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Dos modernistas

Nunca cuestiono a la academia por ser una escritura “demasiado difícil”, sino al revés, por ser “demasiado fácil”.

16-4-2023-Logo Perfil
. | CEDOC PERFIL

A veces tengo recuerdos de mis recuerdos. Por ejemplo, la última vez que estuve en Río de Janeiro me la pasé canturreando “Vaca profana”, de Caetano Veloso y ahora, cada vez que la escucho, me acuerdo de Río de Janeiro. Pero esa canción no la escuché en Río, solo fui yo que, no sé por qué, me la pasé tarareándola y ahora, cuando la escucho, no me acuerdo de la situación en la que estaba mientras la escuchaba (¡porque no la escuchaba!) sino que me viene el recuerdo de mí mismo cantándola y de todo lo acontecido en ese viaje que, como sabemos, de tan hermoso y perfecto se volvió inolvidable. Así que para cambiar de tema (finalmente soy un caballero) pero no de lengua, pasaré ahora a versar sobre “Mulheres Modernistas. Estratégias de consagração na arte brasileira”, de Ana Paula Cavalcanti Simioni (edUsp, San Pablo, 2022), libro que, pese a su tono de tesis académica lista para congresos y coloquios, lleno de citas de autoridad (de Bourdieu a Raymond Willams y todo lo obvio en estos casos) es sin embargo un texto sumamente interesante. Quiero agregar algo antes de avanzar: cuando ironizo –o directamente discuto– sobre la escritura académica, no lo hago jamás desde una perspectiva antiintelectual. No hay en mí un ápice de populismo ni de desprecio por el pensamiento compejo, posiciones que suelen ser la del mercado y el fascismo, y de la evidente ligazón entre ambos. A la inversa: mi distancia con el pensamiento del coloquio académico es por encontrar allí una falta de riesgo intelectual, una escritura burocrática que en todo se opone a la erudición y al juego que le exijo al ensayo como género. Nunca cuestiono a la academia por ser una escritura “demasiado difícil”, sino al revés, por ser “demasiado fácil”: la legibilidad unívoca es su horizonte final.

Pues, “Mulheres Modernistas” no deja de ser interesante. Desde una aguda perspectiva feminista, Cavalcanti Simioni da cuenta de los procesos de legitimación y visibilidad entre las mujeres artistas brasileras de vanguardia (modernistas, como se nombra a la vanguardia allí), en especial la hoy consagrada Tarsila do Amaral, pero también Anita Malfatti, figuras clave de lo que Oswald de Andrade llamó “um modernismo á brasileira”. El viaje a París, tópico común a toda América Lartina, ocupa un lugar central en la formación de las artistas brasileñas. Pero rápidamente registran que los modos de estar en el mundo en tanto artistas –el dandi, el flâneur– son eminentemente masculinos. No hay dandis mujeres (o tal vez sí: recientemente una de las sobrevaloradas editoriales independientes porteñas publicó un libro de mujeres dandis, poniendo en discusión ese lugar común) y entonces su estrategia residía en ir del “margen al centro” como camino “de consagración”. De sus ausencias en la famosa compra que entre 1939 y 1949 realizó el MOMA de Nueva York de artistas brasileños (24 piezas en total) hasta el lugar destacadísimo que ocupan en la actualidad, “Mulheres Modernistas” es un libro que traza ese proceso con un rigor implacable.

Cambiando de tema, o no tanto, “Abaporu”, una de las obras clave de Tarsila se puede ver en Buenos Aires, no me acuerdo bien si colgada en el Malba, o en un edificio sin declarar al fisco en Nordelta. En todo caso, allí también, hasta mañana, se ve la retrospectiva de Cecilia Vicuña, artista chilena, feminista y politizada, notable.

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