Hace poco tiempo, en otro país, el capitán Gutiérrez, hermano y jefe de la campaña presidencial del coronel Gutiérrez, anunció que enjuiciaría a todos los encuestadores porque decían que su candidato obtendría el 6% de los votos. Cuando efectivamente obtuvo ese porcentaje, el capitán anunció que, además de apresarlos, los demandaría por daños, como partícipes de un complot con el gobierno, que había logrado que un pueblo inteligente no eligiera a un estadista de la talla de su hermano. En el siglo pasado, los militares inventaban teorías conspirativas para perseguir y apresar a quienes contradecían sus supersticiones. Algunos autoritarios actuales los imitan y quieren perseguir a los encuestadores.
Después de las elecciones del 19 de julio en la Ciudad, algunos dijeron que las encuestas fallaron estrepitosamente. Todas anunciaron que ganaría la elección Horacio Rodríguez Larreta, pero se equivocaron en la ventaja que lo separaría de Martín Lousteau. Acertaron en lo principal y se equivocaron en lo secundario. La situación de Rodríguez Larreta fue objetivamente compleja: obtuvo 47% en las PASO y pasó a la segunda vuelta con Lousteau, que sacó 22%. De esta forma, quedaron sin candidato los que habían votado al Frente para la Victoria (19%) y a varios grupos opositores al PRO, que habían sacado en total 12%. Los electores que se quedaron sin su candidato eran más afines a Lousteau que a HRL. Sabiendo esto, algunos encuestadores pudieron caer en la tentación de anunciar el triunfo de Lousteau, pero no lo hicieron.
El error en que coincidieron las encuestas provocó un linchamiento mediático. Algunos políticos y analistas insultaron a los encuestadores y los acusaron de mercenarios, sin tomar en cuenta que en ese oficio, el principal capital es la credibilidad. Hubo comentaristas que mostraron una lamentable falta de respeto por el trabajo de miles de personas que tienen derecho a ejercer su profesión y también a equivocarse en algunas ocasiones, al igual que los abogados, los médicos o cualquier tipo de profesional. Es una calumnia de mal gusto decir que los encuestadores son inmorales, sobre todo en un país que ha sido pionero en materia de investigaciones científicas y de opinión pública. En los años 70, cuando la mayoría de los sociólogos de América Latina leían a Althusser esperando el triunfo del proletariado, en la Escuela de Sociología de la Fundación Bariloche, dirigida por Edgardo Catterberg, estudiábamos política y técnicas de investigación. Algunos encuestadores argentinos, como Manuel Mora y Araujo y María Braun, han hecho importantes aportes para el desarrollo de los métodos de investigación y son reconocidos a nivel internacional. Hay en el país bastantes empresas serias y respetables. Los errores de las encuestas han tenido lugar en México, Brasil, España, Inglaterra, y son tema de discusión entre gente con formación académica que analiza la validez de las encuestas telefónicas, la saturación de la gente con su uso, la posibilidad de emplear nuevas herramientas. En todo el mundo hay grupos que hacen en este momento experimentos para comprender el problema.
En el continente, muchas personas, empresas e instituciones académicas estudian la opinión pública. Suponer que deben ir a la cárcel porque han escogido esta profesión es ofensivo y discriminatorio. Todos los encuestadores se equivocaron por pocos puntos en la distancia de Rodríguez Larreta respecto de su competidor. Entre los inquisidores que quieren quemarlos hay bastantes personajes que se han equivocado, en sus escritos y en sus declaraciones públicas, con un margen de error infinitamente más grande. En 2009 dijeron que los Kirchner huían por la derrota frente a De Narváez. Quisieron siempre que Macri fuera candidato presidencial para recortar el poder de los Kirchner. No creían que Mauricio pudiera ganar en la Ciudad. Ahora dicen que el 19 de julio perdió las elecciones, pero ignoran que Macri en esa fecha no fue candidato, que no se elegía presidente sino jefe de gobierno, y que los resultados locales no se trasladan mecánicamente a los nacionales. Si eso no fuere así, De la Sota habría sido presidente cuando ganó Schiaretti, y Stolbizer cuando Lifschitz ganó Santa Fe.
Los analistas arcaicos suelen equivocarse y se olvidan de sus gigantescos errores para magnificar las equivocaciones de los encuestadores. Mandan a la hoguera a quienes hacen un trabajo científico, que puede tener fallas pero que suele ser honesto y profesional. Pronto sabremos el margen de error de quienes creen que el kirchnerismo murió porque salió tercero en varias provincias, o que los votos de Lousteau son de Sanz. Si Sanz saca menos del 40% en la Capital, ojalá haya quien los amenace.
*Profesor de la GWU, miembro del Club Político Argentino.