Es un proceso creciente del que vienen tomando nota los diferentes espacios que componen el oficialismo. Y según la fuente, habrá que ver su consistencia en tiempo y forma. Pero lo cierto es que Alberto Fernández intenta dar inéditas señales de su autoridad a la hora de gestionar.
El mecanismo se trató de aplicar en varias oportunidades en estos dos años de mandato, teniendo en cuenta el laberinto sin salida del vínculo político entre el Presidente y su patrocinadora original, Cristina Fernández de Kirchner.
Este nuevo capítulo del auto empoderamiento presidencial nació la misma noche de la derrota legislativa de hace menos de un mes. Un curioso mensaje grabado, con planteos de lo que debe encarar ahora su administración, y su discurso del “ganamos perdiendo” de ese domingo resultaron la punta de lanza.
Tres días después, en el escenario al que sólo él se subió y habló en el masivo acto de la Plaza de Mayo, ratificó su voluntad de mostrar centralidad y no un Poder Ejecutivo bicéfalo.
Semejante sobreactuación tenía su sentido. Dentro y fuera del Frente de Todos había temor respecto a que la derrota electoral confirmatoria del 14N disparara un tsunami similar o peor al que se desató en el oficialismo tras perder las PASO. No hace falta refrescar la locura de esos días.
Al revés de lo que suele suceder, esta vez Alberto F pareció más consistente con los hechos y gestos que suceden a sus palabras, muchas veces contradictorias. Y fueron acompañados también por hechos y gestos de quienes se sienten más cercanos.
Ahí por ejemplo apareció la voz poco escuchada de Claudio Moroni. Durante un acto nada menos que en Techint, el Ministro de Trabajo no tuvo empacho en anunciar el fin de la prohibición de despidos y de la doble indemnización a fin de mes. Lo dijo no solamente delante de Paolo Rocca, el mandamás de la empresa y férreo crítico del kirchnerismo, sino también ante Antonio Caló, histórico jefe de la UOM y uno de los sindicalistas albertistas de la primera hora.
Moroni era uno de los “funcionarios que no funcionan”, según aquella carta memorable de Cristina. No parece pensar lo mismo el Presidente.
Las cartas que se guarda Cristina
Otro de los tácitos integrantes de esa lista de la vice era Matías Kulfas, a cargo de Desarrollo Productivo. En una semana, el ministro dio dos muestras inusuales de mando. Primero descalificó públicamente una opinión del secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, quien en teoría depende de él pero es un alfil de CFK. Después, con el aval expreso del Presidente, empujaron el jueves el alejamiento de Débora Giorgi (otra K) como segunda de Feletti, al decidir no firmar su nombramiento.
Otra re empoderada ha sido Cecilia Todesca Bocco, ex vicejefa de Gabinete con Santiago Cafiero, a quien acompaña ahora como secretaria de Relaciones Económicas Internacionales de la Cancillería. Además de participar de la reunión del gabinete económico de esta semana, que volvió a reunirse por pedido presidencial, almorzó el viernes en la Casa Rosada con Alberto F, Julián Domínguez (otro que cargó contra Feletti) y Martín Guzmán.
El ministro de Economía es casi el único miembro del Gabinete que sigue haciendo equilibrio entre el Presidente y su vice, a quien visitó en su despacho del Senado el miércoles a la tarde. Guzmán sabe mejor que nadie que en la negociación clave con el FMI el FdT debe ser y parecer homogéneo como en ningún otro tema. En ese zurcido permanente está.
Acaso por ese trabajo invisible es que Cristina ni mencionó a Guzmán en su última carta. Allí, la ex presidenta disparó contra la oposición y volvió a dejar en claro tanto que el acuerdo con el Fondo no puede afectar la inclusión social como que el entendimiento depende de la lapicera del Presidente, no de ella.
No es el único chispazo, claro. Uno evidente fue que el viernes la directora de la Anses, la cristinista Fernanda Raverta, salió a decir que se estaba estudiando un bono de fin de año para las jubilaciones. Dos días antes, la portavoz presidencial Gabriela Cerruti había descartado esa posibilidad.
Un cortocircuito más larvado es el enfriamiento de la relación entre Alberto F y Máximo Kirchner. Malos entendidos y diferencias políticas, enancadas en este auto empoderamiento albertista, distanció al jefe del bloque de diputados del FdT. Hablaron a solas hace 10 días en Olivos. Pero esta semana no estuvo en la reunión que el mandatario tuvo con Sergio Massa, presidente de la Cámara de Diputados, sobre la agenda legislativa que viene. Solían ser encuentros de a tres.
Ni hablar del ninguneo al que Alberto F ha decidio someter a Wado de Pedro, el camporista ministro del Interior.
Para los incondicionales del Presidente, esta autonomía de CFK no implica romper sino ejercer el mando necesario. Para los escépticos, apenas un paréntesis hasta la próxima crisis de poder. Y para el sector crítico, un espacio cedido por la vice. Se verá.