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Después de la muerte de la pintura

Con la idea, que por otra parte han tenido tantos, de “asesinar la pintura”, suele llegarse a dos lugares. La mayoría de los artistas apenas alcanza el primero, que no difiere demasiado del ridículo. Pero hay otros: los que tienen la virtud de darse cuenta de que, tomada demasiado en serio, esa pretensión resulta banal, pero al mismo tiempo no renuncian al desafío implícito en aquel postulado, y logran sumarle voluntad y talento.

Tomas150
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Con la idea, que por otra parte han tenido tantos, de “asesinar la pintura”, suele llegarse a dos lugares. La mayoría de los artistas apenas alcanza el primero, que no difiere demasiado del ridículo. Pero hay otros: los que tienen la virtud de darse cuenta de que, tomada demasiado en serio, esa pretensión resulta banal, pero al mismo tiempo no renuncian al desafío implícito en aquel postulado, y logran sumarle voluntad y talento. Esos son los únicos que tienen la posibilidad de crear algo nuevo. El artista barcelonés Joan Miró tenía treinta y cuatro años y ya había pintado muchos de sus cuadros más famosos cuando lanzó aquella frase sobre la muerte de la pintura. Había empezado a trabajar bajo la influencia de Cezanne, se había dejado tocar por el legado de los surrealistas, y por el fauvismo y el cubismo, pero recién cuando sintió que nada tenía demasiado sentido (abrumado por la inminente Guerra Civil Española, y más tarde por la invasión nazi a París) fue todo lo libre que necesitaba para inventar un lenguaje pictórico propio, inconfundible, de colores y figuras entre abstractas y volátiles, que él definió como “poemas musicalizados por un pintor”.
Pero como a todo se llega de alguna manera, en mi caso no hubo una frase sino, mucho antes, un regalo de mis padres para uno de los primeros cumpleaños que recuerdo: un libro de cuentos ilustrado por las pinturas de Miró. No es difícil entender por qué la obra del artista catalán ejerce una fuerte fascinación en los chicos. Ahí están la exaltación cromática, los soles, las lunas, las figuras negras que bien pueden ser pájaros o mujeres. De hecho, el edificio de la Fundación Miró en Barcelona es una de las visitas obligadas de las escuelas primarias catalanas. ¿Pero por qué esos mismos dibujos, pinturas, grabados y esculturas siguen fascinando a tanta gente adulta? Tal vez no haya respuesta, o quizá la explicación sea la misma: por los mismos motivos.
Joan Miró nació en Barcelona en 1893. Amigo y compañero de Max Ernst, André Breton (quien lo llamó “el más surrealista de todos nosotros”) y Pablo Picasso, era tan mal alumno en el colegio que sus padres toleraron su decisión de ingresar a una escuela de arte luego de trabajar un par de años como contable de una droguería. A los veintidós años ya tenía su taller y su primer gran fracaso, luego de exponer en 1918 en Barcelona. Pero no pasó mucho tiempo hasta que, en 1925, exhibió triunfalmente algunas de sus obras en París y el resto es historia conocida: exposiciones en Nueva York, exilio interior durante la dictadura franquista, y una producción desbordante. Cuentan los que lo conocieron que se levantaba a las seis de la mañana, subía al taller, desayunaba y se duchaba a las ocho, volvía a pintar hasta las dos de la tarde, comía, descansaba y comenzaba de nuevo a las cuatro de la tarde, hasta que terminaba, entrada la noche. De la frescura, la improvisación, la irracionalidad que emanan sus pinturas, parece, había más bien poco.
El jueves pasado se cumplieron 25 años de su muerte, en 1983 y en Palma de Mallorca, España. Dicen que su última palabra fue breve y concreta: “Merde”. Mientras en Mallorca se presenta la muestra Evocación de la imagen femenina y en Nueva York el MOMA exhibe hasta el 12 de enero sus pinturas y antipinturas que van de 1927 a 1937, en Buenos Aires Miró sigue siendo una cuenta pendiente. Hay unos pocos cuadros dispersos en museos, aunque no muy representativos. Habrá que quedarse, por ahora, con el recuerdo de la exposición que el Centro Cultural Borges realizó de sus dibujos y grabados en diciembre de 2007. Y con las imágenes de los libros, y las galerías virtuales en Internet.
*Desde Barcelona.