronosticar la inflación en países tan complejos en ese sentido como la Argentina, pero sí proyectan el crecimiento anual del Producto Bruto Interno. Aunque también en este punto acertar es difícil.
En enero, el FMI calculó que en 2022 la economía crecería un 3%. El BM fue más cauto: 2,6%. La OCDE apuntó un 2,5%. El REM del Central estimó 2,9%. El LatinFocus, 2,3%. Cepal, 2,7%.
Ya avanzado este año, en marzo, dos de las más importantes calificadoras internacionales de riesgo también dieron su proyección sobre el crecimiento del PBI argentino. Fitch lo calculó en 1,7%. Standard & Poor’s fue más optimista: 2,8%.
Todavía más acá, en abril, Bloomberg recogía las conclusiones de distintos analistas económicos: iban entre una caída del 0,5% del PBI hasta un aumento del 3%.
Cristina: campaña presidencial para no ser Presidenta
El 28 de julio, hace menos de cinco meses, la división especializada del Banco Bilbao Vizcaya, el BBVA Research, corrigió la previsión de crecimiento de la Argentina. Fue a la baja y pasó del 3,5% al 2,5% anual.
Al igual que con la inflación, la diferencia entre proyección y realidad en el ítem Producto Bruto también fue abismal. Aunque en este caso, para mejor.
Esta semana se conoció el resultado del tercer trimestre del PBI: creció 5,9%. Con lo cual el crecimiento acumulado a octubre es del 6,4% y el “consenso” actual indica un piso del 5,5% cuando termine diciembre.
En este ítem, el error de todos los pronosticadores rondaría el 100%.
Dólar y exportaciones. El dólar es la otra variable clave que los especialistas monitorean con atención.
Hace un año, el REM del Central pronosticaba que en 2022 la divisa terminaría con un valor oficial mayorista de $ 163,74. Mientras que la proyección del LatinFocus Consensus Forecast fue de $ 160,29 exactos.
El último viernes, el dólar mayorista cerró a $ 172,70 y se aproximaría a $ 175 a fin de mes.
En este caso, la diferencia no fue tan extrema: menos del 10% de error en ambas mediciones.
Sobre las exportaciones, hace un año el REM anunciaba US$ 77 mil millones para todo 2022, que es la cifra a la que casi ya se llegó en octubre. La Cancillería acaba de anticipar que a fin de año se habrá acercado al récord de US$ 100 mil millones. Si eso se concretara, el desfasaje con los pronósticos superaría el 30%.
Como consuelo de las grandes entidades financieras internacionales y de los expertos locales, se podría decir que los pronósticos del Gobierno también fallaron.
El Presupuesto 2022 elaborado por Martín Guzmán, que nunca fue aprobado, contemplaba una inflación del 33%, un crecimiento del PBI del 4%, un dólar de $ 131 y exportaciones por US$ 90 mil millones.
Por lejos, el mayor desfasaje fue la inflación: casi el triple de la meta oficial.
Como los políticos que proponen salidas económicas perfectas para realidades complejas
Errores exactos. Algunos atribuyen los continuos errores de las proyecciones económicas a prejuicios ideológicos que interfieren positiva o negativamente sobre los consultores, siendo más optimistas en sus proyecciones con administraciones más ortodoxas y más pesimistas con las heterodoxas.
Puede que exista un sesgo ideológico que acentúe los errores, pero creo que en general los economistas son equilibrados para equivocarse.
Esto se vio en los resultados de este año, en donde se mezclan las que terminaron siendo proyecciones erradas positivas (menos inflación que la real) con las negativas (menos crecimiento que el real). Hubo años durante el kirchnerismo en los que el FMI fue su proyectista más optimista: para 2008 había pronosticado un crecimiento de casi el doble del 4,1% que hubo; y para 2012 el Fondo proyectó una suba de más del 4%, frente a lo que terminó siendo una caída del 1%.
Lo que sí creo es que hay quienes opinan y proyectan como si fueran comunicadores de una ciencia exacta y otros que analizan las variables económicas con herramientas multidisciplinarias y piensan el futuro en función de escenarios con distinto grado de probabilidad.
Los primeros son asertivos y hacen pronósticos con la exactitud de dos o más decimales. En su razonable desesperación por entender lo que viene, son los preferidos de empresarios que buscan encontrar certezas donde no las hay. También son los elegidos por los programas periodísticos que solo necesitan cuantificar sus respectivos prejuicios.
Pero a las puertas de la campaña electoral, son los políticos los que hoy más se dejan tentar por este tipo de economistas exactos. Si la sociedad exige certezas económicas, quiénes mejor para dárselas que los ilusionistas de la macroeconomía.
En cualquier caso, la responsabilidad es de los políticos que, por ignorancia o demagogia, siguen proponiendo soluciones económicas perfectas. Como si hubieran sido probadas en un laboratorio de física.