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PANORAMA / PRESUPUESTO

El gran nudo

La apuesta a bajar la inflación sin déficit marcará la suerte electoral.

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cero a cero Mauricio Macri | DIBUJO: PABLO TEMES

Sin brindis ni pan dulce, la media sanción del Presupuesto por parte de la Cámara de Diputados marcó el comienzo del año político 2019.

Manos mágicas. Este inicio temprano parece encontrar a un Mauricio Macri recuperando la centralidad del escenario luego de meses en que el control de mando lo tuvieron las manos invisibles del mercado cambiario. Este combate secreto provocó una crisis que se devoró a dos presidentes del Banco Central y a varios ministros y funcionarios que vieron degradado su rango o que se tuvieron que ir del “mejor equipo”.

Más allá de las críticas sobre la transferencia del control económico a los técnicos del FMI, el macrismo parece haber encontrado en el organismo un aliado eficaz para darle gobernabilidad a su último año, compañero de ruta un tanto más estable que sus socios políticos Elisa Carrió y el radicalismo, aunque no exento de riesgo, como indica la historia argentina reciente.

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El proyecto de ley, lejos de haber sido realizado con las manos precisas de un joyero, pareció haber sido compuesto por un aprendiz del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería

El proyecto de ley, lejos de haber sido realizado con las manos precisas de un joyero, pareció haber sido compuesto por un aprendiz del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, con partidas que subían y bajaban para dejar lista una distribución de la torta de un país que se espera más pequeño que el año precedente. Fue un rompecabezas con piezas mutantes donde todos perdieron en distinta proporción, excepto los prestamistas, que se han asegurado el pago, y otros actores de menor protagonismo como las empresas energéticas, los ruralistas y los productores de algunos bienes puntuales como el champagne.

Si bien nadie espera un cabal cumplimiento de la distribución de fondos de la curiosamente llamada “ley de leyes”, el Presupuesto es una muestra cabal de la correlación de fuerzas entre los distintos espacios del sector público, pero también del privado, que puso a sus mejores operadores a fin de evitar nuevas imposiciones.

Todo al cero (casilla verde). El déficit cero se ha convertido en el mantra del momento. El Gobierno se juega el todo por el todo con la promesa de bajar la inflación hacia 23% a fines de año y contener el dólar en 40 pesos. Es un cubo mágico donde solucionar una cara desarregla las demás. Cualquier movimiento equivocado propio o ajeno puede llevar al fracaso de Mauricio Macri en su ambicioso triple intento de enderezar la economía, desarmar a la oposición y lograr la reelección: el puerto final. Con alta inflación y recesión en la calle, propone un Presupuesto con cientos de incógnitas en cuanto a su cumplimiento.

Cualquier movimiento equivocado propio o ajeno puede llevar al fracaso de Mauricio Macri en su ambicioso triple intento de enderezar la economía

La misma promesa del dólar a 40 pesos choca con la política monetaria explicitada por el Banco Central de establecer bandas de flotación con incrementos graduales para evitar un nuevo retraso cambiario –¿se volverá a abaratar el dólar?–. Pero el Gobierno está curtido en las promesas de baja intensidad y sigue la máxima del director técnico Mostaza Merlo sobre ir “paso a paso”. Lo esencial de la semana que pasó fue llevar la media sanción exitosa al board del FMI, con la convicción de que el paso por Senadores va a ser un solo trámite presentado en mesa de entradas. En este sentido, para el Gobierno el desmoronamiento del comercio y la industria por las estratosféricas tasas de interés que el modelo exige parece ser un mal menor en comparación con lo que se venía si no se lograba domar el dólar.

Bloqueados. El apoyo del Peronismo Federal, tanto para dar quórum como para la propia votación, fue clave para la sanción. El argumento de este sector sobre que es mejor constreñir al Gobierno con una ley antes que dejarle las manos libres y que esta decisión no tendrá costos electorales es una hipótesis que se contrastará con la evidencia del impacto en la economía real cuando se desplieguen las condiciones para su cumplimiento en cuestiones como el aumento de impuestos como bienes personales, la reducción de la obra pública y el futuro de los salarios de estatales, en especial los docentes.

Ese conjunto irá por la recomposición de los ingresos perdidos de este año y sobre los pronósticos de la inflación para 2019, que rondan en el 35%. Será la contracara del déficit cero: la conflictividad de un país bloqueado en su capacidad de generar recursos.

La metáfora permanente fue la de una casa donde, si la familia gasta más de lo que ingresa, en algún momento la vida se torna imposible

El principal argumento esgrimido por el oficialismo es que en los últimos setenta años hubo déficit fiscal y es hora de cambiar. La metáfora permanente fue la de una casa donde, si la familia gasta más de lo que ingresa, en algún momento la vida se torna imposible. Una extraña comparación en momentos en que los servicios públicos y los incrementos en la canasta básica devoran buena parte de los ingresos de los hogares y estos difícilmente puedan pedir asistencia al FMI.

La gran ley. Más allá de todo, se ha establecido un consenso en torno a la necesidad de las cuentas fiscales equilibradas, que sin dudas suena fantástico.

Las vueltas de la vida hacen que el único período registrado desde 1961 en que la Argentina tuvo superávit fiscal fue en el quinquenio 2003-2008. Fueron años de crecimiento a tasas chinas vía un impresionante aumento del precio internacional de la soja y una importante captura de la renta agraria mediante las retenciones. Este boom se termina en 2009, tras la crisis financiera internacional y por los coletazos del conflicto del gobierno de Cristina Kirchner con los sectores agrarios. Acá se produce un gran nudo. Si durante el primer peronismo (1945-1955) se tomó la renta agraria –mediante la estatización del comercio exterior– para volcarla a una incipiente actividad industrial, ahora primero con Eduardo Duhalde y luego con Néstor Kirchner la renta que se aspira vía retenciones se pasa a distribuir principalmente en el consumo de las clases medias y populares. Allí el comportamiento empresarial fue particular: invirtieron lo mínimo indispensable para hacer funcionar las instalaciones hasta cubrir su capacidad ociosa, pero ni un peso más; por encima de ese umbral, la puja por la renta disponible se trasladaría al ring inflacionario: no hay seguridad jurídica, fue la explicación del momento.

Hoy la propuesta es radical: muerta la renta, se debería terminar la inflación. En este contexto, Mauricio Macri se propone nada menos que romper con la ley de la gravedad transmutada al terreno político. Una regla no escrita que dice que ningún presidente puede ser reelecto en un contexto recesivo. ¿Lo logrará?

*Sociólogo (@cfdeangelis).