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ecosistema digital

Fin de la televisión

Todo discurso de los canales de noticias es visto como políticamente interesado. Periodismo de guerra o militante.

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Descontrol remoto. | Pablo Temes

El reinado de la televisión como el gran formador de la opinión pública parece haber llegado a su fin.

Adiós a la caja. Cada vez son menos personas que comentan ya sea en encuestas o en estudios cualitativos su preferencia para informarse por los noticieros de la televisión abierta o por los canales de cable que se especializan en transmitir noticias las 24 horas. Puede parecer contradictorio en la Argentina, donde año a año más señales se suman con el formato de noticiero durante el día y programas de opinión durante la noche, pero las pruebas empíricas muestran cada vez más desinterés en seguir esta programación.  

Desde las primeras transmisiones en los años 30 en Europa y Estados Unidos la televisión pasaría a ser el centro de la comunicación de masas desplazando a los periódicos y a la radio. El mundo académico y muchos estudiosos de los medios de comunicación siempre trataron con desconfianza a este artefacto poderoso. Theodor Adorno por ejempló insistía en la influencia de la TV en diversas capas de la personalidad del espectador, el sociólogo Pierre Bourdieu se refería a su capacidad de manipulación de la sociedad, aunque John B. Thompson señaló algo interesante: hay muchos modos de mirar la televisión.  

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Todo para ver. En la Argentina la primera transmisión se haría el 17 de octubre de 1951 con el nacimiento de Canal 7. La investigadora Yamila Heram en su libro La crítica de televisión en la prensa durante la formación de los multimedios (Editorial Teseo) señala que solo había 700 televisores en aquellos días. En los 60 y 70 sería la popularización de la “caja boba”. Para 1960 Heriberto Muraro calcula que existían unos 800 mil aparatos, todavía muy costosos pero los suficientes para la emergencia de un mercado publicitario, así como el surgimiento de un elemento aspiracional para la flamante clase media.

En 1978 la dictadura militar inaugura las transmisiones a color con motivo del Mundial de Fútbol, al tiempo que Canal 7 se pasaba a llamar ATC. En los años 90 se iniciaría la revolución del cable. Con la marea privatizadora del menemismo, ahora habrá que pagar para acceder a una grilla ampliada de canales que venía por un cable. Lo que tecnológicamente podría considerarse un retroceso ampliaba la pantalla de cuatro canales de aire (cinco para quien podía sintonizar Canal 2 de La Plata) a 25, 40 canales y más. Se podía comenzar a acceder a canales internacionales como CNN, deportivos como ESPN y un sinnúmero de canales de películas sin cortes, quizás el mayor atractivo. Los dueños de Clarín vieron con claridad la oportunidad, creando TN al tiempo que compraban radio Mitre para iniciarse en el mundo multimediático. En la medida que la tecnología avanza surgen los televisores led con capacidad de capturar internet, abriendo la caja de pandora del streaming.

Conflictos. Durante los años del kirchnerismo los medios de comunicación parecieron tener un renacer. El rating comenzó a mostrar que los programas políticos, los noticieros y los programas de paneles ganaban audiencia. La repolitización de una sociedad adormecida en los años de Menem iba de la mano de los conflictos que enfrentarían al gobierno con los sectores agropecuarios y con el Grupo Clarín. Comenzaba el “periodismo de guerra” o “periodismo militante”. La mayoría de los medios comenzaron a establecer rígidas líneas editoriales que se debía extender (no sin conflictos) a sus periodistas.

No se puede evitar la mención al surgimiento de los programas que Heram denomina como metatelevisivos, es decir, aquellos que hurgando archivos buscan situaciones anómalas, gaffes, errores, y luego contradicciones de los propios protagonistas de la televisión. Si bien hubo muchos programas en este esquema, uno de los primeros fue Perdona nuestros pecados (PNP) en 1994, conducido por el recientemente fallecido Raúl Portal, también en tono humorístico cinco años más tarde Televisión registrada (TVR) marcaba una agenda más politizada. Sin embargo, 6,7,8 a partir de 2009 se convertiría en la marca genérica de un programa centrado en desarmar las críticas (o ataques según se mire) sobre el gobierno, recurriendo a todo tipo de archivo, y con el “arma secreta” de la edición, lo último, fundamental para dar argumentario visual a las posiciones del panel.

Durante el macrismo las líneas de la polarización fueron marcando a la televisión cuya tarea principal es informar, toda noticia (hasta la más trivial) se podía articular con una opinión difiriendo notoriamente según quién la enunciara. Un elemento tal vez más inadvertido fueron los graphs, los títulos que revisten las noticias de la tele. Quizás el descubrimiento que mucha gente no prestaba atención a las palabras hizo que esas frases cobraran relevancia.

Memecracia. Hoy varias cuestiones confluyen en el abandono de la televisión como elemento central de la construcción de subjetividades. Primero la pérdida de credibilidad, incluso de verosimilitud. Todo discurso de los canales de noticias es visto como políticamente interesado. Luego la fragmentación de los espacios donde “enterarse” de lo que pasa, medios digitales, redes sociales, cadenas de WhatsApp (redes más cercanas) se suman a los medios tradicionales que también interactúan en el ecosistema digital. Sorprende conocer la cantidad de personas que expresan informarse mediante memes. En tercer lugar, el aburrimiento, por la homogeneización y reiteración de las líneas editoriales de los canales, pero también la falta de genuinos debates en los programas políticos que aleja a las audiencias, especialmente la más joven. La huida a los programas de entretenimiento, a las películas de las apps o incluso a canales olvidados de la parte alta de la grilla es permanente.

Finalmente, la pandemia también golpeó fuerte en el cambio de los intereses de la audiencia. En una primera etapa el interés fue sobresaliente. Las familias en sus hogares volvían a buscar información a la televisión, como en los viejos tiempos. En una segunda instancia la sobreinformación (a veces contradictoria) y la invasión de infectólogos llevaron a una selección de los modos de acceso a las noticias, para llegar a la actualidad de un agobio total. El adiós a la tele está en marcha. ¿Cambiará en el año electoral?

 

*Sociólogo (@cfdeangelis).