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Agarrar la pala

Redes Sociales
Unesco pide a las plataformas que refuercen la seguridad para sus usuarios. | Télam

Si trabajamos en medios masivos, es inevitable aparecer en Twitter, aunque no tengamos una cuenta. Algo lógico para una red social que se nutre de información periodística. Debido a mi nula capacidad para el esfuerzo gratuito de tratar de pegarla con una frase de 280 caracteres dirigida a un público abundante en odiadores, mi única red social es Instagram. En un par de ocasiones, contacté por allí a personas que hablaban en Twitter de algo o alguien vinculado a mi trabajo, dejando la puerta abierta a una réplica frontal. Aunque hubo respuestas que en nada se parecieron a la retahíla de agravios virtuales que algunos confunden con debate, en la mayoría de estos intentos de decir algo así como “Acá estoy, planteo esto, si querés podés responder”, confirmé que el diálogo desvanece ante la pasión monologuista y el acopio de followers mediante el truco del falso enfrentamiento. En algún caso, en vez de contestarme, hicieron una captura de pantalla de lo que dije y la trasladaron a Twitter para hablar de mí, pero sin mí y pese a tener acceso a mí. O tomaron un fragmento de un artículo que escribí, acompañándolo de mi nombre modificado y adjetivaciones de todo color, como “blanca privilegiada”, “que agarre la pala”, “cheta”, “intelectualoide”, “peroncha”, “gorila”, “zurda”, “cipaya”, “femibolche”, “pro-vida”, “petera”, “escribe raro” y “conservadora” (la más loca fue “tiene la nariz hecha” como si la rinoplastia, que para colmo no tengo, operara en la forma de pensar. ¡Ni Lombroso!), entre otras que dicen más de quienes las profirieron que de cualquier otra persona. 

Progres y fachos

Tal vez, con el tiempo, analice cada una de ellas (a excepción de la de la nariz, la del peterismo y otra sobre que me quedaría mejor el rubio) e intente ver cuál es el porcentaje de relación que tienen con lo que creo que soy, o con lo que quienes me conocen dicen que soy. Hoy me voy a concentrar en una que también le han propinado a mucha gente que conozco (gente, no casualmente, muy difícil de refutar sin recurrir a falacias) y es la metáfora de la pala, el señalamiento de una vagancia presunta. Como trabajo mucho, no me llega en lo personal, pero en momentos en que uno de los problemas más graves del país es la falta de trabajo, creería que la frase es menos un ataque que la enunciación de un terror intrínseco de millones de personas, lo sepan o no. 

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Hace veinte años, a propósito de la famosa máxima de William Burroughs, Carlos Gamerro escribió: “El estado de silencio equivale a la cura del virus del lenguaje (…) Solo quien ha alcanzado el estado de silencio puede ser dueño de su lenguaje”. ¿Qué encontraríamos en Twitter si hubiera más palas para agarrar, es decir, más trabajadores a tiempo completo? ¿Qué encontraríamos en Twitter si en el tiempo libre que compensa al trabajo, esos trabajadores tuvieran medios para viajar, salir a divertirse? ¿Qué encontraríamos en Twitter si sus usuarios, en definitiva, tuvieran algo mejor para hacer que tuitear? Probablemente, encontraríamos algunas victoriosas oleadas de silencio.