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De rígidos a flexibles

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Liderazgos tensos. CFK y Macri creen que un futuro sin ellos es inaceptable. | NA

A los conflictos se los señala, pero no se los explica en sus condiciones de posibilidad, de modo que se ha convertido en una especialidad muy determinante la relación cuidada de dependencia entre la indicación de un conflicto, y su correspondiente gesto de indignación ante eso mismo que se señala. Se lo marca, y una vez que se lo encuentra, se lo critica. De eso trabaja mucha gente.

La sociología ha tratado las cuestiones del conflicto, aunque desde el punto de vista de la capacidad de una sociedad de encontrar aspectos de su cultura que le permitan proceder en relación con acuerdos, y no con tensiones que bloqueen su propia reproducción. Se ha hecho siempre preguntas desde aquello que permite que dos personas hablen durante un tiempo, hasta cuestiones coordinadas e impensadas de valores supuestamente idénticos y compartidos masivamente, como la nacionalidad, o las formas anónimas de lo aceptado como normal en situaciones siempre renovadas, pero con expectativas de repetición, en el comportamiento social rutinario, que suelen ser cumplidas. Es decir, que la atención estuvo más del lado de los acuerdos.

La idea de estabilidad en procedimientos sociales, tiene representaciones esperadas en casi todos los ámbitos posibles. Supuestamente los economistas podrían generar procesos de cálculo con modelos complejos para desarticular desequilibrios en el mercado, un correcto sistema de justicia corregir las ilegalidades y una ciencia moderna eliminar las contradicciones del conocimiento y llevar a verdades esenciales. Sin embargo, al mismo tiempo podemos observar que le economía necesita de desequilibrios para avanzar, ya que una compra en un lugar implica la decisión de no compra en su competencia. También se puede comprobar que las leyes no garantizan la evitación de un delito, sino que solo refuerzan la existencia del derecho (los contratos pueden no ser cumplidos, con sus consecuencias); y la ciencia avanza asumiendo siempre sus propios procesos de descarte de lo anterior y aparición de novedades extraordinarias, que luego serán también descartadas. Justamente, la sociedad avanza sobre la base de desequilibrios auto producidos y necesarios, que al mismo tiempo la hacen más amplia y diversa, ya que un nuevo caso (compra, delito o descubrimiento) permiten ajustes posteriores o ampliaciones en la realidad hasta ese momento conocida.

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Kirchnerismo y macrismo: una dialéctica poco feliz

Los conflictos ocupan un rol diferente en los procedimientos de la sociedad moderna y poco tienen que ver con su multiplicidad y complejidad, es decir con su crecimiento y variación. En lugar de producir desequilibrios, como necesidad de lo nuevo, lo que producen es quietud ya que se trata de una tensión que trabaja para sus propio sostenimiento de enfrentamiento y no para un paso siguiente.

Quienes participan en conflictos necesitan que sus partes integrantes tengan vinculaciones rígidas, de poca flexibilidad hacia el interior, con mínimo espacio para la innovación y lo diverso,  ya que deben estar unidos para el sostenimiento de esa guerra contra sus enemigos. Sus rivales, en espejo, deben también asumir una situación similar, ya que las partes opuestas dedican sus energías a la destrucción de ellos mismos, de modo que la amenaza sostenida ofrece la obligatoriedad de también endurecer los límites a la variación. Mientras el mundo avanza y se diversifica, la instalación de un conflicto contiene la diversificación y concentra las energía en la mirada hacia el otro.

Desde 2015 la política Argentina se replica y sobrevive por la propagación y sostenimiento de un conflicto cruzado entre el kirchnerismo y Cambiemos, y todo aquello que sucede y se hace, no puede pensarse o explicarse sin la otra parte. La predominancia de esta tensión, y las condiciones antes descriptas, que el sostenimiento de esta batalla requiere, explica la sobrevivencia problemática de sus dos figuras centrales, con Cristina Kirchner y Mauricio Macri, batallando por vencer al paso del tiempo y a los intentos de sus partidos por generar variaciones que no sean necesariamente producto de batallas ideológicas. Esta tensión detiene sistemáticamente las novedades de posibles nuevas corrientes y figuras, y en vez de que la política produzca alteraciones alrededor de un mundo que nunca es el mismo, busca sostener el detenimiento de una complejidad social que siempre sería igual al pasado.

Con los conflictos se puede observar la excesiva carga de conceptos morales. Con la moral en la sociedad moderna, más que determinar formas generales del hacer en el mundo, se edifican límites, barreras que determinan los incluidos de los excluidos de acuerdo a esas ideas. Cristina y La Cámpora aseguran que sus desempeños se basan en ideas generales de los pueblos y la lucha contra los intereses concentrados que buscan someter a todo el universo; Macri y sus leales seguidores insisten en que se trata de una batalla de valores.

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En ambas tensiones se puede comprender las formas que sus gestiones de gobierno adquirieron, en donde primero se ubicaron siempre la ideologización, y luego la gestión. Como una codificación previa, no prima lo cognitivo, el dato, sino el modelo aceptado como válido (por ejemplo Sturzenegger en el Banco Central; o Feletti con el control de precios), de modo que la decisión de gestión provino de una selección previa de lo correcto o incorrecto de acuerdo a modelos atendidos por valores. Macri le dice a Martín Tetaz que se equivocó al creer que iba a poder resolver la inflación tan fácilmente, demostrando que sus criterios de gobierno, más allá de las planillas de Excel implementadas, se basaron en valoraciones imaginadas sobre la complejidad del mundo, y no sobre problemáticas extensas e imbricadas analizadas previamente. Vale la pena preguntarse si Argentina es un lugar propicio para que la presidencia sea un espacio de entrenamiento, para la próxima presidencia.

En el último tiempo estos modelos han sido puestos en tensión, y ambos dirigentes han aumentado su presencia pública como manera de intentar sostener su relevancia. El abierto desafío de Rodríguez Larreta al liderazgo de Macri, como quien sabe que debe abrir el espacio e integrar a las partes diversas, es respondido con Patricia Bullrich y un ofrecimiento de perfil extremo y rígido, unido a sus apariciones recurrentes con la idea de un “segundo tiempo”. La furia de Cristina con Alberto tiene una correlación directa con el voto en la Cámara de Diputados en donde Sergio Massa logró que el peronismo votara estratégicamente para el logro de un objetivo, y no de manera ideológica, por primera vez en casi 20 años. Alberto también ofrece decisiones en una y otra dirección, aunque con poca precisión administrativa, pero produciendo una flexibilidad intolerable para la vice presidenta.

De rígidos a flexibles, es posible que la política y el país se orienten hacia un rumbo diferente y de mejores resultados, a pesar de que a Macri y a Cristina los haga sentir que un futuro sin ellos es inaceptable.

*Sociólogo.