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Hay que ir pensando en lo que mereció C.C. Boycott en 1880

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Define la Real Academia Española: “Boicot: acción que se dirige contra una persona o entidad para obstaculizar el desarrollo o funcionamiento de una determinada actividad social o comercial”. Agrego: también política. La palabra tiene su origen en Charles Cunningham Boycott, un administrador célebre por el maltrato a sus congéneres en la Irlanda de 1880. Los irlandeses no le perdonaron sus desplantes y excesos en el ejercicio de su poder y lo congelaron: no pudo ya vender, comprar o  ejercer patronazgo alguno.

Así, con el paso de los años, el boicot fue herramienta hábil para enfrentar acciones que iban en detrimento de personas, instituciones, colectivos, actores políticos, sociales económicos y gremiales.

El 11 de junio de 2007, Fopea (Foro del Periodismo Argentino, que nucleaba a más de 180 periodistas de todo el país), dirigió hoy una carta pública al entonces Jefe de Gabinete, Alberto Fernández, reclamándole “su inmediata retractación y un pedido de disculpas” al periodista Claudio Savoia, del diario Clarín y convocó a un encuentro de periodistas, editores y dueños de medios de comunicación “para analizar la posibilidad de llamar a realizar un boicot contra las conferencias de prensa del gobierno nacional en las cuales no se permitan preguntas”.

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La iniciativa era amplia e incluía a  miembros de la Academia Nacional de Periodismo, Asociación de Entidades Periodísticas; (Adepa), la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (Utpba), Club Gente de Prensa, y los acreditados en la Casa Rosada y el Congreso.

La agrupación también hizo saber al Jefe de Gabinete que “la decisión del Gobierno que usted integra y representa de no permitir preguntas de los periodistas afecta seriamente la calidad de la democracia y atenta contra el derecho de acceso a la información”.

Fernández había fustigado duramente a Savoia por su investigación sobre irregularidades en la Secretaría de Medio Ambiente, dirigida por Romina Picolotti.

Hace menos de una semana, el lunes 26 de febrero, el vocero presidencial Manuel Adorni, llevó al extremo su habitual política de desplantes frente a periodistas en una de sus habituales conferencias de prensa en las que sólo responde preguntas cómodas. El periodista Fabián Waldman le preguntó por un like del presidente Milei a un tuit en el que se atacaba al gobernador de Chubut con una ilustración agresiva: “¿En qué contribuye un tuit de este grado de violencia, likeado por el Presidente, defenestrando directamente al gobernador, tratándolo de menor y sufriendo una violación?”. El vocero negó haber visto ese tuit y, ante la insistencia del periodista que le ofreció mostrárselo para facilitar así un comentario, el señor Adorni se negó, de mala manera, y puso fin al diálogo.

Los periodistas no estamos fuera de la mira del Presidente y, por extensión, de su vocero: se está haciendo costumbre el agredir verbalmente a quienes ejercemos este oficio cuando al Gobierno no le gusta lo que decimos o lo que revelamos. La misión de un vocero presidencial debiera estar centrada en facilitar los medios para un mejor ejercicio de esta profesión, pero no parece ser ésta la política comunicacional del jefe del Poder Ejecuttivo y sus adláteres. Por el contrario, miles de tuits, retuits y likes con la firma del Presidente (autoría confirmada por el señor Adorni) pueblan las redes sin filtro alguno, en un ensordecedor concierto de insultos y calificativos de creciente agresividad.

El Presidente y sus adláteres tienen comunicadores que son más amanuenses que periodistas. Tal vez les baste con eso, pero ya es tiempo de que los auténticos profesionales de este oficio vayan pensando en C.C. Boycott para futuras ruedas de prensa.