¡Hace un frííííío en Washington, brrrrr! Sí, de ahí vengo. Llegué enseguida, literalmente en un soplido porque viajé en televisión, no en avión. Y eso que el compañero Donald me ofreció el avión presidencial. No, gracias querido Don, le dije, vos lo vas a necesitar en cualquier momento hoy mismo y yo puedo viajar en lo que se me dé la gana, en kayak o en bombardero; no te preocupes que de Washington a Rosario no hay más que un soplido, y así fue, como le acabo de decir. También tengo que decirle que todo el asunto, con juramento, desfile, comilona y demás, fue un plomazo casi insoportable en el cual una trata de mantener la cara de felicidad y alegría en honor a sus huéspedes que se portaron como duques. En fin, a una la invitan y una no puede dejar de ir, ¿no? Después hay que retribuir atenciones, claro. Van a dejar pasar un tiempito y seguro que Donald me llama por teléfono y me dice que me arregle para que la doctora Fein lo invite a él, con su señora y con su comitiva a Rosario. Parece que le hablaron del Paraná y él dijo “¿Parenein, qués esou?” y hubo que explicarle y él dijo pero tenemous que ir, me encantan esous lugares exóuticos, ché, y seguro que se acordó de mí cuando veraneábamos en Tanti y anotó que tiene que llamarme en cuanto sus ocupaciones le dejen unos días para solaz y esparcimiento de su alma aventurera.
Qué tal la pasará en la presidencia. Con mucho trabajo seguro seguro. Así que por ahora basta, ya fui a la asunción con juramento y todo en donde me aburrí como un hongo. Ahora esperemos, a ver que hace el cumpa del flequillo.