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Independiente arriba, Racing abajo: por qué Avellaneda se invirtió en apenas dos meses

Mientras La Academia jugaba la Copa Libertadores y había liderado el grupo que compartía con el Flamengo, campeón vigente, el Rojo necesitaba de la colecta de un influencer para pagar deudas, sufría revés tras revés en el Libertadores de América y se acercaba peligrosamente a la zona de descenso. Ocho semanas después, Independiente disfruta de la cima de la Copa de la Liga y del invicto que aún mantiene su entrenador, Carlos Tevez. Del otro lado, Racing no consigue un reemplazante para Fernando Gago y el clima en el Cilindro es cada vez más hostil.

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Dos caras. El Independiente de Tevez festeja en el Cilindro. Racing aún no puede reponerse de lo que significó esa derrota contra su clásico rival. Fue un revés que multiplicó frustraciones pasadas. | afp

Hace tan solo dos meses, en este mismo diario, íbamos a publicar una nota sobre el contraste que había entre Racing e Independiente. Un contraste que era económico pero sobre todo deportivo: mientras uno jugaba la Copa Libertadores y había liderado el grupo que compartía con Flamengo, campeón vigente, el otro necesitaba de la colecta de un influencer para pagar deudas, sufría revés tras revés y se acercaba peligrosamente a la zona de descenso.

Dos meses después, la situación se invirtió casi por completo. El fútbol argentino a veces es impredecible. Y el periodismo, ya lo sabemos, suele ser oscilante.

Porque aunque Racing mantiene cierto orden económico y financiero, la furia de sus hinchas por los reiterados traspiés del equipo –eliminación de la Libertadores ante Boca, de la Copa Argentina frente a Huracán y la derrota en el clásico como local– generó la renuncia de Fernando Gago a la conducción del equipo y alteró la tranquilidad institucional que lidera su presidente, Víctor Blanco, desde hace una década. El club modelo, símbolo de gestión, dejó de serlo de un día para el otro: ahora hay quienes preguntan dónde están todos los dólares recaudados por ventas y quienes no toleran más derrotas.

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Del otro lado, Independiente encontró en Carlos Tevez un salvoconducto para controlar el incendio de una gestión que, a seis meses de asumir, recibió la renuncia de su presidente, Fabián Doman, y que luego recibió una segunda renuncia –solapada de licencia de facto– por la candidatura de Néstor Grindetti en la provincia de Buenos Aires.

Carlitos, sin embargo, logró sacar al equipo de la zona de descenso y lo llevó a la cima de su zona en la Copa de la Liga en apenas dos meses. Dirigió ocho partidos y todavía no perdió: ganó cinco y empató tres. Ahora, la dirigencia quiere que se quede hasta el final de su mandato, es decir, finales de 2026. Palabras al viento en un fútbol donde lo que domina una decisión es el resultado.

“Carlos le dio una identidad futbolística y convenció a los jugadores de que están para otra cosa. Nosotros estamos ilusionados partido a partido. El club viene creciendo, cada vez juega mejor. Queremos que se quede hasta el final del mandato”, dijo el secretario general de Independiente, Daniel Seoane, quien actúa como el presidente en el día a día. Seoane pasó de ser insultado en la puerta de la sede del club a gozar de estos días de felicidad. 

Lo mismo que prometió Seoane había prometido Blanco con Gago este mismo año. Ya con dos años en el banco de La Academia, Gago recibió el ofrecimiento incluso cuando el equipo quedó eliminado de la Libertadores. Un mes después debió irse por el enojo generalizado en el Cilindro, explicitado con canciones e insultos. 

Si la dinámica del fútbol invierte estados de ánimo, Argentina –o en realidad la economía argentina– iguala las asimetrías económicas. En Independiente, muchos candidatos rechazaron la oferta por esas razones, como ahora le está sucediendo a Racing. No importa el dinero que haya disponible: ningún ofrecimiento puede ser seductor con un dólar por las nubes como el actual. “El problema no es Racing, es la Argentina”, se excusan en La Academia cuando se refieren a los rechazos de Guillermo Barros Schelotto y Hernán Crespo, dos entrenadores que cobraban en dólares (y mucho) en el exterior. El Rojo llegó a Tevez casi por descarte. “Ni sé lo que firmé”, admitió en la conferencia de prensa de presentación. Lo que vino después nadie se lo esperaba.