La caída en la popularidad de Mauricio Macri abrió una esperanza electoral al PJ pero también a la UCR. Es una coincidencia curiosa que remite a otra. Se trata de los dos principales partidos políticos de la Argentina y de los viejos socios del bipartidismo inaugurado a fines del siglo XX, cuya principal coincidencia histórica ha sido la resistencia al cambio. Lo que los separa esta vez es que el radicalismo integra la coalición de gobierno y el peronismo está inmerso en un proceso intenso de disgregación.
Con minoría en el Congreso, el oficialismo depende de los gobernadores del PJ para dar curso a sus iniciativas parlamentarias. Lo que deriva en que sean beneficiarios directos del gradualismo económico, amenazado por la crisis cambiaria, que derivó en la negociación de un crédito con el FMI. Pero iniciada por el rechazo al reajuste tarifario expresado por Elisa Carrió y Hernán Cornejo, que dio lugar al del peronismo federal.
La necesidad de replantear las metas de ese programa por otras más exigentes para entenderse con ese organismo internacional es la razón de la reticencia de los gobernadores peronistas a involucrarse. Reingresada en la mesa de decisiones con esta sucesión de episodios negativos para Cambiemos, el ala política de esa alianza comienza a expresar reparos ante el temor de no poder cubrir la expectativa abierta: tal vez, el motivo por el que Ernesto Sanz dilató una respuesta afirmativa a esa convocatoria la tarde del día 15. Se le atribuyen severas críticas al Gobierno en la cena que compartió con otros dirigentes de la UCR la noche del 6. Entre esas cláusulas, Sanz reclamó el respaldo de su partido. En Olivos estuvo acompañado por Gerardo Morales.
El gesto del gobernador de Jujuy contrastó con el de Mendoza y titular de la UCR, Cornejo, que guardó silencio. A Cornejo el radicalismo le reconoce haber privilegiado al partido y no el interés individual: aspira a integrar la fórmula presidencial de Cambiemos en 2019. Una alusión indirecta: su antecesor en el Comité Nacional, José Corral. El intendente de la ciudad de Santa Fe es un viejo aliado de Sanz y estableció en ese lapso una buena relación con el Presidente.
Candidatos. Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, Chubut, Santa Cruz, La Rioja y Formosa son las provincias donde la UCR reclama candidaturas a gobernador. A fines de 2017, le inquietaba negociarlas con un Macri fortalecido por el resultado de las elecciones. Prefería hacerlo con otro más disminuido. Existe la misma expectativa en la provincia de Buenos Aires, aunque María Eugenia Vidal sea la dirigente mejor ponderada del país, pese a las recientes turbulencias.
A la UCR le preocupa ser fagocitada por el PRO, que ya captó una porción significativa de su electorado. El PRO se siente más cómodo negociando con el peronismo. Tal vez por eso la gobernadora rehabilitó las conversaciones con Gustavo Menéndez luego de casi seis meses. El miércoles 16, Vidal compartió desayuno con el intendente de Merlo y titular del PJ en la vivienda que ocupa en la base aérea de Morón. La reunión duró casi tres horas.
Quizás fue aliciente para que Martín Insaurralde suspendiese de nuevo un acto en Santa Catalina con Verónica Magario y Máximo Kirchner. Ya lo había hecho la semana pasada, cuando C5N tomó imágenes de las inundaciones en esa localidad, una de las más postergadas en Lomas de Zamora. Insaurralde es interlocutor de Cristina Fernández de Kirchner pero intenta mantener abierto el diálogo con el gobierno bonaerense.
¿Habrá incidido Hugo Corvatta? El intendente de Saavedra y aliado en el PJ lo visitó ayer en su despacho. Cristina plantea una disyuntiva de apariencias insalvable entre los jefes comunales. Los del Conurbano no hallan otra alternativa para garantizar su reelección. Esa posibilidad complica en alto grado a los del interior, donde pesa la actividad agropecuaria. La ex presidenta y el campo definitivamente no se llevan.
Autocrítica. Tal vez por eso la sorpresa de Magario, Insaurralde y Corvatta la noche del 17 con el informe económico que Emanuel Alvarez Agis presentó en San Telmo. El ex viceministro de Economía de Axel Kicillof hizo antes una introducción política. “Nos equivocamos. El candidato era Daniel (Scioli) y no el proyecto”. La autocrítica llega en un momento sensible de las negociaciones del PJ bonaerense y Unidad Ciudadana. Los intendentes quieren que Felipe Solá lidere la fórmula presidencial. Máximo se opone: solo lo acepta de vice de su madre.
Parece insuficiente para modificar el resultado de la sesión convocada para el 24 de mayo en la Cámara de Diputados de la Legislatura provincial. El oficialismo confía en convertir en ley la eliminación de las tasas municipales de las facturas de luz y agua. Menéndez le confirmó a Vidal que la bancada de los intendentes se opondrá a esa medida.
Los intendentes tienen por delante una dura negociación. Pretenden compensar esa pérdida con un incremento de los recursos coparticipables. En las planillas del Ministerio de Economía percibirán este año 23 mil millones de pesos más que en 2017. A los funcionarios bonaerenses les preocupa la posibilidad de efectuar ajustes adicionales a los de inicios de 2018 para colaborar con la administración central, si persiste la negativa del resto de las provincias a aplicar medidas similares.
Si fuese así, la UCR podría enfrentar una disyuntiva similar a la del 20 de abril, durante la inauguración en La Plata de una estatua de Raúl Alfonsín. La joven dirigencia de esa fuerza quedó impactada con los dos únicos discursos esperanzadores con el futuro y el radicalismo. Los pronunciaron Vidal y Marcos Peña, el jefe del Gabinete de Macri, en un homenaje organizado por Daniel Salvador. Al vicegobernador lo cuestionaron intendentes y concejales de su partido por no plegarse a las consignas contra el reajuste tarifario.
Salvador aspira a renovar mandato de presidente en la UCR bonaerense. Depende para eso del respaldo de Vidal. Y como todas las figuras del oficialismo, de sortear el peligroso efecto del fuego amigo.