“La revolución comunista es la transferencia de la sociedad desde el medio del dinero al medio del lenguaje.”
(Boris Groys)
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Después de que una parte del sector biempensante y políticamente correcto de la Argentina lo criticara por las imitaciones de Macri que realizó en su programa, esta columna puede ser leída como una defensa de Tinelli. Pero su objetivo es más ambicioso: aspira a reflexionar sobre la demagogia y la hipocresía, defectos muy difundidos y en gran medida causantes del longevo gobierno de Néstor y Cristina Kirchner.
No solamente Tinelli padeció una catarata de críticas acusándolo de kirchnerista, también por las redes sociales, y no sólo desde direcciones anónimas, la revista Noticias recibió reproches por “haberse hecho K” tras publicar una tapa de Cristina mostrando que había regresado mejorada físicamente y la semana siguiente otra sobre el agotamiento físico que se le percibe a Macri. Desde esa lógica binaria K / anti K, entonces “son K”.
No debería Tinelli tomarlo personalmente si hasta se acusa de filokirchnerismo a Noticias, que fue el primer medio de comunicación que criticó abiertamente a Néstor Kirchner desde su comienzos en 2003, y publicó en tapa –textualmente– a Lázaro Báez como “el testaferro” y a De Vido como “el cajero” antes incluso de que Cristina llegara a la presidencia. Algo que sólo se puede explicar asumiendo que hay muchos argentinos anti K que llevan dentro un Néstor Kirchner y desarrollaron patologías paranoides dividiendo también a las personas sólo entre amigos y enemigos.
Es cierto que Tinelli cortejó al kirchnerismo los primeros años omitiendo hacer imitaciones críticas por temor a reprimendas violentas, miedo que no existe con Macri ni existió con De la Rúa. ¿Pero sólo Tinelli entre los principales comunicadores y medios de comunicación se llamó a silencio durante todo el gobierno de Néstor Kirchner, o lo que se le reprocha es sólo no haberse convertido en crítico después de 2009?
Tinelli es un animador que lucha como puede contra la obsolescencia de sus herramientas para mantener el rating en una televisión que, como todos los medios de comunicación excepto los digitales, reduce su audiencia año a año. Similares reproches se les podría hacer a los grandes medios que aplaudieron al kirchnerismo los primeros años y omitieron la difusión de cualquier información conflictiva. Tinelli hace imitaciones de Macri también para atraer al público no ideologizado (la mayoría), que se ríe de la falta de cualidades para la oratoria de Macri, de su supuesta “cansinidad” y de los fallidos que tuvo con el tema de las tarifas.
Es una desproporción creer que si Tinelli satiriza hasta el ridículo a Macri podrá sucederle lo mismo que a De la Rúa. Como es una pacatería creer que por aparecer con los pantalones bajos se afecta la investidura presidencial. Si Macri logra encauzar la economía, será inmune a cualquier crítica desestabilizadora. Y si fracasa en su promesa de progreso, no hará falta ningún comunicador importante para precipitar su ocaso. Parte del legado cultural kirchnerista es la sobreestimación de los medios. La cita del filósofo alemán Boris Groys al comienzo es también aplicable al kirchnerismo: la palabra, el relato y los medios sustituyeron a lo real de la economía, lo que ya demostró su fracaso. El relato, como la publicidad, potencia a los buenos productos pero no logra hacer que tengan éxito los malos. Tinelli no es tan determinante, nada grave sucederá si coloca a Macri con los pantalones bajos o en situaciones más escatológicas. Contará o no con la aprobación de su audiencia y nada más.
Por el contrario, lo que sí es dañino, incluso para el propio Presidente, es la falta de crítica a cada nuevo gobierno. Y que se descarguen todas las frustraciones sobre el gobierno anterior, como ya sucedió cuando Néstor Kirchner entretuvo a gran parte de la sociedad canalizando su enojo hacia la “maldita década menemista” y los 90. La atracción cinematográfica que produce la corrupción kirchnerista con montañas de billetes y las centenas de propiedades del imperio inmobiliario K hipnotiza a la audiencia con el pasado. Pero sería mejor que hubiera más medios de comunicación y comunicadores criticando también al gobierno actual para ayudarlo a mejorar, y a la sociedad a no esperar salvadores ni caer en simplificaciones de amor-odio que luego se invierten.
Resultó patética la defensa que hizo Alberto Fernández en el programa de Mirtha Legrand al justificarse diciendo que él no defendía la idea de que hubo un gobierno bueno (Néstor) y otro malo (Cristina) sino que uno fue eficiente y otro, no. Es el antiguo “roba pero hace” que la sociedad disculpa mientras la economía vaya bien.
No fue sólo Néstor Kirchner sino el gen kirchnerista de muchos, incluso de parte de quienes hoy son anti K, que hicieron posibles los errores de los doce años anteriores. De la misma forma que ahora no es Macri quien sale a atacar furioso a quienes lo critican y hasta aclaró que comprende la necesidad de exagerar sus rasgos y lo ridiculicen para lograr el efecto humorístico de la imitación del programa de Tinelli. Lo que vuelve a demostrar que muchos de quienes votaron por Macri lo hicieron más por rechazo a los K que por admiración a Macri. Pero aun si Macri estuviera sólo disimulando su enojo y Tinelli buscando mucho más que el rating que este año le es tan esquivo, lo más importante no son ni Macri ni Tinelli, sino la cultura paranoide e intolerante que hemos terminado de acuñar en estos doce años kirchneristas y precisamos superar.