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INSTRUMENTOS DE POLITICA FISCAL

El beneficio de Ganancias ya fue licuado

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Reza un viejo eslogan peronista que “hay una cosa que debe marchar sola”. Es la doctrina, aquella que pone a todo el mundo “a patear para el mismo arco”. El Gobierno, en un intento por revertir la desgastada relación con la clase media (estigmatizada como destituyente y funcional a las corporaciones), liberó parte de los tributos de los que se adueñaba para ponerlos en los bolsillos de aquellos que a comienzo de mes le dieron un fuerte revés en las PASO.
El nuevo eslogan, sobre el que se construye el próximo “ensayo-error” nac&pop de la era cristinista, aspira a llegar con aire al round de octubre. El esquema, simple y llano, dice que a partir del 1º de septiembre los sueldos y jubilaciones de hasta $ 15 mil brutos quedarán exentos del gravamen. Desde el vamos, beneficia a 8,4 millones de trabajadores asalariados y al 99,3% de los jubilados. Para los sueldos más altos, también hay redistribución: se sube el mínimo no imponible 20% siempre que la remuneración se encuentre entre 15.001 y 25.000 bruto mensual.

La acción respondió a la historia, y no precisamente a una historia lejana, sino a la reciente. Recién entre abril y mayo de este año, luego del cierre de paritarias, se logró un incremento en promedio de alrededor del 25%, que a duras penas empató la evolución de precios de todo 2012. Ocurrió, además, que las bandas de la “tablita de Ganancias” no crecieron en una relación justa con los incrementos nominales en los salarios brutos, por lo que la presión del impuesto a las ganancias sobre el salario de un trabajador medio se convirtió en fundamento de los malhumores cotidianos.

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El discurso progresista estándar sobre el que se enarbola liberar del tributo “ganancia” al salario de los argentinos lejos está (al menos no se debería esperar) de generar un cambio estructural en la evolución del poder de compra de los trabajadores. Tal vez lo que resulte aún peor es que ni siquiera la eliminación del impuesto en un contexto inflacionario como el actual tenga efecto alguno. Veamos un ejemplo simple: un trabajador soltero y sin hijos que gana alrededor de $ 10.500 bruto tributó a comienzos de agosto pasado alrededor de $ 130-140 en concepto de Ganancias. A principios de septiembre, bajo la nueva resolución, se encontrará con su salario neto ($ 8.625) más $130-140 extra.

Resulta entonces que el trabajador se siente realizado porque ahora la erogación del impuesto le ha significado un aumento del salario de bolsillo en un valor cercano a 1,5% septiembre vs. agosto. Pero antes de que tenga tiempo de festejar una política pública que distribuyó a favor de la mayoría notará que ni siquiera este nuevo excedente alcanza para compensar el aumento de precios que, durante agosto, estuvo alrededor del 2,5%.

De continuar esta tendencia, durante septiembre hasta diciembre todas las medidas del anuncio habrán tenido nulo efecto sobre el verdadero poder de compra de los trabajadores. Por lo que, en definitiva, esperar algún resultado en términos de actividad y cantidades producidas carecerá de sentido. De aquí, como conclusión, resulta el problema de un tema citado hasta el hartazgo como el aumento de precios y las crónicas del Estado ausente/ ineficiente (según la editorial que se quiera aceptar). A medida que la inflación avanza y el tiempo pasa, los instrumentos de política fiscal y monetaria para generar expansiones en el ciclo económico no califican, ni en el mejor de los casos, como una buena idea.

*Coordinador de Investigación del MBA de la Universidad de Palermo.