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La Cámpora, una barrera más en el ciclo vital peronista

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Esperanza. De esa agrupación solo Máximo Kirchner puede conquistar algún voto. | prensa PJ bonaerense

La estructura histórica del peronismo tuvo como pilares simbólicos el sindicalismo, el empresariado mediano de capital nacional y, a partir de los 60, la juventud, que se integra como un componente clave, revitalizando su organización y convirtiéndose en una pieza fundamental para el regreso de Perón a la Argentina. Miles de jóvenes ingresaron a la militancia de diferentes maneras, con pretensión de renovar posturas, ideas, métodos. Como, en general, se hace a esa edad, solo que en un contexto de extrema violencia.

La juventud de los 60 y 70 tuvo rasgos realmente admirables y que, de haberse desarrollado dentro de una sociedad normal, muy probablemente hubiera sido una generación de una gran contribución al capital social y político del país. El boom cultural de los 60 en Argentina originó corrientes intelectuales y artísticas en todas sus expresiones de mucha relevancia no solo nacional sino regional y mundial. Fue una generación inspiradora, efervescente, que habitaba dentro de un sistema político oscuro, retrasado y mediocre. Lamentablemente nunca podremos saber hasta dónde hubiera llegado la carrera cinematográfica del cineasta Raymundo Gleyzer, o la poesía de Agustina María Muñiz Paz y de Paco Urondo, la literatura de Rodolfo Walsh o de Héctor Oesterheld, y de tantos artistas, intelectuales y científicos que se sumaron a la militancia para enfrentar el poder militar. Un apagón. Un eslabón perdido en nuestra cadena evolutiva. Su desaparición física o por exilio constituyó un drenaje que interrumpió la cadena de transmisión natural de valores, conocimientos, experiencias intergeneracionales, en ámbitos claves para el desarrollo. Como en las viejas películas de celuloide, se cortó un pedazo y se volvieron a unir las dos puntas perdiéndonos la historia completa para siempre.

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De ella formaron parte los padres de los fundadores y líderes de La Cámpora. Sus hijos, que en la mayoría de los casos no los conocieron, le dieron identidad a una organización cuyacreación tuvo por objetivo ser la puerta de entrada de las nuevas generaciones. Pero ya es vieja. Nació a mediana edad, con más de 50 años replicando rasgos de comportamiento, tono discursivo y organizacional adoptado durante al áspero contexto de los 60/70. La construcción de su posicionamiento a las sombras de símbolos que eran disruptivos en la época de sus padres no les permitió construirse a ellos mismos. Todo su capital simbólico fue ocupado por antiguas referencias, por su historia. Todo está atrás, el desde donde se viene es un dato claro y legitima la pertenencia. Eso ubica en su lugar a cada uno de los dirigentes que la integran y ocupa la mayor parte de su discurso y mensajes. No hay adaptación al nuevo contexto ni una redefinición de su identidad que abra puertas a nuevos integrantes. La Cámpora no dejó espacio al futuro. No se preparó para competir dentro de un sistema democrático. Se prepara para tomar el poder sin someterse a la mirada del electorado. Se siente vanguardia. Lo lleva en los genes. El trabajo de mostrarse representativo de alguna preocupación no es lo suyo. Ellos piensan, indican el camino. Creen que hay modificaciones necesarias que la gente común no puede ver y entonces tampoco apoyar. Las vanguardias surgen como complemento de un pueblo con pocas energías y luces seguramente para impulsar la transformación. Su extremado verticalismo heredado funciona como barrera para una renovación natural. Ningún dirigente de esa agrupación reúne, ya no el mínimo caudal de votos, sino de conocimiento entre la opinión pública, con excepción de Máximo Kirchner, para conquistar alguna porción, en algún lugar, de algún segmento de votos. El liderazgo del hijo de Néstor y Cristina tampoco ayuda. No reúne las características necesarias. No representa los mismos valores, solo los enuncia. Repite. Resulta viejo, aun con bermudas. La juventud que venía a lograr el trasvasamiento generacional en el peronismo y devolverlo al siglo XXI no logra salirse de recetas que, con suerte, nos aterrizan en los 70. La sola posibilidad de corrimiento de Cristina los enfrenta a un panorama tan seco como la Pampa Húmeda en los últimos tres años. Sus dirigentes sacan su cabeza a la superficie para reclamarle cada tres días que sea candidata. Un islote dentro de un peronismo desdibujado con bajísima generación de cuadros nuevos genuinos no rentados.

Hace unos días, al salir de una reunión un periodista le preguntó a un sindicalista histórico qué opinaba del fenómeno Milei entre los nuevos votantes, a lo que respondió: “Es cosa de los jóvenes, ya se les va a pasar”.

Mientras tanto, ella se sigue sentando a la punta de la mesa para la foto, lejos, planeando la contraofensiva, tal vez.

*Politóloga.