COLUMNISTAS
Hartos de la cuarentena

Manual para pegarle al Gobierno (y no quedar en ridículo)

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En las calles. A pesar de las medidas, 9 de cada 10 personas admiten salir por trámites o compras. | juan obregon

Estamos todos hartos de la cuarentena. Algunos porque se quedaron sin comer, otros porque facturan cero y acumulan deudas, otros porque hace rato no pueden ir a comer afuera y otros más porque no pueden juntarse con amigos o no ven a sus amantes. Más de dos meses con restricciones a la libre circulación pone de la cabeza hasta a un Eduardo Costantini, que tiene un fondito como para tomar mate con algo de sol y sobrellevarla mejor que un cuentapropista en un monoambiente.

Pero a pesar de ello, bien vale una guía para tener en cuenta antes de criticar la gestión de la pandemia. No solo, como advertimos siempre, para no caer en el síndrome del optongo (opino, total no gobierno) sino también para no quedar en el ridículo más absoluto de pegarle, qué se yo, a Pedro Cahn, uno de los referentes de la salud en la Argentina e integrante del grupo de expertos que asesoran al Gobierno, cuyo mayor defecto, digamos todo, es ser hincha de San Lorenzo.

Aun cuando pueda estar repodrido de todo esto y lo lógico sería hacer un editorial porque no puedo ver a un sobrino, antes de hacerlo me obligo a:

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1 - Recordar que estamos ante una crisis global sin precedentes donde ninguno tiene el manual de cómo se resuelve y lo que hay son experiencias en diferentes países, con medidas tomadas en distintos momentos y en contextos disímiles, todo lo que vuelve muy difícil las extrapolaciones de medidas y sus posibles resultados, así como las comparaciones de quién tiene el aislamiento más largo. Por ejemplo: una cosa es un plan en un país que está terminando el invierno y con un estándar de vida alto y otro es ese mismo plan en un país donde aún no empezó el frío y con focos de pobreza urbana en asentamientos de emergencia, donde incluso a veces no hay agua; una cosa es un país con poca concentración de población y otro con grandes polos donde ingresan y salen millones de personas todos los días; una cosa es una sociedad donde todo el mundo vive en casas amplias y tiene cuenta bancaria, por citar otro rasgo, y otra es donde solo una parte de la población accede a eso. Y así.

2 - Notar que el grueso de las medidas fueron tomadas en diálogo con los gobernadores de todas las fuerzas políticas, que incluso en algún caso hace unas semanas se le plantaron al Presidente cuando quiso apurar las salidas recreativas. También, lo que es más importante, se adoptaron con la consulta permanente con un vasto grupo de especialistas, científicos y médicos que, salvo matices, siempre manifestaron un consenso respecto de las políticas adoptadas por las distintas autoridades nacionales y provinciales.

3 - Pensar en que ya no hay “una cuarentena”, sino como mínimo y a grandes rasgos dos, por no ir más a fondo y decir que hay una por cada distrito, con situación muy especial en la zona metropolitana, donde según los últimos reportes ya se encuentra arriba del 90% de los contagiados. El reclamo de que se abra la cuarentena más rápido, o de que haya una “salida inteligente” puede parecer un mensaje estrictamente centrado en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, donde parecieran estar los mayores motivos para ser cuidadoso, porque cada vez en más provincias la apertura se está produciendo de manera más o menos exitosa.

4 - Mirar los datos. La cantidad de muertos por millón de habitante que hay en la Argentina versus la de Brasil o Chile o el porcentaje por ahora bajo de camas de terapia intensiva con pacientes de Covid-19 muestran el impacto positivo que han tenido las medidas restrictivas antes de que llegue el famoso pico de casos, que por ahora, crucemos los dedos, no va acompañado de más fallecidos. Y claro, mirar también los datos económicos de los países que adoptaron otros caminos, para, así como se afirma que “tener los comercios cerrados también mata”, recordar que tenerlos abiertos con el virus no garantiza que se mantenga la actividad económica.

Es cierto que el Gobierno al principio tardó en reaccionar y en salir del modo nos-preocupa-más-el-dengue. También hay un punto en que en la Argentina se testeó poco durante mucho tiempo y recién el viernes hubo un récord de 4.700 tests en un día, y todavía muy por debajo de lo que miden otros vecinos. Ni qué hablar de que la Casa Rosada aprovecha el momentum para pegarle de más a la gestión de, por ejemplo, Cambiemos en la Provincia para así borrar el desastre sciolista de la memoria reciente. Pero este manual puede ayudar a no criticar la cuarentena cuando en realidad lo que preocupa sean otros temas, que se licuan entre los delirios.

¿El alcance del paquete de emergencia es limitado y encima se aplicó con demoras y pifies que hicieron que el IFE aún se esté pagando mientras gerentes de multinacionales ya se llevaran algo de la ayuda? Real. ¿Cristina Kirchner avanza con una agenda paralela de “cerrame las causas” y pasó de los pibes para la liberación a la liberación de los pibes? Compro. ¿El kirchnerismo más duro juega a puro tuit y pregunta de Horacio Verbitsky en El Cohete a la Luna con un temario que no se sabe si es cien por cien de Alberto? Totalmente, pero es una coalición y de ahí vinieron sus votos y todos los temas son debatibles. ¿Hay un relato oficial de “si me marcás un matiz a mi estrategia sos neoliberal y gato y encima no querés cuidar la vida”? Creciente. ¿Si pudiera, el peronismo en el poder institucionalizaría la emergencia para gobernar como se le cante? Y, el pasado un poco lo condena.

Pero, en ninguno de estos casos, la culpa la tiene Cahn.