COLUMNISTAS
ante el fallo “vialidad”

La encrucijada de Cristina

 20221204_cristina_fernandez_kirchner_afp_g
A la espera. La Vice da por hecho que será condenada. | AFP

Aburrido y recurrente se vuelve citar una frase de Churchill sobre la democracia pronunciada hace 75 años. Algo así como “es el peor sistema de gobierno, con excepción de todos los que se han intentado”. En forma unánime se acepta esa definición olvidando una exigencia complementaria: el ejercicio requiere de una mejoría constante, perpetua, ese criterio estaba implícito en la opinión del autor británico.

En apenas siete días, en una Argentina con un régimen imperfecto, se malversa aún más la lúcida explicación de aquel protagonista de la Segunda Guerra: basta repasar la última batahola de tablón en la Cámara de Diputados y la algarada callejera que se anticipa, para el martes, como derivación de un presunto fallo judicial en contra de la Vicepresidenta.

En un lado, por la búsqueda de más poder –la hegemonía en el Consejo de la Magistratura– se vulneró la elementalidad de un político: la negociación, tarea para la cual fueron elegidos. Volvieron a las cavernas, con vergonzante escándalo para legisladores de ambos bandos. Tanta rabia acumulada y conflicto se desparrama entre Cristina y parte de la Justicia que, a pesar de estar presupuestado, desde la Jefatura de Gabinete y por una orden no individualizada aunque sospechada, no se le ajustan los salarios a todo el Poder Judicial, unas 35 mil personas con ingresos jugosos. “Si me sancionan, al menos que no cobren”, le atribuyen al rencor.

Qué hará ante la presunta condena: sublevar a sus adherentes o lloriquear lawfare

En cuanto a la protesta del martes, si se persiste en la concentración, repta la sorda violencia en una movilización para repudiar lo que determinará un tribunal que, luego de regateos varios, culminará en una condena humillante, según transpira la posible sancionada. CFK, en lugar de invocar excusas del Código, ampararse en la doctrina, se refugió en la política, en argumentos intrigantes para proponerse como víctima de una conspiración más difusa que la sinarquía. Así no se logran veredictos favorables. Tanto pagarle a famosos abogados para terminar procediendo como un dirigente de comité con justificaciones baratas.

Entonces, al sistema que prefería Churchill por descarte no se lo perfecciona con la vulgaridad de un Ritondo haciendo prácticas sexuales con los dedos a falta de otros instrumentos, impúdico gesto que agradecen sus rivales en la conquista de la gobernación bonaerense. Hasta parecen orgullosos de esa acción quienes le habilitan el ingreso al club de los halcones.

Tampoco se beneficia el sistema con una portadora de apellido en la dinastía Moreau, altanera, impidiendo la palabra de legisladores contrarios y, luego, superada por el alboroto subdesarrollado, demandando piedad de género, a “lo Melato”, como dice el tango en homenaje a una famosa trágica italiana de los primeros cincuenta años del siglo pasado. También premiada en el entorno K por la intolerancia.

Mucho menos se garantiza la libertad institucional con un procaz ministro del Interior y aspirante a la Presidencia, Wado de Pedro, representando la teatralidad de la persecución a la Vicepresidenta, el lawfare personal como nueva teoría, acusando de complot siniestro a fiscales y jueces que se les ocurrió jugar al fútbol amateur en canchas barriales. Seguramente, miembros de una asociación ilícita para Cristina, como ella supo imputarle a más de uno cuando estuvo en el gobierno y teledirigía la SIDE o AFI. Como si De Pedro y su hermano Ustarroz nunca se hubieran interesado y participado en el mundo de la Justicia impresentable que denuncian, y no hubieran confraternizado con esos jugadores amantes de la pelota.

Otro traspié de Larreta

Además, como si el operador número uno de la viuda de Kirchner en el área, el ex responsable de la inteligencia oficial, Juan Mena, no hubiera compartido “ideales de transparencia” en los tribunales con el hoy enemigo público de la doctora, el fiscal Luciani, el que aún no entiende la razón por la cual el Gobierno lo acosa e intimida (incluyendo a su propia familia) y lo ubicó frente a un “pelotón de fusilamiento”. Demasiada alevosía contra quien se creía ajeno a esos menesteres por razones de amistad. Tantos años juntos para nada.

A movilizar. Aunque trascienden montos y traslados de gente, en general impulsados por masoquistas intendentes del Conurbano a los que el kirchnerismo hostiga, la movilización del martes a favor de Cristina se torna un capítulo más complicado que sus últimas apariciones en la novela nacional. Finalmente se cumple la advertencia: “Si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar”. ¿Se va a armar? Como la Vice será “tocada” por una decisión judicial ese mismo día, nadie arriesga sobre la naturaleza del amenazante tumulto a perpetrarse. Difícil pronóstico. Y Cristina, en una encrucijada con sus propios adherentes: sublevarlos con el “vamos por todo” o resignarlos a lloriquear por el martirologio de causas judiciales que le echan cada vez más años de culpabilidad por la cabeza. Dilema para sus sábanas.

Dispone una estatura superior la Vice, pero ya fueron presos su querido segundo Amado Boudou, la plana mayor del ministerio de Julio De Vido, el íntimo de correrías sureñas con su esposo, Ricardo Jaime, entre otros. Todos por corrupción durante su gobierno o el de Néstor, como la sentencia que se avecina sobre ella. Aunque nunca consideró que esos funcionarios fueran tan inocentes como ella y, por supuesto, jamás los visitó en presidio. Al parecer no merecían su asistencia.

Ella no correrá la misma suerte, le quedan apelaciones, seguirá el destino suspensivo y negociado de su odiado Carlos Menem y, mientras tanto, insistirá en controlar el Consejo de la Magistratura para poner y sacar jueces, con movilizaciones de otra época y enfrentamientos en la Cámara de Diputados. Como el vergonzante de la última semana en que los dos bloques dominantes se cruzaron con groserías. Mientras su hijo Máximo tomaba mate en su pupitre y se preguntaba a qué cargo debería renunciar ahora que Sergio Massa obtuvo un crédito del FMI que le permitirá a los Fernández recomponer reservas y continuar al frente de la gestión.

Como se recordará, Máximo dimitió a la titularidad del bloque oficialista porque el ministro de Economía había llegado a un acuerdo con el organismo internacional. Ahora que aparece la plata, ignora la decisión a tomar. Seguramente, después de la marcha de pasado mañana, tendrá que ir al psicólogo.